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como en lo concreto– un modelo de desarrollo distinto al que ofrece el neoliberalismo.

      Javiera Olivares

      Coordinadora

      1 Para conocer detalles de dicho acuerdo, firmado por diversos parlamentarios y parlamentarias de buena parte de los partidos políticos con representación parlamentaria, revisar: <https://obtienearchivo.bcn.cl/obtienearchivo?id=documentos/10221.1/76280/1/Acuerdo_por_la_Paz.pdf>.

       Juventud, televisión, violencia y rebelión social

      Dino Pancani2

       Tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe.

      No lo vimos venir, nadie se lo imaginó, fue una sorpresa, son expresiones del poder político que justificaban no haber previsto la rabia, la ira, el cansancio que la gente tenía y que se expresó a través de movilizaciones sociales que se expandieron por todo el país, desembocando en un estado de desobediencia civil.

      Reiteradas declaraciones que daban cuenta de cierta ignorancia sobre la violencia estructural que han avalado y que eran identificables si hubiesen observado las condiciones sociales en que vive la población.

      La autoridad tampoco consideró y/o eludió como motivo de este «estallido» la violencia verbal dirigida a la población por parte de autoridades del gobierno y algunos parlamentarios oficialistas; ofensas y mofas vertidas a través de las redes sociales y medios de comunicación, especialmente la televisión.

      Los ejemplos son numerosos: Un ciudadano propuso rebajar los sueldos de los parlamentarios y la presidenta de la Unión Demócrata Independiente, principal partido de la ultraderecha, contestó: «Cualquier “patipelado” se siente con el derecho a insultar a alguien que trabaja en el servicio público». Una profesora emplazó a la ministra de Educación y un diputado oficialista escribió: «Hay un primate suelto». Aquellas palabras se sumaron a las descalificaciones negacionistas de parlamentarios de derecha, referidas a las víctimas de las violaciones a los Derechos Humanos cometidas en Dictadura.

      Las ofensas derivaron en burlas; subir el valor del pasaje del ferrocarril metropolitano, suponía bajar el precio del boleto en horario de baja demanda: «El que madrugue será ayudado», dijo el ministro de Economía, proponiendo que los trabajadores lleguen más temprano a sus puestos de trabajo. En esa misma línea, otro secretario de Estado propuso que irse más temprano a trabajar redundaría en bajar el tráfico de los autos. Sobre las aglomeraciones en los consultorios, un ex ministro de Salud explicó que los pacientes quieren ir temprano a un centro de salud porque no solamente van al médico, «sino que es un elemento de reunión social»; su sucesor respondió a una parlamentaria que pedía mayores recursos para destinar a sanar y prevenir el cáncer: «A mí también me gusta hacer pedidos de Pascua». También describieron a la sociedad chilena como propietarios de «la casita, de dos departamentos». Dejo para el final la declaración que reúne ofensa y burla y fue hecha por el ministro del interior, Andrés Chadwick, quien al referirse al asesinato del comunero Camilo Catrillanca dijo: «Su muerte ha tenido origen en un delito común». Chadwick representa la continuidad entre Dictadura y gobiernos democráticos, de dirigente del pinochetismo devino a parlamentario y luego a secretario de Estado. Nunca ha enfrentado un juicio por los crímenes y atropellos perpetrados en Dictadura.

      En medio de este ambiente de polarización y prepotencia, el alcalde de la comuna Santiago, Felipe Alessandri, hijo de uno de los alcaldes designados por la Dictadura, sostenía una personal disputa con los estudiantes secundarios, particularmente con los jóvenes del Instituto Nacional José Miguel Carrera y del Liceo 1 Javiera Carrera. Los amenazó con cerrar el año escolar; los reprimió a través de Carabineros; a la comunidad escolar la descalificó, asegurando que había apoderados «que no son consanguíneos, que no tienen relación de parentesco, pero sí ofician como apoderados, que han tenido un pasado en movimientos revolucionarios», acusaciones que, amparadas en la libertad de expresión, buscaban predisponer a la ciudadanía en contra de las movilizaciones estudiantiles.

      Los y las jóvenes resistieron largos meses la arremetida de las autoridades y lograron darle continuidad a una lucha particular y expandirla a la sociedad en su conjunto. Los primeros torniquetes del ferrocarril metropolitano fueron saltados por estos jóvenes vapuleados y sentenciados por la prensa y la autoridad.

       Una generación reprimida y huérfana

      El alcalde Alessandri ha sido artífice de una larga trama de acusaciones en contra de estudiantes secundarios, a quienes por mantener una participación político–social y una acción movilizadora ha catalogado de delincuentes y criminales, insolentes y resentidos, desproporcionados y antojadizos.

      Sin embargo, la identidad que tiene este grupo de jóvenes se aleja de los conceptos de la autoridad comunal: es un grupo que se caracteriza por su fragmentación orgánica, su autonomía en la acción, su ausencia de figuras inspiradoras; es una generación sin glorias ni derrotas, sin la Unidad Popular como horizonte extraviado y sin la lucha en Dictadura como referencia moral. Es un movimiento crítico de sus generaciones estudiantiles predecesoras, 2006 y 2011, que lamenta la parlamentarización de sus liderazgos y la coincidencia de sus estructuras partidarias con las prácticas de la vieja política, entendida como igual o parecida al quehacer de las dos coaliciones que han conducido los regímenes posdictadura.

      Parte de su identidad cultural puede encontrarse en sus liceos, construida sobre la base a reivindicaciones generales: educación gratuita universitaria, mejores condiciones materiales, cambios en el currículo escolar y en temas transversales, como la relación sexista entre docentes y estudiantes y el vínculo entre mujeres y hombres, relevando un trato igualitario, todos elementos eludidos por los canales de televisión en función de potenciar conductas disruptivas, que tensionan la relación con las autoridades.

      Por lo general, comparten conductas y valores de modo flexible, priorizando la libertad como un concepto compartido, el descreimiento hacia ideas homogéneas y un tajante escepticismo hacia la institucionalidad. Normalmente, esa flexibilidad se resquebraja cuando surgen juicios que se asocian al conservadurismo social. En su mayoría, tienen modos de vivir vinculados a la cultura de masas, en donde el consumo no es cuestionado, la moda es seguida y la satisfacción por la mercancía inhibe juzgarla como contraria al discurso asumido. Por ejemplo, la convivencia entre el gusto por el reggaetón y las practicas feministas, juventud que se desarrolla con paradojas y certezas (como la vida misma), en donde conviven grupos que, «ocultando» al mercado, promueven estilos de vida asociados a productos y distinciones que implícitamente otorgan superioridad vital sobre otros y otras, y sobre sus condiciones de vivir.

      Un sector de las y los jóvenes urbanos cuenta con cobertura mediática y acceso al mercado. Generalmente, asumen posiciones que no dan cuenta de la complejidad cultural y material de la práctica que profesan. Esta idea se expresa en movimientos referidos a la crianza «respetuosa», que no considera las condiciones materiales que tiene una mujer obligada a mantenerse como fuerza laboral remunerada. También se observa en el discurso sobre la alimentación sana, que dota de virtudes a un producto industrial de «nicho» por sobre los de consumo masivo, obviándose el aumento de su costo monetario. Lo mismo se percibe en los movimientos antivacuna, que se estructuran en base a certezas no refutadas por la ciencia y/o creencias esotéricas que desprotegen la salubridad de niños y niñas en pos de un discurso que, generalmente, está asociado a estilos de vida monetariamente privativos para la mayoría de la juventud.

      Una juventud que juzga como intolerable la violencia en contra de los animales por motivos de entretenimiento, que denuncia al Estado por permitir la crianza deplorable de aves y animales para uso alimenticio y se compensa comiendo «huevos de gallinas felices de campo», publicitados como la recuperación de sabores alimenticios perdidos.

      Ese universo juvenil cuenta con la venia de los medios de comunicación, que los presentan como transgresores, personajes inspiradores de telenovelas, auténticos ejemplares de una época que transita hacia un mercado fragmentado, hacia un mundo de algoritmos y transitoriedad desechable.

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