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vivo? ¿Está herido? ¿Sabe dónde está?", preguntó ella, con el corazón acelerado, agarrando la muñeca del hombre.

      Él asintió.

      “Sí. Está en una misión especial. Recuperar la Espada".

      "¿Qué espada?".

      Pues la Espada del Destino.

      Ella lo miró con asombro. La Espada del Destino. La espada de la leyenda.

      "¿Dónde?", preguntó ella, desesperada. "¿Dónde está él?"

      "Se fue a la Travesía del Este".

      La Travesía del Este, pensó Selese. Eso estaba lejos, muy lejos. No había manera de llegar a pie. No a este ritmo. Y si Reece estaba ahí, seguramente estaba en peligro. Seguramente, necesitaba de ella.

      Cuando terminó de atender al soldado, notó los dos caballos atados al árbol. Dada la pierna rota de este hombre, no había forma de que él pudiera montarlos. Esos dos caballos no le servirían a él. Y pronto morirían, si no se les atendía.

      El soldado se dio cuenta de que ella los miraba.

      "Tómelos, señora", le dijo. "No los necesito”.

      "Pero son suyos", dijo ella.

      "No puedo montarlos. No estando así. Usted les dará buen uso. Tómelos y encuentre a Reece. Es un largo camino desde aquí y no podrá llegar a pie. Me ha ayudado enormemente. No moriré aquí. Tengo comida y agua para tres días. Los hombres vendrán por mí. Todo el tiempo hay patrullas aquí. Tómelos y vaya”.

      Selese estrechó la muñeca de él, rebosante de gratitud. Se volvió hacia Illepra, decidida.

      "Debo ir y encontrar a Reece. Lo siento. Hay dos caballos aquí. Puedes tomar el otro e ir a donde necesites. Tengo que cruzar el Anillo, para ir a la Travesía del Este. Lo siento. Pero tengo que dejarte”.

      Selese montó su caballo y se sorprendió cuando Illepra se abalanzó y montó el que estaba al lado de ella. Illepra extendió la mano con su espada corta y cortó la cuerda que ataba a los caballos al árbol.

      Ella se dirigió a Selese y sonrió.

      "¿Realmente pensaste que después de todo lo que hemos pasado, te dejaría ir sola?", preguntó ella.

      Selese sonrió. "Supongo que no", respondió ella.

      Las dos patearon sus caballos, y se fueron, corriendo por el camino, yendo todavía más al Este, al lugar, oró Selese, donde estaba Reece.

      CAPÍTULO NUEVE

      Gwendolyn se hizo ovillo, bajando su barbilla contra el viento y la nieve, mientras caminaba por el interminable campo blanco, con Alistair, Steffen y Aberthol a su lado, Krohn a sus pies. Los cinco habían estado caminando durante horas, desde que habían cruzado el Cañón y entrado en el Mundo de las Tinieblas, y Gwen estaba agotada. Sus músculos y estómago le dolían, sentía dolores agudos disparando a través de ella, cuando el bebé se movía. Era un mundo de nieve blanca, cayendo implacablemente, azotando en sus ojos, el horizonte no ofrecía respiro. No había nada que rompiera la monotonía del paisaje; Gwen sentía como si estuviera caminando hasta los confines de la tierra.

      También había más frío, y a pesar de sus pieles, Gwendolyn sentía el frío penetrando en sus huesos. Sus manos ya estaban entumecidas.

      Ella vio a los demás temblando, también, todos luchando contra el frío, y empezó a preguntarse si había cometido un grave error al venir aquí. Aunque Argon estuviera aquí, sin algún indicador de algún tipo en el horizonte, ¿cómo podría encontrarlo? No había ningún rastro, ningún camino, y Gwen sentía una sensación de desesperación, ya que no tenía ni idea de hacia dónde se dirigían. Todo lo que sabía era que iban lejos del Cañón, más al norte. Incluso aunque encontraran a Argon, ¿cómo podrían liberarlo? ¿Podría ser liberado?

      Gwen sintió que había viajado a un lugar que no era para los seres humanos, a un lugar sobrenatural, exclusivo para hechiceros y druidas y fuerzas misteriosas de la magia, que ella no comprendía. Sentía que estaba invadiendo.

      Gwen sintió otro dolor agudo en su estómago y sintió que el bebé se daba vuelta dentro de ella una y otra vez. Éste era tan intenso, que casi se quedó sin aliento, y se tambaleó por un momento.

      Ella sintió una mano reconfortante que sujetaba su muñeca y la estabilizaba.

      "Mi señora, ¿se encuentra bien?", preguntó Steffen, llegando rápidamente a su lado.

      Gwen cerró los ojos, respiró profundo, tenía los ojos llorosos por el dolor y asintió con la cabeza. Ella se detuvo un momento y colocó una mano sobre su estómago y esperó. Su bebé claramente no estaba feliz de estar aquí. Tampoco lo estaba ella.

      Gwen se quedó ahí unos instantes, respirando profundamente, hasta que finalmente pasó el dolor. Se preguntó otra vez si se había equivocado al venir aquí; pero ella pensó en Thor, y su deseo de salvarlo superaba todo lo demás.

      Empezaron a caminar de nuevo, y como el dolor continuaba, Gwendolyn no solo temía por su bebé, sino también por los demás. En estas condiciones, no sabía cuánto podrían durar; ella no sabía ni siquiera si podrían dar marcha atrás en este punto. Estaban atorados. Todo era territorio inexplorado, sin ningún mapa y sin fin a la vista.

      El cielo estaba teñido de una luz púrpura, todo teñido en ámbar y violeta, haciéndola sentir aún más desorientada. No se sabía si era de día o de noche aquí. Era una marcha interminable hacia la nada.

      Aberthol había estado en lo cierto: esto era realmente otro mundo, un abismo de nieve y vacío, el lugar más desolado que había visto en su vida.

      Gwendolyn hizo una pausa por un momento para recobrar el aliento y al hacerlo, sintió una mano cálida, tranquilizadora en su estómago y le sorprendió el calor.

      Se volvió para ver a Alistair parada a su lado, poniendo una mano sobre su estómago, mirándola con preocupación.

      "Estás embarazada", dijo. Fue más una afirmación que una pregunta.

      Gwendolyn la miró, sorprendida de que ella lo supiera, especialmente porque su estómago aún se veía plano. Sin embargo, ya no tenía la fuerza para mantenerlo en secreto, y ella asintió.

      Alistair también asintió con la cabeza.

      "¿Cómo lo supiste?", preguntó Gwen.

      Pero Alistair simplemente cerró los ojos y respiró profundo, manteniendo su mano en el estómago de Gwen. Gwen se sintió reconfortada y sintió un calor curativo difundiéndose a través de ella.

      "Es un niño muy fuerte", dijo Alistair, con los ojos todavía cerrados. "Tiene miedo. No está enfermo. Estará bien. Le estoy quitando sus temores ahora”.

      Gwendolyn sentía ondas de luz y calor corriendo a través de ella. Pronto se sintió totalmente recuperada.

      Gwen estaba llena de gratitud y amor hacia Alistair; inexplicablemente se sintió apegada a ella.

      "No sé cómo darte las gracias", dijo Gwendolyn mientras se levantaba, sintiéndose casi normal otra vez, mientras Alistair quitaba su mano.

      Alistair bajó su cabeza humildemente.

      "No hay nada que agradecerme", contestó. “Es mi trabajo”.

      "No me dijo que estaba embarazada, mi señora", dijo Aberthol con seriedad. "Si lo hubiera sabido, nunca le habría aconsejado hacer este viaje".

      "Mi señora, no tenía idea", dijo Steffen.

      Gwendolyn se encogió de hombros, supersticiosa, no queriendo toda esa atención hacia su bebé.

      "¿Y quién es el padre?", preguntó Aberthol.

      Gwen tuvo un profundo sentido de ambivalencia, al decir la palabra:

      "Thorgrin”.

      Gwen se sentía desgarrada. Sentía oleadas de culpa por lo que le había hecho a Thor, por cómo se habían despedido; también tenía sentimientos encontrados acerca del linaje

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