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En la primera década del siglo se habrían fundado más de 300 clubes de fútbol.

      Volvamos al día de la asamblea de fundación. Había que elegir un presidente y el que ocupó ese primer lugar como presidente y fundador de la institución fue Arturo Artola, con el apoyo de la mayoría. Se avecinaban días en que los logros se harían desear. Para entonces se desplazaban de local en local, para organizar las reuniones, ya que no poseían un lugar propio. Se ocuparon de recorrer las calles de Avellaneda puerta a puerta para conversar con los vecinos del barrio, con el fin de incrementar la cantidad de socios. La cuota social que proponían era de 50 centavos, mientras que los dirigentes pagarían un peso. El primer objetivo importante fue construir una cancha en la que los socios pudieran disfrutar del espectáculo con comodidad de las tribunas y que los jugadores dispusieran de un vestuario, donde pudieran tener las charlas técnicas, ducharse y cambiarse para los cotejos.

      Una meta compleja requería acceder a los que tenían el poder en Avellaneda y provincia de Buenos Aires. Sin más, gestionaron diversos encuentros con funcionarios de la gobernación de la Provincia de Buenos Aires, solicitando que se les venda o se les ceda un terreno a muy bajo costo y en muchas y cómodas cuotas. Para entonces el presidente del país recientemente electo era Manuel Quintana. La Provincia de Buenos Aires era gobernada por Marcelino Ugarte, quien repetiría gobernación en la siguiente década, momento glorioso para la Academia, ya que lograría el gran récord de ser heptacampeón. No tenemos información acerca de la simpatía por el club de aquel gobernador. Solo podemos asegurar que durante su gestión el club obtuvo grandes logros. Con la perseverancia y tenacidad de aquellos dirigentes, lograron obtener el predio ubicado en las calles Colón y Alsina, con una financiación muy generosa, de cuotas bajas, durante muchos años. Ese lugar obtenido es el que actualmente ocupa esa bella arquitectura que se conoce con el nombre de CILINDRO DE AVELLANEDA.

      Respecto del equipo de fútbol que representaba al club, había una particularidad que también los convertía en los primeros. Aquel conjunto de jóvenes estaba integrado en su totalidad por criollos. Es una característica importante, ya que todos los equipos de entonces estaban formados en su gran mayoría por jugadores ingleses. Siendo los iniciadores de esa independencia, fueron aquellos criollos de nuestro club los que comenzaron a despegarse de los tradicionales y originarios ingleses, para comenzar a construir una identidad propia, nacionalizando el estilo de juego, el lenguaje y conformada en su totalidad por jugadores argentinos. Este aspecto nacionalista, esta argentinidad, tendrá su conexión, su correlato, al momento de la elección de los colores que los representará eternamente. Pero para esto habrá que esperar unos pocos años.

      Como fiesta de inauguración del estadio, organizan un partido amistoso que se convirtió en un traspié vergonzoso. Los muchachos fueron superados ampliamente por el juego. A los cuarenta minutos ya perdían por una goleada de 10 a 0, momento en el cual se reúnen en medio de la cancha para suspender el juego, con el objeto de no seguir empañando el festejo. Luego de esta inauguración para el olvido, con el tiempo y los éxitos, este mal trago fue trocando por alegrías. Sumergidos en una racha de extensos triunfos, se convirtieron en un equipo invencible. Todos querían enfrentarlo, porque el desafío era conquistar a estos criollos que no perdían nunca. Habían adquirido tanto prestigio que la situación empujó a sus dirigentes a la ambición de competir en la Gran Liga, la categoría más alta.

      Al principio, elegían para presidir al club con una frecuencia anual. Los presidentes fueron Arturo Artola (1903); Alejandro Carbone (1904); Pedro Werner (1905); retorna a la presidencia Arturo Artola (1906) y recién cinco años más tarde será reemplazado en 1911 por Luis Carbone.

      La nueva necesidad en 1905 era, entonces, afiliarse a la máxima entidad del fútbol, la Argentine Association Football League (institución que precede a la AFA). Tras los esfuerzos requeridos, logran ser admitidos por dicha asociación y comienzan a competir en la segunda categoría. Esto produjo grandes cambios en lo deportivo y particularmente en lo social, debido a que Racing era el primer equipo conformado exclusivamente por criollos que competía en la Liga oficial. Era especialmente admirado por los aficionados al fútbol, de manera que la cantidad de socios se vio notablemente incrementada en esos años.

      Un equipo de categoría debe ir bien empilchado, ¿no? Claro que sí. De estas cosas también se ocupaban los dirigentes. En los inicios, durante 1903, utilizaban una camiseta completamente blanca. Trascurriendo el 1904, la prenda soltaba líneas verticales de colores amarillo y negro, similar a la que identifica al Peñarol de Uruguay. En esta oportunidad había que vestir elegante, ya que se debutaba en la segunda categoría del torneo oficial de la Asociación de Fútbol Argentino, inaugurando una era ininterrumpida de participación en la alta competencia del país, a partir del año 1905. El diseño de indumentaria elegido para este momento especial estaba configurado por cuatro cuadrados en el frente. Dos de color rosado (más bien salmón), ubicados en una diagonal, y dos de color celeste, en la otra. Si bien no es el diseño de colores definitivo, esta composición de cuadrados en diagonal rosa y celeste es muy bien recordada. Tanto es así que fue homenajeada cien años después, en un partido en el 2005, frente a Instituto de Córdoba. Uno de los jugadores destacados que la vistió con el número 14 en su espalda fue Diego “Cholo” Simeone. En el año 1908, y durante los últimos dos de la década, previo al ascenso, utilizaron una de color azul con una franja horizontal de color blanco en el pecho.

      1910 – Primera cancha de Racing. Primera década del siglo.

      Créditos: Archivo Histórico de Racing Club

      Aquel comienzo y durante unos pocos años, nada fue fácil para la institución en permanente formación. Sin embargo, sirvieron para ganar experiencia en la categoría y consolidarse económica, social y deportivamente. El detalle principal era que el equipo desplegaba un juego exquisito y digno de admiración por los aficionados del fútbol, con el agregado de la buena conducta en el campo de juego (hoy llamado “fair play”). Propiedades que, en su conjunto, lograban enamorar a los espectadores. A pesar de ser debutante en la categoría y sin renunciar a las características de juego mencionadas, el equipo siempre terminaba en los torneos en los primeros puestos, e inclusive había jugado algunas finales. Entre tanto, la masa societaria crecía rápidamente.

      Finalmente llega el momento del sueño deseado. En 1910, Racing Club logra el título de campeón en la segunda categoría. De esta manera, consigue el ascenso al máximo nivel de competitividad del fútbol argentino. Semejante acontecimiento potenció diversos aspectos de la institución. Espectadores y simpatizantes acudían en masa para asociarse. Para ese año habría 410 nuevos socios inscriptos, número que registraba un incremento de 1000 % respecto de siete años atrás, cuando los fundadores salían puerta a puerta a buscar el apoyo de los vecinos del barrio. La trayectoria previa y la racha exitosa de los años venideros fueron claves en la historia del club. El reconocimiento de todos los sectores, como los espectadores, periodistas, hasta los jugadores rivales, ofrecería esa devolución afectiva. La consideración del amplio público expresaba que el equipo cuando jugaba, sea de visitante o local, daba una cátedra de juego. Como consecuencia de lo dicho es que se ganó el apodo de LA ACADEMIA.

      Racing comenzaba a jugar en primera división en el inicio de la segunda década del siglo. En el país se celebraba el centenario de la Revolución de Mayo en un contexto de crisis y gran desigualdad social, biclasista. Deberían pasar algunas décadas para que surgiera la clase media. El segundo decenio es recibido con un estado de sitio decretado por el presidente José Figueroa Alcorta, como consecuencia de la muerte del jefe de policía Ramón L. Falcón, provocada por el estallido de una bomba casera durante una protesta. En dicha manifestación se pedía la renuncia del policía, quien había sido el responsable en los días previos de haber dado la orden de una brutal represión a una manifestación de obreros. El saldo de dicha represión había sido de 8 anarquistas muertos, 40 heridos y 16 líderes detenidos. Este acontecimiento fue conocido como “La semana roja de 1909”. El acusado como autor de la muerte de Falcón fue el anarquista oriundo de Ucrania, de 17 años de edad, Simón Radowitzky. La sociedad estaba polarizada entre unos

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