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vendedores ambulantes de productos de primera necesidad y a muchas familias obreras que eran sus clientes, anteriormente estas últimas pagaban sus compras cotidianas de una vez, al final de la semana, una vez cobrado su salario, o a fin de mes después de embolsarse la nómina de empleado. Al presentarse la recesión, en muchos núcleos familiares uno o más miembros se encontraron desempleados, por lo que esas familias pedían que lo pagos, al menos en parte, se retrasaran al mes siguiente y, entretanto, reducían las compras a lo esencial; luego, tras acumular deudas y más deudas, no podían pagarlas.

       Por otro lado, los grupos familiares que habían comprado bienes duraderos a plazo con pacto de reserva de dominio firmando las letras habituales, como televisores, lavadoras y otros electrodomésticos, o incluso un automóvil, en el momento de la crisis dejaban vencer el protesto de esas mariposas cambiarias y sufrían el embargo de esos bienes. A su vez, las empresas proveedoras de los locales comerciales se encontraban con el impago de sus clientes, dado que ellos mismos no tenían ya dinero para liquidar sus compras en los plazos previstos. Si los primeros a los que no se pagaba era a los proveedores de los comerciantes, en segundo lugar venían los empleados de estos, con despidos de algunos o de todos; finalmente, no pocas tiendas vieron bajar sus persianas, o por abandono del negocio, cuando podían, gracias a sus ahorros, liquidar antes todas sus deudas, o, más a menudo, por quiebra.

      Como sabríamos Vittorio y yo, también se encontró con la recesión, con letras protestadas de clientes y dificultades para pagar a los proveedores, la vieja y famosa tienda de via Garibaldi Trastulli Televisores Electrodomésticos Equipos Música¸ de cuyos titulares, después de esa Navidad del 61, yo me había olvidado completamente, pero que pronto volverían al escenario de mi vida: por motivos de sangre.

      El annus horribilis del trienio 63-65 fue 1964, no solo por el aumento de la presión fiscal, por las enormes fugas de capitales hacia el extranjero, por las muy numerosas quiebras de empresas y por el desempleo cada vez mayor, sino también porque, en los meses que fueron de la mitad de marzo a la mitad de julio, colgaba de un hilo sobre la cabeza de los ciudadanos la afilada amenaza pública de un golpe de Estado.

      No solo la crisis, sino también ese plan subversivo, aunque este solo fuera de refilón, iba a contribuir a las desgracias de la familia Trastulli.

      Como fuentes públicas comunicaron al público solo tres años después, entre los objetivos del plan subversivo no había estado la derogación de la Constitución, pero, aunque hubiera sido así, indudablemente no era poca cosa el propósito revelado de los conspiradores, por cuanto buscaban la eliminación de la escena política de parlamentarios comunistas y socialistas y el bloqueo violento de numerosas reformas sociales articuladas que estaban a punto de expresarse por el gobierno al cargo, de centro izquierda, a diferencia de los de los años 50 y principios de los 60, compuestos por personas de centro o de centro derecha:25 el Partido Socialista Italiano, marxista, admitió pulsar el botón de alarma junto a la habitual fuerza mayoritaria, la Democracia Cristiana o, mejor dicho, a sus corrientes de izquierda, que se habían convertido en predominantes.

      El responsable del plan subversivo era el entonces comandante general del Arma de los Carabineros, expartisano azul monárquico, condecorado por la República, por méritos en la Resistencia, con una medalla de plata, tres cruces de guerra al mérito y muchas distinciones militares y, en 1955, nombrado para el delicadísimo cargo de jefe de los servicios secretos, que había mantenido durante cerca de siete años antes de su nuevo cargo.

      El 25 de marzo de 1964 había reunido en la capital a sus subordinados generales miembros de las tres divisiones de las fuerzas armadas y a sus generales de brigada ayudantes de campo y dado órdenes detalladas sobre el plan, con la indicación de estar listos para activar sus tropas armadas en cualquier momento, en cuanto recibieran sus órdenes. Estaba prevista la ocupación de las prefecturas, de las principales comisaría de nuestra Seguridad Pública, de las sedes de la RAI-TV, de los partidos políticos marxistas, de los periódicos que los apoyaban y además se había dispuesto para más de setecientas personalidades públicas del Partido Comunista y del Partido Socialista, sindicalistas socialcomunistas de la CGIL e intelectuales que apoyaban o simpatizaban con la izquierda, su arresto y su traslado a campos de concentración en Cerdeña, dispuestos en áreas militares vetadas al público.

      El 26 de junio de 1964, viernes, se produjo un hecho nuevo: la crisis del Gobierno, que caía por una disputa, tal vez injustificada, sobre las subvenciones a las escuelas privadas, que los democristianos querían y los socialistas no. La mayor parte de los periódicos que no eran de partido, la llamada prensa independiente, que, en aquellos tiempos, normalmente, no simpatizaba con la izquierda,26 calificó muy negativamente al presidente dimisionario del Consejo, Aldo Moro, jefe de la corriente democristiana de izquierdas e indicó como un desastre las acciones gubernativas de los ministros socialistas. Habría sido el momento en el que el plan subversivo podría haber actuado. El líder histórico del Partido Socialista Italiano, Pietro Nenni, que había sido advertido, probablemente por los estadounidenses, reunió al instante a lo notables del partido y les informó haber oído en el fondo de la crisis un ruido de sables y en este momento los socialistas accedieron a pactar. El proyecto subversivo se vino abajo, las tres divisiones de los Carabineros y las respectivas brigadas quedaron inertes y el 17 de julio se acordó un nuevo gobierno Moro, también con el Partido Socialista, pero que había aceptado eliminar todos los puntos polémicos de su programa innovador, anteriormente declarados absolutamente esenciales: otra vez la política se había revelado como el arte de lo posible.27 El plan del golpe de Estado fue abandonado justo a la mitad de julio, un momento antes de ponerse en marcha, al considerarse el nuevo centro izquierda bastante menos innovador que el anterior y seguramente, como se sabría después, faltando completamente la aprobación de los muy influyentes Estados Unidos de América, los cuales, al contrario que los subversores, valoraban positivamente al centro izquierda como instrumento para aislar a los comunistas: el Partido Comunista Italiano, en efecto, había sido y seguía siendo contrario a la participación de los socialistas en el Gobierno, buscando por el contrario un futuro Gobierno de pura izquierda socialcomunista. Luego correría un rumor insistente de que el Estado de la Ciudad del Vaticano, informado por el embajador estadounidense del plan subversivo, actuó para impedirlo, tal vez con amenazas secretas de excomunión a ciertos católicos poderosos de derechas de la Democracia Cristina: la Santa Sede y su correspondiente Estado estaban en esos años bastante considerados y a menudo escuchados en los entornos políticos y militares italianos y la noticia no era inverosímil, pues asimismo la Iglesia, entonces encabezada por el papa Pablo VI, hombre de la derecha católica, era muy favorable a la admisión de los socialistas en el poder ejecutivo.

      En esos mismos días, cuatro políticos centristas murieron de infartos, casi uno detrás del otro, coincidencia insólita, aunque no del todo imposible.

      Las autoridades procuraron que los ciudadanos no llegaran a conocer estos hechos y otros menores por mucho tiempo, ¿tal vez para evitar arranques de preocupación en el pueblo? Más probablemente por un desprecio autoritario al derecho a la información.

      Tampoco Vittorio y, como él, nadie de nuestro Cuerpo de la Guardia de la Seguridad Pública oyó hablar del proyecto subversivo y lo mismo debió pasar en los demás cuerpos de Policía:28 el plan se había mantenido magistralmente en un absoluto secreto.

      La noticia solo se supo en 1967 y, relatada por el semanal L’Espresso, sería divulgada por este el 14 y el 21 de mayo de ese mismo año, con una investigación periodística, convirtiéndose en dominio público. Entre otras cosas, se supo que solo en diciembre de 1965 y no antes, es decir, al final de un largo periodo de indecisión de los poderes políticos, el Comandante General de los Carabineros y excomandante de los servicios secretos había sido destituido de su cargo y había corrido el rumor, seguramente por informaciones de la omnipresente agencia de espionaje estadounidense, la CIA, de que si ese general de un cuerpo armado resultaba ser el cerebro del plan subversivo, este podía haber sido voluntad

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