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historias de Un hombre bueno es difícil de encontrar como presentación de los siete pecados capitales, modelada en el Purgatorio. La secuenciación de las historias es esencial. Al igual que otros, el famoso relato que da título a la colección se ha estudiado durante muchos años aparte del ciclo, llevando a alguna confusión. Un sacerdote se me quedó mirando incrédulo cuando le dije que no se trata de la historia de un asesino en serie que mata a una familia. Las cartas nos descubren la intención de O’Connor: una revelación contextual más amplia, enraizada en un orden específico de lectura. Los cuentos de O’Connor componen ciclos: como los cantos de Dante, han de leerse en orden. Lo bueno llega de Nazaret descubre este principio vital, por el que los lectores entenderán mejor la narrativa de O’Connor.

      Poniendo el énfasis tanto en la «técnica» como en la «devoción», Gordon y O’Connor intercambian cartas donde hablan también de su apreciación de la obra de otros «malos» católicos como Hemingway y Graham Greene. Defienden que sus obras han de ser rescatadas de los críticos pietistas poco caritativos. Gordon enseña a O’Connor, y a Percy, a sumergirse en los maestros del realismo literario; O’Connor, a su vez, pasa la enseñanza a sus corresponsales. Ella y Gordon reaccionan ante los lectores, laicos y religiosos, distraídos por los excesos de la personalidad y la fe imperfecta de Hemingway.

      Percy incluso lamenta que los lectores religiosos mal formados censuren la narrativa de primorosa composición:

      En otras reseñas O’Connor es más directa, quejándose ante un docto jesuita de una novela que ella llama Cómo matar un ruiseñor. En el capítulo 3, «La literatura que a ella le gusta: lugares y gentes», aparecen más comentarios como estos. Estas cartas reflejan la honda amistad entre O’Connor y alguien a quien sólo identifica como «A» en El hábito de ser. Hace unos años, en un congreso en Dinamarca, conocí a William A. Sessions, antiguo compañero de O’Connor y albacea literario de A. Me dijo que pronto revelaría su identidad y, efectivamente, en 2007, anunció que se trataba de Elizabeth (Betty) Hester, de Atlanta. Sessions facilitó la disponibilidad de más cartas que escribió O’Connor a Hester. Su correspondencia se suma a la lista de llamativas alianzas personales entre escritores: Adams y Jefferson, Melville y Hawthorne o C.S. Lewis y Tolkien. O’Connor y Hester en su extraordinaria correspondencia se merecen contarse entre ellos.

      Lo bueno llega de Nazaret contiene también la correspondencia de otra importante amistad. Caroline Gordon aprecia a Dorothy Day, y asiste a un retiro en una residencia del Movimiento del Trabajador Católico. Gordon cree que fue santa. O’Connor y Percy no se muestran muy convencidos. No están de acuerdo con la crítica que hace Day del capitalismo, enraizada en el marxismo al que estuvo adherida antes de convertirse. La visión económica de O’Connor y Percy es especialmente vital ante el resurgir de candidatos políticos socialistas y su habitual crítica del capitalismo. En contraste, tanto O’Connor como Percy conocen y admiran a emprendedores pertenecientes a sus familias y a la sociedad en general. Las cartas de O’Connor presentan verdades económicas e históricas, afirmando que el capitalismo americano no es la historia de codicia y explotación que los periodistas suelen pintar. En un tiempo en que los viejos políticos quieren hacer creer que la redistribución gubernamental de la riqueza es algo nuevo, O’Connor aporta ideas importantísimas.

      Benjamin B. Alexander

      Pawleys Island, Carolina del Sur

      Abril de 2019

      [1] Rama estadounidense de la comunión anglicana.

      [2] Thomas Gossett: «Flannery O’Connor’s Opinions of Other Writers: Some Unpublished Comments», Southern Literary Journal, Spring, 1974, 70–82.

      [3] Walker Percy, «Confessions of a Late Blooming Miseducated First Novelist», Walker Percy Papers, Southern Historical Collection, Louis Round Wilson Library, University of North Carolina, Chapel Hill.

      [4] Caroline Gordon a Brainard (Lon) Cheney, diciembre de 1951.

      [5] Walker Percy Papers, Southern Historical Collection, Louis Round Wilson Library, University of North Carolina, Chapel Hill. Gordon se apropia aparentemente de la frase de Orestes Brownson, crítico popular de mediados del diecinueve que luego ha caído en el olvido. La obra de Ralph Waldo Emerson ha hipnotizado a generaciones de estudiosos, pero Brownson dudaba, observando que Emerson, en sus especulaciones vagamente gnósticas, había vuelto la espalda a «lo bueno llegado de Nazaret».

      [6] Walker Percy: «Sex and Violence in the American Novel», Walker Percy Papers, Southern Historical Collection, Louis Round Wilson Library, University of North Carolina, Chapel Hill.

      [7] Flannery O’Connor a Caroline Gordon, 12 de mayo de 1952.

      [8] Robert McCown, S. J., a Sally Fitzgerald, 20 de noviembre de 1981.

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