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      Ugarte, Lucía

       #YoJefa cómo crear el trabajo de tus sueños / Lucía Ugarte. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2021.

       Libro digital, EPUB

       Archivo Digital: online

       ISBN 978-987-87-1465-3

       1. Liderazgo. 2. Negocios. I. Título.

       CDD 658.4092

      Editorial Autores de Argentina

      www.autoresdeargentina.com

      Mail: [email protected]

      © Lucía Ugarte del Campo

      #YoJefa Cómo crear el trabajo de tus sueños.

      Reservados todos los derechos. Salvo excepción prevista por la ley, no se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos conlleva sanciones legales y puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

      Diríjase a YAY Produciones SRL si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.yayproducciones.com; [email protected]).

      

       A todas las Chicas Guapas llenas de sueños y ganas

       de convertir su pasión en realidad.

       Y a mis papás, que creyeron -y creen- siempre, en mí.

       Crisis y oportunidad

       “Todas las situaciones críticas tienen un relámpago que nos ciega o nos ilumina”.

      —Victor Hugo

      “Esta vez no” decía el asunto del mail que venía esperando desde hacía semanas. Había anhelado conseguir ese trabajo durante los dos últimos años... Y ahí estaba finalmente la respuesta. Era sábado a la medianoche, acababa de estar con un ex que no me quería, y sentía que nada iba a resultar bien en mi vida, ni las relaciones amorosas, ni el trabajo. En resumen, no pegaba una.

      Quiero contarles un poco de mis comienzos. Desde los cinco años estudié actuación, era la típica nena nerd del colegio, que no solo sacaba diez en cada materia, sino que también protagonizaba todos los actos escolares habidos y por haber. Recuerdo que, en tercer grado, hubo un momento que marcó significativamente mi infancia: hice una exposición oral que se titulaba El 2000 ya fue”. Allí decía que, de haberse contado de manera correcta los años bisiestos, el año 2000 hubiese ocurrido antes de lo previsto. Luego de la clase, la maestra les pidió una reunión a mis padres. Yo temblaba, temerosa de haber fallado o haber hecho algo mal, pero finalmente la citación fue para sugerirles que debería ir a una escuela para “niños inteligentes”. Como niña de diez años, me quedé literalmente en shock. Mi madre es psicóloga y se negó a cambiarme de colegio en ese momento. Paradójicamente, años después, fue ella quien estuvo ahí para consolarme por no haber obtenido el que creía que era “el trabajo de mis sueños”. Como si su rol siempre hubiese sido mantener mis pies sobre la tierra y mi ánimo arriba.

      La tristeza por no-quedar-en-mi-trabajo-soñado ocurrió cuando estábamos en mitad de la remodelación del PH familiar, vivíamos en medio de la obra con todo en ruinas. Por ese entonces, yo cursaba la Licenciatura en Artes Combinadas en la UBA (carrera enfocada al análisis, crítica y gestión cultural de cine teatro y danza, definición que debía explicar cada vez que mencionaba mis estudios). Así que, entre los apuntes extremadamente densos, las obras en casa, el polvo por todos lados y mis cosas en cualquier lugar, para escaparme un poco elegía zambullirme varias horas en Internet, investigaba precios, y me fascinaba ganarle al arquitecto contratado por mis padres, retrucándole todos los costos que les había pasado. También buscaba inspiraciones en decoración en la red social Pinterest, y hasta le presenté al arquitecto la idea de poner una cabina telefónica con un pasadizo secreto en la puerta de mi dormitorio, igual que el bar speakeasy favorito del momento. Ya había comprado el teléfono antiguo y un poster inglés, cuando nos anunciaron que la superficie de mi cuarto se reduciría en un treinta por ciento, por lo que mis papás me obligaron a desistir de la idea. Seguía triste por el casting, decepcionada del ambiente académico, y extrañaba profundamente mis épocas como bailarina y cantante en El show de Topa. Sabía que me divertía más bailar “El sapo Pepe”, que recitar la hermenéutica de Ricoeur. Tampoco iba a tener mi cuarto soñado con la cabina telefónica. Todo muy desalentador.

      Sin embargo, ni la escuela para superdotados ni el trabajo en la televisión para niños eran mi destino, algo mucho más grande y desafiante me estaba esperando...

      Seguía navegando y perdiéndome en los “pines” de Pinterest, y cada tanto se me aparecían carteles con frases inspiracionales. Aunque algunas eran muy obvias, otras realmente me dejaban pensando... Resultaban adictivas, me hacían sentir mejor −y créanme que en el momento lo necesitaba−. Hasta que me crucé con la siguiente idea: “El trabajo de tus sueños no existe, tenés que inventarlo”. Y ahí conocí lo que es una epifanía, mi cabeza hizo un clic y empecé a replantearme todo. ¿Realmente quería ese trabajo como actriz de reparto en una serie infantil? ¿Y si lo que había estado esperando y soñando durante tanto tiempo en realidad no era mi propio sueño? Pero entonces... ¿qué era lo que realmente quería?

      He aquí la raíz de lo que para mí es esencial en todos los seres humanos: preguntarnos con honestidad y sinceridad qué es lo que queremos hacer con nuestra vida. Y la respuesta a esa duda cambiará a lo largo de los años, porque es dinámica y está conectada con nuestra intuición. Se trata de esa voz interna, que solemos ignorar, que sabe más de lógica que nuestra propia mente.

      Recuerdo que compartí la frase y algunas reflexiones asociadas en una cena familiar, mis padres asintieron con el espíritu de la idea, pero todo quedó ahí. Algo distinto ocurría en mi mente: allí el cartel con la frase se me aparecía una y otra vez como un fantasma que me cacheteaba para despertarme −¡o para activarme! −. Comencé a indagar entre las obras que había leído, las series y películas que veía habitualmente y trataba de imaginarme como protagonista de la novela más perfectamente afín a mis intereses. Sin juzgarme con la severidad académica de ser la creadora de un manifiesto artístico, quería divertirme y hacer algo distinto.

      Entonces vino a mi mente la famosa serie Gossip Girl. Amaba con todo mi corazón el glamour y la elegancia de las protagonistas y me atrapaban sus historias. Devoraba todas las temporadas en maratones, y me imaginaba caminando por el Upper East Side neoyorkino con un gran vestido de alta costura luego de tomar un cóctel con un gigolo de la ciudad. ¿Pero cómo iba a soñar con actuar en la serie que acababa de terminar el rodaje de su última temporada? ¡Ni colándome en las grabaciones iba a poder ser extra! ¡Ya no se grababa más! Pensé: “Ok, Gossip Girl no se graba más, pero Buenos Aires tiene personajes que son dignos de una novela fashionista e irónica con la alta sociedad”. Decidí estudiar Producción y Guion, tomé un curso rápido y dinámico de un par de meses de duración, dictado por el productor de televisión Pablo Culell (Underground) y el reconocido guionista Jorge Maestro (Polka). Desde la primera clase en un teatro under de Palermo salí extremadamente motivada: Si Gossip Girl no venía a mí, yo iba a escribir mi propia serie con los cánones y parámetros que me interesaba transmitir.

      Mi canal ideal en ese momento era Cosmopolitan Televisión, que llegaba a toda Latinoamérica. Por eso pensé: Chica Cosmo/Chicas Guapas, ¡funciona para toda la región! Y me pareció un buen juego con el concepto de “chicas”, ya que mujeres de todas las edades no llamamos así entre

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