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Ya es hora de desempolvar la imagen. Ya es hora de devolverle su figura humana, porque la santidad no nos aleja de la humanidad: nos compromete con ella. José ya no es un padre ideal: es un padre muy concreto, superado «como todos los padres de este mundo» por la vida que se entrega a través de él. Y al ser su hijo el Hijo de Dios, se ve aún más superado que todos nosotros. Él solo trata de hacerlo bien, pero nunca llega a estar a la altura (¿quién puede estar a la altura del Altísimo?). Esa limitación le obligará a confiarse siempre al Padre eterno.
En doce lecciones que combinan la exégesis bíblica y la experiencia familiar, Fabrice Hadjadj nos ofrece una breve guía, ágil, profunda y a la vez desenfadada, para nuestra época de catástrofes. Se propone dar respuesta a cuestiones prácticas del estilo «¿Cómo cortejar a la Santísima Virgen?» o «¿Cómo hacerse obedecer por Dios sin pegar gritos?». Confía en demostrar, a través de José, que tanto hoy como ayer «y quizá hoy más que ayer» la paternidad es la aventura más importante y decisiva.

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Este trabajo aborda la profecía acogiéndose al legado de Santo Tomás, quien al estudiar los carismas enumerados por San Pablo, encauza su estudio desde el punto de vista del conocimiento. El distintivo de estos carismas consiste en que hacen llegar a los hombres el mensaje de la revelación divina por medio de algunos privilegiados a quienes estas gracias les son conferidas. Esta misión es de índole principalmente intelectual, puesto que su fin es proponer a la inteligencia humana los pensamientos y las intenciones de Dios. Así, es posible afirmar que la profecía es, ante todo, un don de conocimiento. El profeta recibe de lo alto no solo la luz intelectual que asegura y hace verídico ese conocimiento, sino que se le otorga la materia de este, o sea, lo que el Angélico Doctor llama acceptio specierum y el judicium de acceptis.

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