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la que se encerraron, navegando durante nueve días y nueve noches. Al descender las aguas, la embarcación se quedó en el monte Parnaso y los dos supervivientes recibieron del oráculo de Temis el consejo de arrojar a sus espaldas «los huesos de la gran madre». Deucalión interpretó acertadamente el vaticinio, comprendiendo que los huesos de la tierra eran las piedras y, así, él y Pirra comenzaron a arrojar piedras tras de sí, que milagrosamente se transformaron en hombres y mujeres y dieron origen a los nuevos pobladores de la tierra. Hijos de Deucalión y Pirra fueron Heleno, progenitor de los helenos, Anfictión y Protogenia.

      2. Hijo de Minos y Pasifae, participó en la expedición de los Argonautas y fue el padre de Idomeneo, uno de los héroes que combatieron valerosamente en la guerra de Troya.

      DEYANIRA

      Belicosa y bellísima hija de Eneo, rey de Calidón, y hermana de Meleagro, fue esposa de Heracles, que la arrebató tras una furiosa batalla al río Aqueloo, con quien Deyanira estaba prometida, y que combatió en forma de toro, uno de los muchos aspectos que podía tomar. Se celebraron las nupcias y Heracles se llevó a su esposa. Durante el viaje llegaron a un ancho río, cuyas aguas, turbulentas a causa del reciente deshielo, hicieron que los viajeros se detuvieran indecisos. Les ofreció sus servicios el centauro Neso, que, según dijo, se encargaba del transbordo del río. Deyanira se confió a él, mientras que Heracles atravesaba las aguas a nado. Sin embargo, el centauro, cuando estaba en el centro de la corriente, intentó raptar a la joven esposa, provocando la ira del marido, que lo mató con un dardo. Neso, mientras yacía agonizante en el fango, ideó una terrible venganza. Aconsejó a Deyanira que mojase en su sangre una túnica y que la conservase. Si su esposo demostraba algún día desamor hacia ella, haciendo que se vistiera con aquella túnica conseguiría reconquistarlo.

      Ocurrió entonces que Heracles tuvo que combatir contra la ciudad de Ecalia en la isla de Eubea, conquistando un riquísimo botín, del que formaba parte Yole, hija del rey de aquella ciudad. Deyanira sintió celos de la joven muchacha y, temiendo que Heracles tuviese intención de casarse con ella, pensó en poner en práctica el consejo del centauro Neso, enviando a su marido, como regalo, la fatídica túnica. Cuando este se la puso sintió abrasarse sus miembros y sus carnes. El héroe, que había soportado en su vida tantos dolores y fatigas, esta vez fue vencido y cayó exánime. Deyanira, al saber que había causado involuntariamente la muerte de su esposo, llena de dolor se suicidó.

      DEYONEO

      Padre de Día, esposa del rey Ixión. Este se negó a entregar a su suegro las ofrendas nupciales estipuladas, por lo que Deyoneo robó a su yerno sus caballos para resarcirse de dicha pérdida. Ixión se vengó, haciendo que se precipitara con engaños en una fosa ardiente, donde halló una horrible muerte. Zeus purificó a Ixión y le permitió participar en el banquete de los dioses.

      DÍA

      1. Esposa del rey Ixión.

      2. Hijo de Erebo y de la Noche, a su vez descendientes del Caos, fue identificado con las horas luminosas, que nacen, precisamente, de la oscuridad nocturna.

      DIANA

      Nombre de los latinos para la diosa griega Ártemis.

      DICTIS

      Pescador de Serifós. Su figura aparece en la historia de Dánae y, por lo tanto, en el ciclo de aventuras de Perseo. Dictis recogió al jovencísimo Perseo y a su madre Dánae.

      DIDO

      Hija de Mutón, rey de Tiro, y esposa de Siqueo, su tío. Se la llamó también Elisa, y no se sabe con certeza si fue una figura mítica fenicia o un personaje histórico. Cuando el rey Pigmalión, su hermano, mató a Siqueo, Dido huyó de Tiro y se refugió en África. Fundó Byrsa, la roca sobre la cual debía alzarse Cartago. El rey indígena Yarbas la pidió por esposa y sus compañeros le aconsejaron aceptar, pero ella, que deseaba mantenerse fiel a Siqueo, prefirió quitarse la vida. Una versión latina posterior, que Virgilio inmortalizó en la Eneida, nos presenta a Dido como la viuda de Siqueo y reina de Cartago. Se enamoró perdidamente de Eneas cuando este, obligado por una terrible tempestad, desembarcó en las costas de África, cerca de Cartago, donde ella reinaba. El relato que le hizo, durante el banquete, de sus propias aventuras a partir de la desdichada noche en la que Troya quedó destruida, llenó de emoción el corazón de Dido, que, impresionada a primera vista por la belleza del hijo de Afrodita, admiraba ahora su valor y su fuerza, modelo acabado del héroe perfecto. Su amor hacia Eneas le privó del sueño y de la tranquilidad, convirtiéndose en una pasión irrefrenable. Este sentimiento, al que Dido se abandonó sin reparo, revelando toda su humanidad de mujer pero salvando su nobleza y orgullo de reina, provocó una tragedia íntima, precipitada y fatal. Durante una cacería se desencadenó el temporal preparado expresamente por Hera y Afrodita para favorecer los amores entre ambos; Dido y Eneas se refugiaron en una cueva para huir del aguacero y de los rayos, y allí se consumó su unión, que debía tener consecuencias trágicas y funestas. La Fama, malvado monstruo insomne, divulgó la noticia a los cuatro vientos, añadiendo detalles de su invención. Yarbas, rey de los gétulos, al que Dido había rechazado, fue informado, acudiendo entonces a Zeus, su padre, en demanda de justicia, por haber preferido la reina de Cartago a un extranjero. Zeus envió entonces a Hermes a entrevistarse con Eneas para recordarle su misión y ordenarle partir. El héroe obedeció y se dispuso a abandonar África. Dido se dio cuenta y salió a su encuentro, intentando retenerlo con palabras en las que se sucedían febrilmente los razonamientos, el amor y los reproches; pero el sentido del deber era más fuerte en Eneas que cualquier argumento y, aunque con gran pesar, no cedió, desplegando las velas en dirección a Italia. Dido sintió que sin Eneas no podría seguir viviendo y decidió suicidarse. Mandó preparar una hoguera y, proclamando odio eterno entre los descendientes de su pueblo y los de Eneas, se atravesó con una espada. No pudieron resistir a la fascinación de dicha leyenda poetas, dramaturgos, músicos y pintores de todos los tiempos. Algunos se inspiraron en la leyenda griega, pero la mayoría compusieron sus obras artísticas y literarias basándose en el episodio virgiliano, sobre todo teniendo en cuenta el importante significado histórico que le había dado el poeta.

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