Скачать книгу

entre el polvo y la arena y la roca, había campos sembrados, parches de verde aquí y allá. Algunos estaban cubiertos de viñedos que crecían en filas sobre laderas empinadas y entre ellos había árboles que Caitlin no lograba reconocer: árboles pequeños de aspecto antiguo con ramas retorcidas y hojas de plata que brillaban bajo el sol.

      "Olivos", dijo Caleb, leyendo su mente otra vez.

      ¿Olivos? Caitlin se preguntó. ¿Dónde diablos estamos?

      Ella miró a Caleb, sintiendo que él podría reconocer el lugar y la época. Caleb tenía los ojos muy abiertos; reconocía el lugar y eso lo tenía sorprendido. Se quedó mirando como si estuviera contemplando a un amigo que había perdido hacía mucho tiempo.

      "¿Dónde estamos?", ella preguntó, casi con miedo de saber.

      Caleb inspeccionó el valle frente a ellos y, finalmente, se volvió y la miró.

      Suavemente, él dijo: "Nazaret".

      Hizo una pausa, observándolo todo.

      "A juzgar por ese pueblo, estamos en el siglo I", dijo, volviéndose y mirándola con asombro, con los ojos encendidos de emoción. "De hecho, creo que podríamos estar en la época de Cristo.”

      CAPÍTULO DOS

      Scarlet sintió que una lengua le lamía el rostro y abrió los ojos a la luz cegadora del sol. La lengua no se detenía y, antes de que mirara, sabía que era Ruth. Abrió un poco los ojos: Ruth estaba inclinada sobre ella gimiendo, la loba se entusiasmó aun más cuando Scarlet abrió los ojos.

      Scarlet sintió una punzada de dolor cuando trató de abrir los ojos aún más; la luz cegadora del sol llenó de lágrimas sus ojos que sintió más sensibles que nunca. Tenía un fuerte dolor de cabeza, se dio cuenta que estaba tendida sobre una calle de adoquines en alguna lugar. La gente corría y caminaba junto a ella, era evidente de que estaba en medio de una ciudad bulliciosa. Las personas se apresuraban de aquí para allá, la calle estaba llena de gente en todas direcciones; Scarlet podía oír el estruendo de la multitud al mediodía. Mientras Ruth se quejaba y se quejaba, Scarlet se sentó mientras trataba de recordar, de averiguar dónde estaba. Pero no tenía ni idea.

      Antes de que Scarlet pudiera tener en claro lo que había ocurrido, de repente sintió un pie en las costillas.

      “¡Muévete!" dijo una voz profunda. "No puedes dormir aquí."

      Scarlet vio una sandalia romana cerca de su cara. Levantó la vista y vio a un soldado romano vestido con una túnica corta y un cinturón alrededor de su cintura, de la que colgaba una espada corta de pie junto ella. Llevaba un pequeño casco de latón con plumas.

      El soldado se inclinó y la movió de nuevo con el pie. La estaba lastimando en el estómago.

      "¿Escuchaste lo que dije? Muévete o te encierro.”

      Scarlet quería escucharlo, pero cuando abría aun más los ojos, el sol los lastimaba, y ella se sentía muy desorientada. Trató de ponerse de pie pero sentía como si todo se estuviera moviendo en cámara lenta.

      El soldado se hizo hacia atrás para patearla con fuerza en las costillas. Scarlet lo vio venir e, incapaz de reaccionar con la suficiente rapidez, se preparó para recibir la patada.

      Scarlet escuchó un gruñido y vio a Ruth, con su cabello en su espalda erizado, lanzarse al soldado. Ruth capturó el tobillo del soldado en el aire y le hundió sus afilados colmillos con todas sus fuerzas.

      El soldado empezó a gritar; sus gritos llenaban el aire mientras la sangre brotaba de su tobillo. Ruth no lo soltaba y lo sacudía con todas sus fuerzas mientras el soldado rápidamente perdía su anterior altivez y se llenaba de miedo.

      Entonces, se agachó y extrajo su espada. La levantó en lo alto, iba a hundirla en la espalda de Ruth.

      Fue entonces cuando Scarlet la sintió. Era como una fuerza que controlaba su cuerpo, como si una potencia extraña, otra entidad, emergiera en su interior. Sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, Scarlet estalló en acción. No podía controlarse y no entendía lo que le estaba pasando.

      Con el corazón palpitante por la adrenalina, Scarlet se levantó de un salto y agarró la muñeca del soldado en el aire en el momento en que bajaba su espada. Mientras sostenía el brazo del soldado, Scarlet sintió el poder correr por ella, un poder que nunca antes había sentido. Aún usando todas sus fuerzas, el soldado no podía moverse.

      Ella le apretó la muñeca, y lo hizo con tanta fuerza que, en estado de shock, por fin él dejó caer su espada. La espada aterrizó sobre el empedrado con un sonido metálico.

      “Todo está bien, Ruth," Scarlet dijo en voz baja, y poco a poco Ruth fue soltando el tobillo.

      Scarlet permaneció allí, sosteniendo la muñeca del soldado; lo mantenía encerrado en su abrazo mortal.

      "Por favor, déjame ir," él le suplicó.

      Scarlet sintió el poder fluir a través de ella y supo que, si quería, podría lastimarlo mucho. Pero no quería hacerlo. Sólo quería que la dejaran tranquila.

      Poco a poco, Scarlet lo soltó y lo dejó ir.

      Con miedo en los ojos, como si acabara de encontrarse con un demonio, el soldado dio media vuelta y huyó sin molestarse siquiera en recuperar su espada.

      "Vamos a Ruth", dijo Scarlet; sintiendo que podría volver con más soldados, no quería quedarse.

      Un momento después, las dos corrían hacia la multitud. Se apresuraron a través de los callejones estrechos y serpenteantes hasta que Scarlet encontró un rincón a la sombra. Sabía que los soldados no las encontrarían allí, y quería un minuto para pensar y averiguar dónde estaban. Ruth jadeaba junto a ella, mientras Scarlet también respiraba con dificultad por el calor.

      Scarlet estaba asustada y sorprendida de sus propios poderes. Sabía que había algo diferente, pero no lograba entender lo que le estaba pasando; y tampoco sabía dónde estaban los demás. Hacía mucho calor allí, y además estaba en una ciudad llena de gente que no conocía. No se parecía en nada a la Londres donde ella había crecido. Se puso a mirar a toda la gente que pasaba vestida con túnicas, togas, sandalias, llevando grandes cestas con higos y dátiles sobre la cabeza y los hombros; algunos llevaban turbantes. Vio antiguos edificios de piedra, callejones serpenteantes, calles estrechas y empedradas, y se preguntó donde podría estar. Eso no era Escocia. Todo se veía muy primitivo, sentía que había regresado miles de años en el tiempo.

      Scarlet miraba por todos lados, con la esperanza de distinguir a su mamá y su papá. Escudriñó todos los rostros que pasaban, esperando, deseando que alguien se parara y se volteara hacia ella.

      Pero ellos no se veían por ninguna parte. Y con cada cara que pasaba junto a ella, más sola se sentía.

      Scarlet estaba empezando a entrar en pánico. No entendía por qué había regresado sola. ¿Cómo pudieron abandonarla? ¿Dónde podrían estar? ¿Ellos también habían regresado? ¿Acaso ella no les importaba lo suficiente como para encontrarla?

      Cuanto más tiempo Scarlet se quedaba allí, observando, esperando, más se daba cuenta de su situación. Estaba sola. Completamente sola, en una época y un lugar extraños. Incluso si ellos habían regresado en el tiempo, Scarlet no tenía idea dónde buscarlos.

      Scarlet miró su muñeca, el antiguo brazalete con la cruz que colgaba y le habían dado justo antes de salir de Escocia. Mientras habían estado parados en el patio de ese castillo, uno de esos hombres viejos vestidos de blanco se le había acercado y se lo había puesto en la muñeca. Ella creía que era un brazalete muy bonito, pero no sabía qué era ni qué significaba. Tenía la sensación de que podría ser algún tipo de pista, pero no tenía idea de qué.

      Sintió a Ruth frotarse contra su pierna, y ella se arrodilló, le besó la cabeza y la abrazó. Ruth se quejó en su oído mientras la lamía. Al menos tenía a Ruth. Ruth era como su hermana, y Scarlet estaba tan agradecida de que hubiera regresado con ella y que la hubiera protegido de ese soldado. No había nadie a quien quisiera más.

      Cuando

Скачать книгу