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fué el de una leona que estimó mucho, porque era, aficionado á las bestias raras22.

      En el «Memorial de diversas hazañas» que escribió Mosén Diego de Valera referentes al reinado de Don Enrique IV, dice el autor: «en el mesmo año se mostró otra muy grand llama en el cielo y lo que mayor turbación dió en todos los deste Reyno, fué que teniendo el Rey en Segovia en su palacio «muchos» leones y leonas e habiendo ende uno muy grande á quien todos los otros obedecían se comenzó entre ellos tan grand pelea que todos se juntaron contra el mayor león y le mataron e comieron parte de él: de ende todos pronosticaron ser cercana la muerte del Rey ó gran caida23

      Fieles á esta tradición, de sus predeceores, mostráronse les Reyes Católicos, que á lo menos en Sevilla, complacíanse en poseer leoneras, no solamente en el régio Alcázar, sino también en el castillo de Triana. De la existencia de las primeras atestigua el maestro Juan de Malara, el cual describiendo las bellezas del mudejar palacio, dice entre otras cosas: «La talla de las puertas, las labores moriscas, los jardínes que están entre la huerta de el Alcoba y los aposentos nuevos con grandes y espaciosos miradores, «las leoneras que solía auer en tiempo de los Reyes Católicos etc …» Y que no fué solamente en el Alcázar donde aquellos monarcas tuvieron sus predilectas fieras, compruébase por el siguiente documento, curioso por más de un concepto:

      Muy honorables señores:

      Juan de Merlo alcayde del castillo de triana me encomiendo en vuestra merçed a la qual plega saber: quiero que sepan que El aljama e judios desta çibdad «acostumbraron siempre» dar para mantenimiento de los leones que los Reyes nuestros señores en esta çibdad tenían cinco mill maravedises de cada año. Y porque agora el Rey e Reyna nuestros señores tienen e dexaron en el dicho castillo de Triana dos leones que han menester los dichos çinco mill maravedises e mucho más para de que sean mantenidos á vuestra merced suplico mande que los dichos judíos me den e paguen los dichos cinco mil maravedises de cada año para ayuda al mantenimiento de los dichos leones en lo cual al Rey e Reyna nuestros señores fareys seruiçio e á mi fareys merced24.

      Dada cuenta al Cabildo de esta peticion, «los dichos asystente y oficiales fablaron sobrello. Et finalmente encomendaron y mandaron al jurado alfon garcía, escribano del dicho cabillo quel se informe y sepa si los dichos judíos solían pagar y pagauan los dichos cinco mil maravedises y ello por él sabido faga relaçión para el primero día de cabillo.»

      Faltan algunas hojas del cabildo celebrado dos dias después de la petición, en las cuales, acaso, constaría el resultado de la averiguación practicada por Alfon García.

      Parece también que en aquella época atributase á tan temibles animales virtudes curativas, pues el docto caballero Pedro Mexia, hablando del insigne arzobispo Don Fr. Diego Deza, consigna, que, no fué bastante á curarlo de la enfermedad de gota que lo aquejaba el colocar sus pies sobre los lomos de un león que sus deudos hicieron traer de Africa, lo cual vió por sus propios ojos el ilustre historiador sevillano. La predilección de nuestros monarcas, especialmente de los Reyes Católicos, por los leones, cayó en desuso en los reinados posteriores; pero en cambio alguno de aquellos gustaron de poseer colección de fieras como Don Felipe IV que ordenó en 1632 se escribiese al Virrey del Perú y á aquellas Audiencias para que se le enviasen los animales feroces de dichas regiones, pues S. M. deseaba tener un circo donde encerrar leones, tigres, osos y demás bestias salvajes25.

      LA COMPRAVENTA

      de los esclavos en Sevilla

      SIGLOS XV-XVI

      Como una triste consecuencia de la guerra, como costumbre aceptada y reconocida por todos los reinos de Europa, en los que podríamos llamar código ó convenciones militares, es sabido que los prisioneros constituían parte del botin del vencedor, y por lo que respecta á España, de igual modo que nosotros imponíamos la esclavitud á los enemigos que aprisionábamos, así también aquellos nos sometían á durísimos cautiverios, extremando sus rigores hasta el más bárbaro refinamiento.

      Sólo procedentes de la toma de Málaga, llegaron á esta ciudad 2.300 moros enviados por los Reyes Católicos, para que el Concejo los pusiese en guarda, por cuanto estaban rescatados por 30 doblas moriscas cada uno, y en Cabildo de 27 de Septiembre de 1487, se dispuso cumplir lo mandado por el Rey de que se diesen 3 maravedices diarios á cada uno, mientras llegase el rescate.26 Aquellos prisioneros tenían quienes los rescatasen; pero ¡cuántos más se vieron obligados á sufrir el yugo de la esclavitud!

      La esclavitud fué siempre consecuencia del derecho de la fuerza, entonces mostrábase en su más salvaje vigor, sin atenuaciones; sin hipócritas convencionalismos. El señor disponía de su esclavo, como de sus muebles ó de sus animales, y así vemos corrientemente en los antiguos inventarios de bienes que se hacían por fallecimiento de cualquier persona, que, á seguida de la enumeración de los asnos, bueyes etc. hacíase el aprecio de los esclavos, hombres, mujeres ó niños, siendo de notar que de igual modo que se determinaban los defectos físicos de los brutos, marcábanse tambièn los de aquellos infelices seres; consignando por ejemplo, si era viejo, tuerto, ó manco, si padecía de bubas ó de enfermedad contagiosa. Verdad también, que, raro era el testador de regular posición social, que no recompensaba los servicios que sus esclavos le habían prestado «ahorrándolos;» esto es, concediéndoles plena libertad y hasta otorgándoles mandas ó legados para atender á su sustento.

      Promulgada en 1502 la Pragmática de los Reyes Católicos contra los moriscos, dispúsose en ella que los que optasen por permanecer en el Reyno habían de convertirse á la religión cristiana, prohibiendo á los que no lo hicieran dentro del plazo que se les fijaba, que saliesen de él, para lo cual facultóse á los gobernadores de las fronteras para que los hiciesen prisioneros. A este propósito, dijo en un curioso artículo nuestro amigo Don Nicolás Tenorio. «En el mes de Abril de 1504 varios «cristianos nuevos» vecinos de Hornachos intentaron pasar la frontera y entrar en Portugal por tierra de Extremadura. El Comendador de Badajoz, Gonzalo Mendez supo su intento y trató de impedirlo … para lo cual envió en su persecución á Pedro Muñiz Alguacil de Mérida, quien al frente de algunos hombres de armas fué tras ellos y les dió alcance haciéndoles prisioneros. Los moriscos fueron llevados á presencia de Gonzalo Mendez, éste les hizo esclavos de los Reyes y como por una cédula de Sus Altezas estaba obligado á entregar 35 esclavos á los oficiales de la Contratación de Sevilla, dispuso que siguiesen el camino para esta ciudad …» Ya en Sevilla fueron aposentados en las Atarazanas, mientras los Oficiales daban cuenta al Rey y se resolvía la proposición hecha por algunos «cristianos nuevos» que solicitaron de aquéllos que antes de subastarlos, se escribiese á sus parientes vecinos de Hornachos para que los rescatasen. La Cédula Real dispuso que fuesen subastados públicamente y adjudicados al mejor postor, como así tuvo lugar en las Gradas, donde puestos en fila los 35 fueron examinados por los licitadores procediéndose desde luego á la subasta, que duró cinco días, importando la venta 671 502 maravedises.

      Era natural, por tanto, diremos nosotros, que la compraventa de esclavos fuese «un negocio» tan importante como lo era la de los productos que venían de las Indias ó los de la tierra, que hubiese mercaderes, tratantes y corredores que en ella se ocupasen. Máxime si se atiende á que el contingente de esclavos tuvo que aumentar de manera considerable con los pobres indios que venían del Nuevo Mundo.

      Con el «honroso» título de mercader de esclavos se nombra á Martín Sánchez, marido de Luisa Fernández, que vivía en la plaza de San Francisco casa propia del Cabildo eclesiástico en 154827.

      Con el de tratante en esclavos, hallamos á un Francisco Diaz, que vivía en la collación de la Magdalena en 156428 y con el de corredor, á un Francisco Barja, vecino en la calle de San Roque, según consta del Padrón de 169129.

      Muchos de aquellos desdichados, bien porque fuesen de levantisca ó viciosa condición, bien

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<p>22</p>

Leroy de la Marche. "Le Roi René."

<p>23</p>

Pág. 21, tomo III de Crónicas. Bib. de AA. EE.

<p>24</p>

Acta del Concejo de Sevilla, 8 Marzo 1479.

<p>25</p>

Colec. Belmonte, Tomo I. fol 93. Archi. gral. de Indias.

<p>26</p>

Actas Capitulares, «Arch. Mun.»

<p>27</p>

Lib. 3.º de Heredades de la Sta. Iglesia, fol. 67, Archivo de la Catedral.

<p>28</p>

Ibid, loc. cit.

<p>29</p>

Arch. Mun.