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la bella y abundante vegetación de la región, que incluía las montañas de Caatinga, valles, granjas con su ganado pastando y casas coloniales, ranchos, pequeñas ciudades y aldeas en el límite de la autopista, estaba amando lo que veía. Sin duda alguna esta era un área hermosa merecedora de su Señor creador, su verdadero padre.

      Cuando se cansó de este ejercicio, comenzó a conversar con su vecino de silla acerca de las noticias, el fútbol, mujeres, política, religión, sexo y relaciones. Todo era muy agradable ese sábado 1 de noviembre de 2014.

      El tiempo pasa rápido. Pasaron a través de Riacho do Meio, quince metros más adelante se encuentran con la metrópolis de bosques de maleza, la dulce Arcoverde, tantas historias y tradiciones dentro del estado de Pernambuco.

      En ese momento, la velocidad de la van incrementó y unos cuantos minutos después arriban a la entrada de la autopista que les permitiría llegar a los límites de la ciudad. El Vidente se baja de la van al atravesar el centro de Boa Vista, específicamente en la última parada que realiza la misma. Él paga su pasaje, se despide de sus nuevos amigos, pasa a través de una pequeña pared y llega a la parada de la van de Ibimirim; al llegar ahí, sorprendentemente logra obtener el último asiento. Inmediatamente entra en la van, del mismo tamaño, pero de color gris y luego arranca. Así comienza la segunda parte de la trilogía de la ruta.

      Durante esta ruta, de aproximadamente 8 kilómetros, hace las mismas cosas que en el principio, enfocándose en la conversación y sintiéndose muy bien. Luego de haber vivido la etapa oscura de la noche, de la cual las fuerzas del universo lo liberaron, se convirtió en un ser humano con una nueva visión de la vida, más gentil, humano y amigable, diferente a su anterior ser, que era muy tímido, por lo que su nuevo estado representaba un avance importante. Ahora se sentía conectado con el mundo y no podía esperar para registrar su victoria, aunque era un proceso que le consumía mucho tiempo. Si así estaba predestinado, entonces ¡que así sea!

      Una hora y veinte minute después de su salida a Arcoverde, completan el trayecto que consiste de dos tramos asfaltados de las autopistas BR 232 y la 110. Entran en la pequeña ciudad, pasan a través de las primeras calles y se acercan al centro comercial. En ese momento el Vidente pide bajarse de la van, paga el pasaje, se despide y se dirige hacia la avenida principal de la ciudad. Eran casi las 9:00am cuando él decidió buscar un restaurante simple para comer algo y descansar.

      Después de buscar por cinco minutos, encontró un lugar silencioso llamado Raio de Esperança (Rallo de Esperanza), que tenía un estilo de chalet ubicado en la planta baja de un edificio con una terraza rodeada por árboles que funcionan como mesas.

      Cuando estaba entrando al establecimiento, que estaba lleno, se sienta en una mesa ubicada a su derecha (en la esquina), a sólo cinco pasos de la entrada. Tomó el menú que estaba sobre la mesa y comienza a analizar las posibilidades disponibles para comer un bocadillo.

      Luego de cinco minutos se decide por ordenar pan con queso acompañado por jugo de guaba. Llamó al mesero, le dijo su orden y mientras espera su comida, está atento de toda la actividad que estaba ocurriendo a su alrededor. En el establecimiento había parejas, grupos de amigos y personas solas que estaban divididas en todas las clases sociales, colores, etnias, orientaciones sexuales y probablemente varias religiones. Una mezcla común de la gente de Brasil, con la cual él estaba familiarizado gracias a su sentimiento de descubrimiento.

      Un momento después, el mesero regresa, le da su almuerzo y su factura para que realizara el pago, él le agradece y comienza a disfrutar su bocadillo con felicidad, ya que estaba muy hambriento. Mientras come, su imaginación vuela hacia el pasado, el presente y especialmente hacia el futuro. Las posibilidades eran infinitas para su aventura que recién comenzaba.

      Cuando terminó de comer, se paró y se acercó al mostrador con la factura en la mano. Hizo una pequeña cola y cuando fue su turno de pagar, alcanzó su billetera dentro de su bolsillo y la abrió, sacando uno de sus billetes. El total era de diez reales y aun así recibió como cambio cuatro reales. Una vez que estuvo listo, su viaje continuaba.

      Regresó a su mesa, agarró su equipaje de ruedas y finalmente saló del establecimiento. Le preguntó a la primera persona que se encontró en la calle acerca de la ubicación de los taxis y la amable persona le dio le número de una agencia.

      Le agradeció a la persona por la información, tomó su celular escondido en su bolso y comenzó a marcar el número. Intentó una, dos, tres veces sin éxito alguno, siempre llegando al buzón de mensajes. Mientras insistía con su cuarto intento, una persona atendió.

      — ¿Aló? ¿Quién es?

      — Hola, mi nombre es Aldivan y necesito un taxi con urgencia.

      — Hola Aldivan, mi nombre es Wellington. Ha contactado a la persona adecuada. ¿Cuál es el destino?

      — La aldea de Jeritacó, ¿la conoce?

      — Sí la conozco. He estado ahí varias veces. ¿Dónde se encuentra?

      — Estoy en el centro de la ciudad, al lado del Raio da Esperança (Rayo de Esperanza).

      — Ah, yo sé dónde es. Espere un minuto, voy en camino.

      — OK.

      — Lo veré pronto.

      — Esta bien.

      El hijo de Dios desconectó la llamada y mantuvo su celular en su mochila, prestando atención al movimiento de las calles. Cuando llegará el taxi, le haría señas para que fuese más fácil de reconocer. El esperaba que no tardara mucho, porque ya eran las 9:00am.

      El deseo del Vidente fue escuchado por los Dioses, Luego de diez minutos aproximadamente su taxi arribó. El entró al carro (un modelo Gol plateado, del año 2013) con sus maletas y sus preocupaciones. Saludó a Wellington, quien hizo lo mismo, y comenzaron su camino hacia su destino final: La aldea de Jeritacó.

      Luego de haber pasado quince minutos desde el punto de partida, pasaron el límite de la ciudad, tomaron un camino de tierra precario y en cuanto Wellington tuvo la oportunidad de hablar, la tomó.

      — Me olvide, ¿De dónde eres?

      — Soy nativo de Arcoverde/PE ¿y tú?

      — De hecho, yo soy de Ibimirim. Dime ¿Cuál es tu interés con esa aldea?

      — Nada en especial. Voy a visitar a un amigo que conocí, estoy en búsqueda de una nueva historia.

      — ¿Historia? ¿Eres escritor?

      — Sí, soy el autor de la serie El Vidente, que ya tiene cuatro libros.

      — No había escuchado de ellos. ¿Cuáles son los títulos y la temática de los libros?

      — Fuerzas Opuestas – El Misterio de la Cueva es el libro con el cuál comencé mi carrera, trata de una pelea por un sueño y una travesía a través del tiempo buscando corregir injusticias, ayudar a alguien a encontrarse a sí mismo y recolectar las fuerzas opuestas no balanceadas. El segundo título es La Noche Oscura del Alma y fue inspirado por un momento crítico y muy difícil de mi vida. Y posee como lección principal el poder del perdón y la recuperación aún en los momentos más difíciles. "El encuentro de dos mundos” es un viaje hacia el pasado tratando de encontrar los orígenes. Habla acerca de los dones, la batalla en contra de la élites y la injusticia y el valor de la persistencia. Finalmente, recién terminada, “El Testamento – El Código de Dios” que cuenta la historia de Phillipe, un ser humano marcado por una gran tragedia y su encuentro con el Señor – diferente de la concepción tradicional – quien es capaz de cambiar su punto de vista del mundo y le da las herramientas necesarias para continuar con su vida. Este es el libro más importante de la humanidad.

      — Muy interesante. ¿Tiene una copia de alguno de ellos con usted?

      — Tengo el primero.

      Aldivan busca por un momento en su maleta el libro y se lo da a Wellington. Mientras manejaba, puso el libro en el compartimento al lado de él y resumió con la conversación.

      — Me gusta mucho leer, pero

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