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que contienen, darles una buena sacudida, limpiarlas, sacar lo que ya no sirve, botar lo innecesario y reacomodarlas en los sitios que les corresponde.

      Muchas de estas cajas están tan empolvadas y sus cerraduras tan oxidadas, que su apertura se vuelve toda una odisea.

      Esas cajas que todos llevamos dentro están repletas de creencias, actitudes, experiencias, recuerdos, situaciones tanto fáciles como difíciles, de éxito como de fracaso, de aceptación como de rechazo.

      A todo ese conjunto de archivos que no nos ayuda, que nos impide desarrollarnos o que simplemente nos estanca y que está dentro de cada una de estas cajas internas, le llamo toxicidad emocional.

      La toxicidad, desde el punto de vista químico, se define como «La capacidad o la propiedad de una sustancia para causar efectos adversos sobre la salud. Y una dosis tóxica es la cantidad determinada de una sustancia que podría esperarse que, en condiciones específicas, ocasionara daños a un organismo vivo determinado» (fuente: GreenFacts.org).

      Las cosas no son tan

      malas como parecen,

      porque quienes nos reciben nos

      condicionan, pero no nos determinan.

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      Hoy se habla mucho a nivel mundial sobre una intoxicación del organismo. Existe un debate en la comunidad médica sobre este tema. Algunos doctores más ortodoxos creen que si el cuerpo estuviera intoxicado, esto se reflejaría en una enfermedad clara, comprobable y detectable a simple vista.

      El problema es que el hecho de no mostrar externamente una patología o la ausencia de síntomas no significa que no existe una intoxicación o desequilibrio. Cuántas personas delgadas conocemos que en apariencia se ven muy sanos pero por dentro, debido a su mala alimentación, viven en un desbalance terrible que tarde o temprano les cobrará un alto precio.

      Lo que no podemos negar es que en nuestra época, más que nunca, estamos expuestos a productos químicos, a radiación, a alimentos con alto grado de pesticidas, herbicidas y fertilizantes artificiales, aire y agua más contaminados, aparatos electrónicos con importantes campos de radiofrecuencia y otros elementos que han alterado nuestra vida.

      Este concepto «tóxico», que particularmente se refiere al impacto en nuestro bienestar y salud física, lo podemos trasladar al interior y también tiene una participación importante desde la perspectiva de la salud emocional y el desarrollo psicosocial.

      Si definiéramos de manera más concreta el concepto de toxicidad emocional sería: la consecuencia, efectos y resultados negativos debido a emociones, sentimientos, pensamientos y conductas mal gestionadas interiormente.

      Se basa en elementos muy comunes y con los que convivimos a diario como son el rencor, las heridas no sanadas, vivir en el pasado, el odio, la desesperanza, la frustración, la incertidumbre, el mal humor, el sedentarismo, los pensamientos derrotistas o las creencias paralizantes, y muchos otros que explicaré a lo largo de este libro.

      Este tipo de toxicidad puede ser mucho más grave que la de naturaleza física, ya que va carcomiendo el interior, produce lamentables consecuencias y se convierte en una parálisis que impide pasar a la acción e incluso genera hastío de seguir viviendo.

      Cuando alguien dice que está harto de su vida, más que poner atención a las circunstancias que lo rodean, sería interesante echar un vistazo a su interior para conocer su grado de toxicidad emocional.

      En la historia del burro y la zanahoria, cuando vivimos en estado tóxico es como si saturáramos nuestra carreta llenándola de cajas y cajas y quisiéramos que aquella corriera como un Ferrari. Eso no solo es imposible, sino que además, por el mismo peso que lleva, en cualquier momento la carreta tronará y se desbordará.

      Ello le sucede a millones de personas y cientos de organizaciones que se sobresaturan de cajas sin resolver y quieren correr sin detenerse. En cualquier momento la carreta de la vida estaría gritándonos un mensaje: «BASTA, no puedo más».

      Para poder reconstruir desde adentro, entonces, primero hay que echarle un vistazo al orden de las cajas, gestionar sus contenidos y corregir lo que sea necesario.

      Para eso existe el detox emocional.

       ¿Y eso qué es?

      Detox proviene de la palabra inglesa detoxification (desintoxicación) y es el proceso para neutralizar o eliminar toxinas del cuerpo. Es una forma para limpiar, nutrir y «resetear» el organismo, restaurándolo de adentro hacia afuera para generar balance y equilibrio. Recuerda que cuando una computadora se cicla o empieza a trabajar con lentitud, solemos reiniciarla para conseguir un mejor desempeño.

      Aunque su popularidad ha aumentado en estos últimos años, la verdad es que, más que una palabra de moda, es una práctica milenaria.

      El detox típico de la actualidad se realiza en espacios que van desde uno, tres a veintiocho días, según las necesidades de quien lo realiza, y comúnmente se lleva a cabo alimentándose de agua, té y jugos verdes o de frutas y verduras. Algunas variantes permiten ciertos alimentos más sólidos, pero se privan de algunos otros que acidifican el organismo (más adelante veremos este concepto) y, desde luego, de cualquier tipo de químico.

      El objetivo es el mismo: limpiar y darle un descanso al organismo de la saturación y excesos que pudiera tener (alcohol, harinas, grasas trans, lácteos, comida chatarra, carbohidratos procesados, azúcar, refrescos, etcétera).

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      La toxicidad emocional es la consecuencia, efectos y resultados negativos debido a emociones, sentimientos, pensamientos y conductas mal gestionadas interiormente.

      Realmente este proceso nace, se crea y se desarrolla para una cuestión puramente física, y aunque ciertos detoxs (he conocido, leído y aplicado diversos a lo largo de mi vida) tocan un poco la relación que existe entre la depuración física con la emocional, siempre el centro de atención es el cuerpo.

      Precisamente porque soy un viajero frecuente de este tipo de «procesos naturales» para el beneficio de mi salud, y sobre los que ya cada quien tendrá sus reservas sobre si está a favor o en contra, desde la experiencia puedo compartirte una nueva visión sobre este sistema de liberación física, pero ya completamente enfocada a la limpieza interior.

      El detox emocional que te propongo es el proceso de remover, quitar, limpiar, reacomodar y reajustar lo que nos esté impidiendo avanzar de forma más ligera por la vida. Es una saludable y positiva manera para trabajar en nuestro desarrollo personal y profesional.

      Desde luego que esto puede causar miedo a muchos, especialmente a quienes no les gusta entrar a fondo para ver cómo están sus vidas. Pero la verdad es que para avanzar hay que moverse, y para moverse, hay que quitar lo que estorba. En otras palabras, para andar hay que vaciar la carreta.

       ¿Por qué es importante un detox?

      ¿Recuerdas cuando nuestros padres y abuelos contaban que antes la vida era más sencilla que podían comer de todo sin problema que incluso eran generaciones con menos obesidad que las de ahora?

      Por un lado tenían razón. Hace poco estaba en un supermercado precisamente pensando: ¿quién iba a imaginar que hace cuarenta años uno viniera a estos lugares para surtir leche de almendra o de quinoa, pollo sin hormonas, lechuga, espinaca y tomate orgánico o pan sin gluten? Antes todo eso no estaba precisamente al alcance de tu mano, hoy hasta tiene su sección aparte.

      Aunque este tipo de productos ahora «especiales» lleva muchos años, al menos en mi país la adopción en el mercado es más reciente. Este boom se ha dado porque ahora las personas tienen más conciencia sobre

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