Скачать книгу

de daños y cuando recién digerían la magnitud de la crisis que causó en la institución el caso del ahora exministro. Porque el fondo de la pregunta inscrita en el cartel de Bernardo Córdova cuando formalizaron a Elgueta es de sentido común y se la hizo todo el mundo: ¿en cuántos otros tribunales del país sucede lo mismo? ¿Qué tan extendido está el tráfico de influencias en el Poder Judicial?

      En la investigación administrativa que siguió la Corte Suprema contra Elgueta figuraban, también con cargos, otros dos ministros de la Corte de Apelaciones de Rancagua. A uno de ellos, Marcelo Albornoz Troncoso, lo encontraron muerto en su casa el 3 de julio de 2019. Se quitó la vida con un disparo solo horas después de que el pleno de la Suprema decidiera suspenderlo momentáneamente de su cargo para estudiar su remoción. El otro ministro, Marcelo Vásquez Fernández, corrió la misma suerte que Elgueta –con quien mantenía una íntima amistad– y fue expulsado del Poder Judicial a fines de agosto de 2019. Dos meses después, a mediados de noviembre, la Fiscalía también formalizó a Marcelo Vásquez imputándole tráfico de influencias, incremento patrimonial injustificado y negociación incompatible.

      El Ministerio Público investiga el origen de 25 millones de pesos repartidos en cinco cuentas de Emilio Elgueta y que, se sospecha, no tienen fundamento legal. Sí, no es mucho dinero, no se hizo rico. El tema es otro: de acuerdo con la Fiscalía son más de 20 depósitos en cuatro bancos distintos y en efectivo, realizados por él mismo justo antes o después de dictaminar fallos –a lo menos– polémicos.

      Elgueta no maneja autos caros ni viste ropa exclusiva. Conduce un Chevrolet Sail avaluado en seis millones –le compró el mismo vehículo a su exesposa en 24 cuotas–, ha vivido largos períodos en viviendas fiscales del Poder Judicial y no figura con un patrimonio inmobiliario relevante. No cumple con el perfil de un tipo ávido de lujos. Al contrario, es descrito como una persona de gustos sencillos. Pero tiene cinco hijos –con tres parejas distintas– y carga con un tren de gastos que le costaba solventar con el dinero que recibía como ministro y profesor universitario. Andaba “corto de plata”, dice un funcionario de tribunales que pidió reserva de identidad; también que le gusta la vida nocturna, la buena mesa: otro ítem de gasto importante.

      Una cronología similar a la de los depósitos bancarios bajo sospecha sigue más de un centenar de conversaciones telefónicas que Elgueta sostuvo con abogados el mismo día, en días previos o inmediatamente posteriores al dictamen de los fallos que hoy se le cuestionan. Sus interlocutores –uno en particular– litigaban en causas que el ahora exministro debía revisar y que terminó resolviendo a favor de estos.

      Se investiga si Elgueta recibía dinero por esas resoluciones. En sus manos estuvieron imputados por narcotráfico, homicidio, tenencia ilegal de armas, manejo en estado de ebriedad, perjurio, falso testimonio y más. A todos, o casi todos, el ministro les suavizó las medidas cautelares o derechamente les redujo su condena.

      Bajo su decisión estuvo también el destino judicial de Sebastián Dávalos, hijo de la expresidenta Michelle Bachelet, a quien sobreseyó de cargos en el bullado caso Caval. Para el exministro Elgueta –quien ha dicho públicamente que su destitución fue motivada, entre otras cosas, por su posición política de izquierda y algunos fallos emblemáticos marcados por la defensa de los derechos humanos– esa causa gatilló una campaña en su contra para removerlo. También dijo, en entrevista con CNN Chile, que le faltaban pocos años para acceder por derecho propio a la quina de elegibles para un sillón en la Corte Suprema y que querían eliminarlo de esa carrera.

      Un conocido doctor rancagüino, bonachón y amigo personal de varios funcionarios de la Corte de Apelaciones de Rancagua, condenado en esa ciudad por tráfico de psicotrópicos y delitos tributarios, figura entre los beneficiados por los fallos del exministro Elgueta. Otro caso: un alto funcionario judicial, poco después de ser nombrado juez de Garantía de Rancagua, transfirió un millón a la cuenta del ministro, su superior jerárquico. Si andaba o no con problemas de dinero, acá un dato: miembros de la corte de esa ciudad que supieron de esa transferencia bancaria aseguran que el traspaso sí correspondió a un préstamo y no al pago de un favor. Agregan que Elgueta le devolvió el dinero al juez a goteo, a veces con billetes de 10 mil y otras de 20 mil.

      ***

      Cuando los antecedentes del proceso administrativo con el que se decidió su expulsión en 2019 llegaron a oídos de la Suprema, fueron varios los ministros del máximo tribunal a quienes se les vino a la memoria otras historias del ministro. Episodios incómodos que fueron mellando su ascendente carrera en la judicatura. Y es que en el ejercicio de sus funciones en el Poder Judicial, Emilio Elgueta ha tenido serios problemas para mantener a raya sus asuntos personales, lo que en dos oportunidades le ha valido la apertura de procesos disciplinarios en su contra.

      5 de julio de 2010: “Estoy segura de que si mi marido hubiera sido gásfiter o tenido cualquier otra profesión u oficio alejado del Poder Judicial, yo estaría con mis hijos y ellos conmigo”.

      Dos consideraciones para una lectura más nítida de esa confesión contenida en el expediente disciplinario Nº 1323 de la Corte de Apelaciones de Santiago. La primera: fue realizada “en caliente”, en medio de una disputa matrimonial. Aunque –y aquí la segunda– su responsable, Alejandra Rebolledo, es probablemente la persona que mejor conoce al removido ministro de la Corte de Apelaciones de Rancagua. Con varias rupturas y reconciliaciones de por medio, Alejandra Rebolledo estuvo casada con Elgueta durante 13 años.

      Ninguna de las imputaciones que pesan hoy sobre el exministro de la corte rancagüina tiene relación directa con lo que denunció su exesposa hace 10 años, cuando Elgueta ocupaba una magistratura en la Corte de Apelaciones de Santiago: lo acusó de usar su posición e influencia en la judicatura para quitarle a sus hijos. Pero lo que desencadenó la confesión de Rebolledo en 2010 ofrece un origen trazable, un hito que al menos insinúa que nada de lo que sucede ahora con él es tan extraño: por esos hechos, la Corte Suprema lo sancionó por ejercer presiones indebidas y sacar ventajas utilizando su investidura de ministro.

      En enero de 2014, la Corte Suprema ordenó abrir un nuevo expediente administrativo en su contra. Esta vez lo detonó otra expareja de Elgueta, quien lo acusó de hostigamiento. La denuncia, al igual que la que interpuso su exesposa Alejandra Rebolledo en 2010, también fue llevada al lugar de trabajo del exmagistrado.

      Cristina Rosas, la denunciante y exalumna de Elgueta en un centro de formación técnica de Santiago, entregó antecedentes suficientes como para armar un competitivo guion para la franja de teleseries de media tarde: amor, ­desilusión, despecho e intriga, con una trifulca en las puertas de una iglesia en medio de un matrimonio, son los puntos altos de ese novelón que volvió a colocarlo al centro del comidillo en los pasillos de la judicatura.

      Una de las cosas llamativas de esta nueva denuncia es que Rosas reconoció en una declaración judicial que el exministro movió hilos para conseguirle trabajo en tribunales del país. Pero en 2014, cuando esos antecedentes fueron conocidos en las altas esferas del Poder Judicial, nadie se escandalizó y Elgueta no fue sancionado. Más tarde el escenario fue otro.

      Al exministro de la Corte de Apelaciones de Rancagua también se le cuestionó por nombramientos irregulares en esa jurisdicción y por influir o presionar para abrirles espacio en tribunales e instituciones públicas a personas de su círculo. Parejas y alumnas, entre ellas.

      Los vínculos que ha establecido Emilio Elgueta –a veces más allá de lo profesional– con estudiantes de distintos centros de educación superior le han pasado la cuenta. Dos de ellas, a quienes Elgueta conoció en labores de docencia cuando ya ejercía como magistrado en Rancagua, figuran en los antecedentes del proceso disciplinario que desencadenó su remoción definitiva. En ambos casos se le acusa de hacer gestiones para ubicarlas en tribunales de esa región.

      Elgueta ha insistido en que solo buscaba darles una mano. Un cercano da fe de la preocupación del exministro por sus estudiantes y de que solía ofrecerles apoyo cuando enfrentaban necesidades o problemas. Asegura que lo hacía de manera desinteresada, porque el exministro –definido por quien fuera uno de sus estudiantes como uno de los profesores “más carismáticos” que tuvo en su carrera– construyó su vida en medio de varias adversidades. Perdió a su madre a los seis años

Скачать книгу