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no era seguro para él permanecer en la ciudad debido a las iras que había desatado en el marido ofendido, y esto fue lo que lo decidió a partir de Constantinopla.

      Melania, después de escucharlo pacientemente, le aconsejó: «Prométeme ante el Señor que abrazarás la vida monástica, y aunque soy pecadora, pediré al Señor a fin de que te conceda un nuevo entusiasmo en tu vida». Y así, fiel a su propósito, el día de pascua, 9 de abril de 383, Evagrio tomó el hábito de manos de Rufino, pero no permaneció en Jerusalén sino que partió hacia las comunidades monásticas de las montañas de Nitria, en Egipto, ubicada a cincuenta kilómetros al sur de Alejandría. Como era una práctica corriente, pasó allí dos años, viviendo una vida de soledad mitigada, para luego “entrar al desierto” propiamente, dirigiéndose a las soledades de Kelia. Se trataba de una inmensa extensión de tierra arenosa, donde las celdas eran construcciones modestas, con dos ambientes —uno dedicado a la oración y otro que servía de comedor y dormitorio— y con un mobiliario escaso: una esterilla sobre la cual dormir y alguna silla.

      I. EL TRATADO DE LAS RÉPLICAS

      II. LA PRÁCTICA ANTIRRHÉTIKA

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