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      © De Vecchi Ediciones, S. A. 2011

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      Depósito Legal: B. 35.059-2011

      ISBN: 978-84-315-5169-8

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      PRÓLOGO

      Mitología, mito… ¿qué son exactamente?

      Mitología sería, según su etimología, el conjunto de los mitos, o bien su estudio. En cuanto a mito, es un término demasiado ambiguo y controvertido, del que se han dado definiciones diferentes. Se puede decir en términos generales que se trata de un relato tradicional (transmitido desde tiempos inmemoriales), fabuloso, referido a personajes grandiosos y dotados de poderes extraordinarios (dioses y héroes), de épocas remotas y maravillosas, que pretende explicar las causas y orígenes del universo, de los dioses, del hombre, de los elementos de la naturaleza y de otros fenómenos y sucesos, todos de interés humano, con un valor ejemplar – y en muchos casos también religioso– y no meramente de entretenimiento, como ocurría en los cuentos populares, del folclore, aunque también tenga puntos en común con ellos.

      La mitología clásica – y en especial la griega– es la mitología por excelencia; se trata de la manifestación más atrayente de la cultura antigua, que interesa no sólo en sí misma sino también por su conexión con otros aspectos (literatura, religión, filosofía, historia, arte).

      Ante todo, el tema mitológico define el contenido de las más geniales obras literarias de Grecia (de la poesía épica y de la tragedia, principalmente) y de Roma; asimismo, se plasma en sus representaciones artísticas, y también ofrece motivo a otras muchas otras obras de épocas posteriores hasta nuestros días, que a menudo resultan difíciles de entender si no se busca el significado más profundo en algún mito determinado, que proporciona la clave secreta.

      Por otra parte, los mitos sirven también como símbolos vigentes todavía hoy en día: por ejemplo, como arquetipos en psicología (el complejo de Edipo, el narcisismo, etc.), como tópicos literarios muy usuales (así, los dioses del amor, Afrodita y Eros, con sus equivalentes latinos Venus y Cupido), como prototipos de cualidades o de comportamientos (Hércules, de hombre fuerte; Adonis, de joven bello; Argos, de guardián; sirena, de mujer cautivadora y engañosa, etc.), o también, por metonimia, se utilizan algunos personajes muchas veces como designación poética de su actividad o ámbito característico (por ejemplo, Marte como sinónimo de guerra; Neptuno o Anfítrite, sinónimos del mar, etc.).

      La mitología griega no sólo nos pone en conexión con la posteridad, sobre la que ha ejercido tan poderoso influjo, sino también con otras civilizaciones más antiguas, de las que – a su vez– ha recibido influencias. Así, en muchas historias y personajes míticos apreciamos analogías con otras historias y personajes orientales: hititas, mesopotámicos, hebreos (bíblicos), etc.

      Por todo esto, el interés por el mundo clásico y su mitología transciende sus propios límites y contribuye a un conocimiento más profundo de numerosos aspectos de la cultura en general. Nos hace, además, comprender mucho del espíritu de aquellos hombres de entonces, que tiene tanto en común con el de cualquier hombre de todo tiempo y lugar.

      Los mitos no son meros cuentos fantásticos, sino que reflejan sentimientos, inquietudes y conflictos siempre vigentes. De ahí su eterna pervivencia. Si antes decíamos que nos proporcionan las claves para muchas obras literarias o artísticas, también, y muy especialmente, nos las dan para entender los comportamientos humanos.

      ALICIA ESTEBAN SANTOS

      A

      AAR (AARU)

      Nombre de los Campos Elíseos en la mitología egipcia. Circundado por una muralla de hierro, que franqueaban varias puertas, y bordeado por un río, el Aar acogía las almas de los elegidos; estos se dedicaban a trabajos agrícolas y así obtenían magníficas cosechas.

      ABEONA

      Divinidad romana que protegía al que partía (del latín abire, «partir»). Era venerada junto con Adeona, quien, por su parte, protegía al que llegaba (del latín adire, «llegar, aproximarse»).

      ACA LARENTIA

      Antigua divinidad romana. La leyenda narra que fue una hetaira dada por Hércules como esposa al rico etrusco Tarutius. De él heredó fabulosas riquezas que ella, al morir, legó al pueblo romano. Personificó la Madre Tierra (Gea); a su culto estaban destinadas las Larentalia, fiestas que se celebraban el veintitrés de diciembre, día del solsticio de invierno, para desear al suelo, en cuyo seno se encierran las simientes, un tranquilo reposo invernal y un exuberante despertar al llegar el equinoccio de primavera. Sin embargo, algunos autores no admiten que fuese una divinidad, sino sólo un personaje recordado con agradecimiento por los romanos y que las Larentalia habían sido instituidas para honrar a la diosa sabina Larenta. Más tarde, el nombre de Aca Larentia se dio a la esposa del pastor Fáustulo; ella, apodada Loba, educó a Rómulo y Remo.

      ACASTO

      Rey de Yolco, uno de los Argonautas. Inducido por su esposa Astidamía a matar a Peleo, de quien ella se había enamorado sin ser correspondida, abandonó al joven desarmado en el monte Pelión en medio de los feroces Centauros. Pero Peleo se salvó con la ayuda de Hermes, que le trajo una poderosa espada, y, tras regresar a Yolco para vengarse, mató a Acasto y a su esposa.

      ACIS

      Joven pastor de gran belleza, hijo de Fauno y prometido de Galatea, una de las Nereidas. Lo mató por celos el cíclope Polifemo, enamorado de Galatea, el cual arrojó contra él una enorme piedra. La sangre de Acis fue transformada por los dioses, apiadados ante el llanto desesperado de Galatea, en las limpias aguas de un río al que dio nombre.

      ACRISIO

      Poderoso rey de Argos, padre de Dánae. Habiendo sabido por el oráculo que su hija daría a luz a un nieto que lo destronaría y mataría, encerró a Dánae en una caverna subterránea, para que ningún hombre la pudiese ver ni pedir su mano. A pesar de ello, Zeus penetró en forma de lluvia de oro y nació Perseo. La profecía se cumplió. Acrisio murió involuntariamente a manos de su nieto durante una competición atlética. Al lanzar el disco, este se escapó de la mano de Perseo y golpeó al rey en la cabeza, causándole la muerte.

      ACTEÓN

      Hijo de Aristeo y de Autónoe, Acteón era el mejor cazador de su tiempo. Educado por el centauro Quirón, recorría con una jauría de cincuenta

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