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Iglesia que desemboca en la autosuficiencia y la escasa valoración del otro» 41, y será posible llevar adelante esta propuesta. Los obispos, como pastores del pueblo de Dios, tienen una gran responsabilidad en este cometido.

      – Una metodología de participación: «asambleas nacionales». Tal vez la propuesta más novedosa y audaz de todo el concilio plenario se encuentre en el n. 216 del documento La comunión en la vida de la Iglesia:

      A fin de impulsar la puesta en práctica del concilio, la Iglesia celebrará, bajo la guía de los obispos, asambleas periódicas, a nivel nacional, con la participación de representantes del clero, de los institutos de vida consagrada y del laicado. Estas serán precedidas periódicamente por asambleas parroquiales, diocesanas y provinciales.

      El concilio ha sido una gran experiencia de comunión y participación, por eso sus miembros pidieron que cada cierto tiempo se organizaran asambleas parecidas a las del concilio que permitieran evaluar la recepción de las propuestas conciliares y la ejecución de los compromisos asumidos. Para ello se propone una metodología de participación ya validada en la misma experiencia conciliar: las asambleas eclesiales. Esta expresión pudiera resultar tautológica: ekklêsía significa exactamente «asamblea», pero resulta que nuestras Iglesias son poco eclesiales, en el sentido original de la palabra, se reúnen poco. O, mejor dicho, muchas veces hemos reducido nuestras asambleas al aspecto cultual: las asambleas eucarísticas que escuchan la Palabra y celebran los sacramentos. Pero ¿cuántas veces nos reunimos en asamblea para evaluar nuestra evangelización y nuestra pastoral?

      En este sentido, el concilio plenario hizo la propuesta de entrar en una dinámica de asambleas parroquiales, diocesanas, provinciales y nacionales. Es una propuesta que, en un ciclo de tres años, recorre diferentes niveles de Iglesia. Esto supondría pasar de actividades concretas a una organización pastoral en red que evalúa, planifica y construye la comunión a manera de círculos concéntricos. En otras palabras, se trata de continuar en el tiempo la metodología conciliar: asambleas parroquiales (se celebraron los primeros años del concilio para la consulta sobre cada tema), asambleas diocesanas y provinciales (algunas fueron muy útiles y exitosas), asambleas nacionales, como las celebradas durante el concilio 42.

      • La asamblea parroquial será presidida, naturalmente, por el párroco, cabeza de esa comunidad de fieles que es la parroquia, e integrará a todos los sectores, comunidades y movimientos.

      • La asamblea diocesana será presidida, naturalmente, por el obispo, cabeza de esa porción del pueblo de Dios que es la diócesis o el vicariato apostólico.

      • La asamblea provincial será presidida, naturalmente, por el arzobispo metropolitano, a cuyo cuidado están, además de la propia arquidiócesis, las diócesis sufragáneas.

      • La asamblea nacional será presidida por todos los obispos reunidos en conferencia episcopal.

      Por supuesto que estas asambleas provinciales y nacionales no tienen un valor legislativo, sino de animación pastoral. Ya se realizó en 2015 la I Asamblea Nacional de Pastoral y está en curso la II Asamblea Nacional. La primera realizó una evaluación de las conclusiones del concilio y de su implementación. La segunda se centra en la renovación pastoral de las parroquias.

      – Un organismo: el Consejo Asesor Nacional de Pastoral. Otra propuesta novedosa fue la creación, por parte de la Conferencia episcopal, de un Consejo Asesor Nacional de Pastoral, constituido con miembros de los distintos sectores e instancias eclesiales, en aras de una pastoral de conjunto en línea conciliar 43, en analogía con el Consejo Pastoral a nivel parroquial y diocesano.

      No se trata de un organismo meramente formativo, para eso existe el Instituto Nacional de Pastoral, que se propone «contribuir a la investigación, formación y difusión de los temas relacionados con la evangelización» 44. El Consejo Asesor Nacional de Pastoral es algo más: un organismo asesor para diseñar políticas y estrategias, animar a todas las instancias eclesiales, ayudar a la consecución de una auténtica pastoral de conjunto.

      El calificativo «asesor» salvaguarda la autoridad personal de cada obispo en su Iglesia particular; se trata de una asesoría para proponer estrategias pastorales.

      En el año 2017, y como exigencia de la I Asamblea Nacional de Pastoral, se eligió el primer Consejo, conformado, de acuerdo con su reglamento, por cuatro obispos, cuatro vicarios de pastoral, cuatro religiosos o religiosas, cuatro laicos –hombres o mujeres–, representantes de los centros de formación, de la pastoral educativa y de la salud.

      Se está revelando como un organismo muy útil para la reflexión pastoral y para el acompañamiento a los vicarios de pastoral diocesanos, así como para la elaboración de proyectos nacionales compartidos por las diversas instancias eclesiales.

      Conclusión: una experiencia sinodal para testimoniar

      Nuestra fe proviene del anuncio y testimonio de los apóstoles y de la primera comunidad cristiana. Los testigos de la resurrección recibieron la misión de anunciar la buena noticia del Evangelio y el mensaje de la resurrección a todos las personas y pueblos del mundo. El apóstol Juan escribía: «Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida, pues la vida se manifestó, y nosotros la hemos visto y damos testimonio, y les anunciamos la vida eterna […] para que también ustedes estén en comunión con nosotros [...] y nuestra alegría sea completa» (1 Jn 1,1-4).

      También nosotros, los que participamos en el concilio plenario y somos testigos de las maravillas que Dios ha obrado en nuestra Iglesia, queremos testimoniar la esperanza que Dios ha depositado en nuestra Iglesia de Venezuela y comunicar a todos la gran alegría que sentimos renovando el compromiso de extender el espíritu conciliar. Ha sido una verdadera primavera del Espíritu para nuestra Iglesia.

      Ahora tenemos el reto de operativizar lo que se ha dicho: socializar los contenidos; proyectar las orientaciones estableciendo prioridades, tiempos, responsables; implicar a todos los cristianos y a las diferentes instancias en la asunción de los compromisos; pero, sobre todo, el desafío es continuar y profundizar el espíritu y la metodología sinodales: caminar juntos, construir fraternidad y amistad, vencer la tentación del individualismo, que se expresa en una pastoral de conucos o de hortus conclusus, asumir la comunión en la misión, partir siempre de la participación y la valoración del pueblo de Dios, de los otros, llegar a decisiones consensuadas y compartidas. Con razón podemos afirmar que el Concilio Plenario de Venezuela ha sido una buena experiencia sinodal.

SINODALIDAD Y REFORMA

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