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Décimo Magno Ausonio fue el más notable poeta latino de la segunda mitad del siglo IV d.C., considerado último renacimiento de la literatura antigua. Décimo Magno Ausonio (h. 310-393 d.C.) fue el más notable poeta latino de la segunda mitad del siglo IV, considerado último renacimiento de la literatura antigua, tras el yermo cultural que acompaña la crisis del siglo III y antes de la desintegración del Imperio de Occidente en la centuria posterior. Nacido en Burdigala (Burdeos), se educó en esta ciudad y en Tolosa; en la primera enseñó retórica durante treinta años, hasta que se le encomendó la tutoría del futuro emperador Graciano, quien al asumir el mando le nombró prefecto y cónsul de las provincias galas. Así pues, es un exponente de movilidad social, pues ascendió desde una posición de relieve sólo provincial a la de miembro influyente en la corte imperial. Ausonio cultivó una gran variedad de metros y registros, en los que dio muestras de su maestría. Sus mejores composiciones son la Parentalia, breve relato de la vida y el carácter de veinte hombres y mujeres de su familia, la Commemoratio professorum Burdigalensium, en el que describe la personalidad y la trayectoria de veintiséis profesores de Burdeos, la Ephemeresis, sobre su vida cotidiana, los siete poemas sobre la esclava germana Bisula, que recibió como botínde guerra, las cartas en verso a su protegido y amigo Paulino de Nola, el panegírico Mosella y gran cantidad de epigramas virtuosos y eruditos. Ausonio fue cristiano durante la mayor parte de su vida, pero no es la suya la obra de un poeta cristiano: al decir de un estudioso, es un cristiano de imaginación pagana y temperamento epicúreo. Su obra literaria pone de manifiesto una memoria prodigiosa, facilidad para la versificación, un optimismo alegre y amable y renuencia a tratar los aspectos desagradables y más serios de la vida; la suya es una poesía clara y elegante, muy familiarizada con la tradición clásica, pero con una voz propia.

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Los textos del sofista Filóstrato sobre los héroes y el arte ponen de manifiesto su excelencia retórica y oratoria. Entre ellos se incluye un temprano ejemplo de crítica pictórica. Este volumen reúne varios textos de dos sofistas, Filóstrato y Calístrato. Del primero (que es el nombre de cuatro escritores miembros de una familia de Lemnos que vivieron en los siglos II y III d.C., por lo que a menudo se plantean dudas acerca de a cuál de los cuatro hay que atribuir una obra determinada) tenemos el Heroico, diálogo entre un comerciante fenicio y un labrador de viñedos acerca de la presencia de los antiguos héroes en el mundo contemporáneo, en el que aparecen los fantasmas de los protagonistas de la guerra de Troya, y que presenta a los héroes como sucesores de los gigantes y como hombres divinos curtidos en el esfuerzo que representan para los humanos paradigmas morales; el Gimnástico, que subraya el origen heroico del ejercicio físico y de la competición, del espíritu agónico; por último, las Descripciones de cuadros, dos series de descripciones en prosa de obras pictóricas que el autor dice haber visto, en una temprana muestra de crítica artística. Por su parte, el sofista y retórico Calístrato compone en el último texto de este volumen numerosas descripciones de estatuas, que se suelen publicar junto a las Descripciones de Filóstrato (a las que imitan).

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Las Dionisíacas son un florecimiento tardío (siglo V d.C.) y curioso de la épica clásica, y uno de los últimos poemas ambiciosos del paganismo clásico. Nono (siglo V d.C.), natural de Panópolis, en Egipto, compuso en griego el poema épico Dyonisiaca, sobre las aventuras del dios Dionisio, desde su nacimiento en Tebas hasta su ingreso en el Olimpo. La obra, en cuarenta y ocho libros (la suma de los libros de la Ilíada y la Odisea, según la ordenación alejandrina) y unos 21.000 hexámetros, se centra en la expedición de Dionisio a la India y su regreso (libros 13-48). El tema no era inédito, puesto que a menudo se había identificado a Alejandro con esta divinidad, lo que incluía las campañas contra los hindúes. A partir del libro octavo, con el nacimiento de Dioniso, el poema se asemeja a un compendio mitológico, enriquecido con referencias a misterios dionisíacos, religiones orientales, magia y astrología. La obra se anima con aspectos menos habituales, como la claridad sensualista con que se describen las actividades amatorias de Dioniso. La importancia del poema, más que en el tema en sí, hay que buscarla en sus esquemas métricos y estilísticos, pues introdujo el llamado hexámetro noniano, que altera la tradicional métrica cuantitativa, ante el cambio fonológico que se produce en la lengua griega desde la época helenística, e introduce el ritmo acentual, en una aproximación a la métrica moderna.

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Este hito histórico de la filología clásica, la traducción íntegra de los Tratados hipocráticos, es una ocasión única no sólo para los interesados en el nacimiento y la evolución de la ciencia médica, sino para cualquier amante de la cultura griega. El Corpus Hippocraticum es un conjunto de más de cincuenta tratados médicos de enorme importancia, pues constituyen los textos fundacionales de la ciencia médica europea y forman la primera biblioteca científica de Occidente. Casi todos se remontan a finales del siglo V y comienzos del IV a.C., la época en que vivieron Hipócrates y sus discípulos directos. No sabemos cuántos de estos escritos son del «Padre de la Medicina», pero todos muestran una orientación coherente e ilustrada, racional y profesional, que bien puede deberse al maestro de Cos. Más importante que la debatida cuestión de la autoría es comprender el alcance de esta medicina, su empeño humanitario y su afán metódico. Este corpus resulta esencial no sólo para la historia de la ciencia médica, sino para el conocimiento cabal de la cultura griega. Éste es el primer intento de verter al castellano todos estos tratados, y se ha hecho con el mayor rigor filológico: se ha partido de las ediciones más recientes y contrastadas de los textos griegos, se han anotado las versiones a fin de aclarar cualquier dificultad científica o lingüística y se han añadido introducciones a cada uno de los tratados, con lo cual se incorpora una explicación pormenorizada a la Introducción General, que sitúa el conjunto de los escritos en su contexto histórico. El primer volumen de los Tratados hipocráticos incluye los escritos «Juramento», «Ley», «Sobre la ciencia médica», «Sobre la medicina antigua», «Sobre el médico», «Sobre la decencia», «Aforismos», «Preceptos», «El pronóstico», «Sobre la dieta en las enfermedades agudas» y «Sobre la enfermedad sagrada».

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Dos breves tratados de crítica literaria de la tradición helenística postaristotélica, ambos de hacia el siglo I d.C.: el interesante estudio de Demetrio sobre los estilos y el muy influyente (sobre todo entre los románticos) tratado de Longino acerca de lo sublime. En este volumen se presentan dos breves tratados de crítica literaria de la tradición helenística postaristotélica, ambos de hacia el siglo I d.C. De Demetrio (autor del que sólo conocemos el nombre) nos llega Sobre el estilo, el único ejemplo conservado con detalle sobre la teoría de los estilos, que divide en cuatro apartados: llano, grandioso, elegante y enérgico (esto último es la novedad que aporta a los estudios de crítica). Cada estilo es explicado en cuanto a estilo, dicción y disposición de palabras, como lo son los correspondientes estilos defectuosos (el frío, el árido, el afectado y el repulsivo). Forma y contenido concuerdan según las normas del decoro: el estilo grandioso, con su dicción rica y frases elaboradas, es adecuado para la narración de las batallas y los mitos cósmicos, el estilo llano para las escenas de la vida cotidiana, el fuerte para la cólera y la invectiva literaria, el elegante (con su gracia e ingenio) para el amor, los epitalamios y los jardines. Se refiere además al estilo epistolar: la carta refleja el carácter del escritor y no debe ser un opúsculo pomposo ni excesivamente coloquial. También resultan interesantes los estudios de la metáfora y la oración. Para ilustrar sus ideas, Demetrio recurre a ejemplos de numerosos autores y géneros. El famoso tratado de Longino, o de un Pseudo Longino, es el mejor de su tiempo en crítica literaria y tiene como cualidad principal el entusiasmo y el fervor en la exposición de su tema. Junto al afán de precisión en la búsqueda de unos fundamentos objetivos para el análisis literario, está animado por un espíritu vivo y cálido. Longino percibe la grandeza sublime en Homero, Platón, Demóstenes, un poema de amor de Safo, el latín de Cicerón y (único en la crítica pagana) la creación del Génesis. Todos estos ejemplos comparten su capacidad de afectar emocionalmente: lo sublime no encanta o convence, sino que asombra, nos lleva con una fuerza irresistible a participar de la inspiración del autor. Este efecto emotivo se combina con un planteamiento global, pues lo sublime se alcanza mediante la nobleza de la mente. En una gran digresión sobre el genio, se afirma que la sublimidad de la mente es lo que más nos acerca a la mente divina. La grandeza implica el riesgo al fracaso, pero el genio defectuoso es superior a la mediocridad pulida. Se trata, en suma, de un alegato en favor de la audacia y la amplitud de miras y contra la cómoda seguridad. Longino ha tenido una influencia enorme, sobre todo entre los críticos románticos.

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Este volumen contiene Cartas de las heroínas, con las que Ovidio creó un nuevo género literario (la elegía epistolar), e Ibis, brillante exhibición de invectiva. Las Cartas de las heroínas o Heroídas son una serie de poemas de amor en forma de cartas dirigidas por heroínas de la leyenda a sus amantes o esposos ausentes. Las primeras catorce consisten en misivas de mujeres destinadas a hombres; las seis siguientes (publicadas posteriormente y de autenticidad discutida) incluyen una carta del hombre y la respuesta de la mujer. En conjunto, se trata de análisis de los sentimientos amorosos desde la perspectiva femenina, tal como se entendía en el tiempo de Ovidio, que extiende esta mentalidad a personajes extraídos de la épica y la tragedia griegas, la poesía helenística y la latina. La serie de mujeres que aparecen ofrece un amplio abanico de situaciones amorosas: las hay traicionadas o abandonadas, como Medea, Ariadna, Dido y Briseida; dominadas por pasiones desenfrenadas, como Fedra; temerosas de la suerte de sus esposos, como Penélope y Laodamía… Ovidio crea con esta obra un nuevo género literario, a partir de la combinación de elementos existentes en la tradición literaria y retórica (Catulo, Propercio y el mismo Ovidio ya habían tratado temas eróticos de la mitología griega en el nuevo estilo «subjetivo»). Ovidio independizó los soliloquios de sus heroínas dándoles forma de carta, unas cartas muy literarias y artísticas, que ni requieren ni dan lugar a respuesta, y que se leían como monólogos dramáticos. Estos monólogos nos adentran en el corazón y en la mente de las heroínas y nos llevan a la concepción tradicional, previa al género de la poesía elegíaca romana, del amor como pasión sentida en toda su intensidad sólo por mujeres. Ovidio escribió Ibis, poema en versos elegíacos, en su exilio en Tomis. Consiste en una imprecación contra un enemigo no identificado, a fuerza de mencionar destinos terribles sufridos por varios personajes míticos e históricos, y al parecer se inspira en una invectiva homónima compuesta por el poeta griego Calímaco, desaparecida. El catálogo de muertes desdichadas ocupa casi cuatrocientos versos de un total de seiscientos cuarenta, y contiene casos poco conocidos de la tradición erudita: tal vez surgiera a raíz de la multitud de lecturas y anotaciones que Ovidio hizo en su trabajo preliminar para las Metamorfosis y los Fastos, y en este sentido, más que como un ataque personal, quizás pueda considerarse Ibis como una composición literaria dentro del subgénero de la invectiva, para ejercitar y exhibir la prodigiosa fertilidad y versatilidad de su genio.

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En Luciano de Samósta brillan el estilo ligero, el ingenio fértil y la enorme versatilidad. Es el autor griego del siglo II más influyente en la literatura europea. Luciano (Samósata, a orillas del Éufrates, h. 120-h.180 d.C.) es el escritor griego del siglo II más influyente en la literatura europea: fue muy leído en el Renacimiento, es el creador del diálogo satírico y ha inspirado a autores de la talla de Erasmo y Quevedo, Swift y Voltaire. Poco sabemos a ciencia cierta de su vida, pues la mayoría de los datos biográficos son de fuentes ficcionales y es difícil determinar su veracidad. Estas noticias nos dicen que fue escultor y abogado en Antioquía, para después viajar por toda la cuenca mediterránea como sofista, dando conferencias sobre temas diversos, en tiempo de Marco Aurelio. Siempre según fuentes dudosas, residió unos años en Roma, y más de veinte en Atenas, donde habría escrito la mayor parte de sus obras, que habría leído en varias ciudades griegas. Ya era viejo cuando fue designado para un cargo en la cancillería del prefecto en la administración romana de Egipto. Su habilidad literaria, su humor, el estilo claro y su afán crítico y satírico, su ingenio y fantasía, lo destacan entre sus contemporáneos, en la brillante época denominada Segunda Sofística. Luciano lleva a la perfección la agudeza aticista y el talento satírico en la recreación del legado clásico, que revitaliza a fuerza de mordacidad e ironía. Tampoco los contemporáneos estuvieron a salvo de su vitriolo: lo prueban filósofos, retóricos, profetas y doctores del siglo II. Luciano no se tomó demasiado en serio el pensamiento y menos la filosofía; se dedicó a componer discursos y tratados de gran ingenio, a veces desternillantes, que pretendían entretener y divertir más que analizar y profundizar. Luciano bebe de varias fuentes: la retórica sofística (con su habilidad para la anécdota y el argumento), el diálogo platónico (en la forma), la Comedia Antigua (por la fantasía), la sátira menipea y la diatriba cínica. No fue ni filósofo ni un sofista típico; se dedicó a escribir y pronunciar sus conferencias con gran independencia, en su vena de escepticismo radical y con un espíritu antidogmático que desenmascara lo que considera sistemas de pensamiento fraudulentos de charlatanes y embaucadores, además de ser azote de vicios y corruptelas. Se hizo famoso en su tiempo y tuvo amistades influyentes; las obras que pronunció debieron de circular pronto en forma de libro. Los escritos de Luciano son numerosos y muy varios. Incluyen ejercicios de retórica ( Elogio de la mosca), el escrito autobiográfico El sueño o el gallo, el Tratado sobre cómo escribir la historia, numerosos escritos más o menos filosóficos ( La pantomima, El pecador), diálogos satíricos y morales ( Diálogos de los dioses, Diálogos de los muertos, Diálogos de las cortesanas, Caronte el cínico, Prometeo, La asamblea de los dioses), diálogos literarios ( El parásito), libelos ( El maestro de retórica), novelas satíricas ( Historia verdadera, El asno) y parodias de tragedia ( El pie ligero, La tragedia de la gota). Aquí aparecen recogidos en cuatro volúmenes, según la ordenación tradicional.

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Dos compilaciones de personajes y caracteres: una de tipos de comedia extraídos de la tradición mímica y otra de aventuras amorosas pertenecientes a la mitología. Herodas, tal vez de Cos, es un poeta helenístico (siglo III a.C.) que se sirve de la tradición mímica para componer breves cuadros de costumbres con un refinado arte y un efecto literario propio. Los miniambos nos presentan escenas y tipos propios de la comedia y del entremés. Personajes prototípicos como el maestro de escuela, la alcahueta, el zapatero y el amo de burdel parecen brotar de las calles de una ciudad helenística, de Cos o de Alejandría. El poeta se muestra atento a los vocablos precisos y populares, y caricaturiza a los personajes mediante su propia forma de hablar. Compuestos en una lengua de colorido jonio, estos poemas son una muestra singular del arte helenístico en su faceta de pintura de tipos y escenas populares. El volumen se completa con Sufrimientos de amor, de Paternio de Nicea, gramático y poeta alejandrino del siglo I a.C., de quien apenas conservamos escritos, pero que según Macrobio fue el maestro de Virgilio, y que gozó de enorme éxito entre los romanos (como muchos otros griegos cultos de la época, se trasladó a la capital, donde entró en contacto con los cenáculos poéticos latinos). Es el eslabón final de la multiforme poesía helenística, en la que lo erudito tiene un papel primordial. Los Sufrimientos son una colección de narraciones cortas, treinta y seis, sobre aventuras amorosas desastrosas y peripecias mitológicas extraídas de autores antiguos y compiladas para formar un manual destinado a la composición de poesía elegíaca.

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La obra de Heródoto prefigura ya muchos de los rasgos esenciales de la historiografía griega; de ella descienden en línea directa los grandes historiadores posteriores helenos (Tucídides, Jenofonte) y de Roma (Polibio; salustio, Tácito…). La obra de Heródoto fue compuesta en principio para ser escuchada, a diferencia de la de Tucídides (el siguiente gran historiador griego), que lo fue para ser leída. Es uno de los escasos rasgos arcaicos de su Historia; por lo demás, ésta prefigura ya muchos de los rasgos esenciales de la historiografía griega: a) multiplicidad de subgéneros (historia de Grecia, universal, de personajes destacados, constitucional, novela histórica…); b) concepción amplia de los contenidos historiográficos: político-militar, etnográfico, mitográfico, geográfico, religioso…; c) observación de estrictas reglas literarias tanto en el estilo como en la estructura; d) aspiración al carácter científico y a contar la verdad; e) interés por el presente o por el pasado próximo; f) búsqueda de las causas de los procesos históricos. Por este carácter formativo de la obra de Heródoto, está justificada la calificación ciceroniana de «padre de la historia»: pues de él descienden en línea directa, admirativa y respetuosa los grandes historiadores posteriores griegos –Tucídides, Jenofonte– y romanos –Polibio, Salustio, Tácito…–. En el libro VIII, tras el avance de las tropas de Jerjes por la Grecia central, con la milagrosa salvación del santuario de Delfos, la acción llega al punto culminante. Los persas ocupan Atenas y la flota griega, anclada en la isla de Salamina, derrota a las fuerzas invasoras en aguas del estrecho, con lo que fuerza la retirada del monarca, quien deja a Mardonio en Tesalia con un nutrido ejército. Éste se ocupará de los preparativos navales y tratará en vano de que los atenienses abandonen la causa griega. La segunda guerra termina con el triunfo griego en Platea y Mícale (libro IX).

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Este hito histórico de la filología clásica, la traducción íntegra de los Tratados hipocráticos, es una ocasión única no sólo para los interesados en el nacimiento y la evolución de la ciencia médica, sino para cualquier amante de la cultura griega. El Corpus Hippocraticum es un conjunto de más de cincuenta tratados médicos de enorme importancia, pues constituyen los textos fundacionales de la ciencia médica europea y forman la primera biblioteca científica de Occidente. Casi todos se remontan a finales del siglo V y comienzos del IV a.C., la época en que vivieron Hipócrates y sus discípulos directos. No sabemos cuántos de estos escritos son del «Padre de la Medicina», pero todos muestran una orientación coherente e ilustrada, racional y profesional, que bien puede deberse al maestro de Cos. Más importante que la debatida cuestión de la autoría es comprender el alcance de esta medicina, su empeño humanitario y su afán metódico. Este corpus resulta esencial no sólo para la historia de la ciencia médica, sino para el conocimiento cabal de la cultura griega. Éste es el primer intento de verter al castellano todos estos tratados, y se ha hecho con el mayor rigor filológico: se ha partido de las ediciones más recientes y contrastadas de los textos griegos, se han anotado las versiones a fin de aclarar cualquier dificultad científica o lingüística y se han añadido introducciones a cada uno de los tratados, con lo cual se incorpora una explicación pormenorizada a la Introducción General, que sitúa el conjunto de los escritos en su contexto histórico. El octavo y último volumen de los Tratados hipocráticos reúne textos menores, hipocráticos lato sensu, junto con un texto acreditado, pero que sabemos escrito por un discípulo de Hipócrates, Pólibo, el tratado «Sobre la naturaleza del hombre», y algún texto tardío, pero de enorme interés para la historia médica, como es «Sobre el corazón».