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Los números de la felicidad en dos Perúes. Enrique Vásquez H.
Читать онлайн.Название Los números de la felicidad en dos Perúes
Год выпуска 0
isbn 9789972574597
Автор произведения Enrique Vásquez H.
Жанр Социология
Издательство Bookwire
8 Véanse http://www.un.org/es/millenniumgoals/ y https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/objetivos-de-desarrollo-sostenible/
9 Véase también Alkire (2016) para algunas comparaciones sobre cómo los países latinoamericanos y otros han desarrollado sus IPM con dimensiones particulares y gran variedad entre ellos.
10 Los 10 valores de Schwartz serán presentados a lo largo del documento en formato cursiva. Así, el lector podrá distinguir con claridad cuando el uso de la palabra se refiere estrictamente a dichos valores.
11 Véase en el apéndice 1 la batería de 29 preguntas en inglés.
Capítulo 2. Los diversos Perúes
La exploración
Luego del ejercicio teórico desarrollado en el primer capítulo, hacemos un giro de 180 grados para aterrizar en un nuevo foco de estudio: el Perú. Al adentrarnos en nuestro país, podemos fraccionar a su población en muchos «Perúes»: el Perú de los jóvenes y el de los ancianos, el de los hombres y el de las mujeres, el de los limeños y el de los provincianos, entre otros. Para llegar a estos, se invita al lector a hacer una exploración hacia las diversas dimensiones en las que los peruanos tienen que convivir.
Este libro aborda la felicidad y pobreza en dos Perúes. Para definirlos, se ha adoptado el ranking distrital según los niveles de pobreza medida por el INEI (2015b) con la finalidad de precisar los espacios de análisis. Sin embargo, es posible analizar el Perú desde otras clasificaciones. Muchos ejes o factores de diferenciación, como el sexo, las creencias religiosas, o incluso las opciones políticas, resultan significativos al definir las expectativas y el bienestar de las personas. Ahora bien, ¿cuántos ejes o ángulos de diferenciación pueden utilizarse para examinar la realidad nacional? Sin duda, muchos; o, tal vez, demasiados. En este capítulo, nos centraremos solo en algunas diferencias que, más adelante, en otros capítulos, pueden resultar significativas para comprender la felicidad de los extremos económicos del país. Por eso, consideramos importante explorar en este capítulo cómo se observa el Perú desde varios ángulos.
En el Perú, las diferencias sí importan (Sanborn, 2012; IEP, 2011). Un determinado color, etnia o posesión de dinero influyen desde la cuna en la trayectoria del peruano o peruana en el devenir de su vida hasta el arribo a su lecho de muerte, como podría pensarlo Stiglitz (2012). Las distinciones entre peruanos marcan heridas sin cicatrizar entre poblaciones que comparten un mismo territorio (Espinosa de Rivero, 2010) o una misma constitución política. Es necesario verlas desde diferentes aristas. Abordaremos tres grandes bloques. Primero, destacamos aquellas diferenciaciones que guardan relación con rasgos prácticamente adquiridos al nacer o de manera natural, como la pertenencia a una etnia –a veces llamada aún «raza»–, el hablar una determinada lengua, un sexo o género, determinadas condiciones físicas, y la orientación sexual. Segundo, examinaremos distinciones desde el acceso a derechos o servicios que el Estado debiera garantizar, como la salud, la educación y el empleo. Tercero, analizaremos las diferenciaciones en cuanto a la pertenencia a grupos sociales constituidos por la religión, la tendencia política y el estrato o clase económica.
Los Perúes con los que nacemos
Diversos estudios de las ciencias sociales y humanísticas han intentado identificar cuáles son estas diferencias que importan y cuánto lo hacen en el devenir o transcurrir del desarrollo de muchas vidas. En este entender, se pondrán los reflectores sobre el individuo, y comenzaremos a explorar aquellos factores con los que nacemos pero que, lamentablemente, a la vez, marcan diferencias entre peruanos y la consecución de sus planes de vida: nuestra etnia, lengua, género, condición física y orientación sexual.
Los Perúes de las etnias
Según el censo nacional de 2017 (INEI, 2018a), la distribución poblacional según autodeclaración de la etnia con la que se identifica es un 60,2% mestiza; un 22,32%, quechua; un 5,89%, blanca; un 3,57%, afrodescendiente, entre otras. Prescindimos de utilizar la palabra «raza», ya que tiene múltiples connotaciones que pueden ser confusas. Por ejemplo, la raza se puede referir al componente fenotípico de un ser humano y, al mismo tiempo, a sus costumbres y herencia (Santos, 2014); o se puede referir también al color de la piel y la ascendencia de las personas (Benavides et al., 2007). Brubaker (2002) presenta su preocupación por el indiscriminado uso de «raza»; por ello, utilizaremos etnia como un concepto más acotado.
Ser diferente, desde este punto de vista, impacta mucho y desde hace mucho tiempo. Por ejemplo, a pesar de más de 500 años de mestizaje impuesto, el ser cholo12 ha sido motivo de dolor y poco orgullo, que ha conllevado una limitada identificación con el país, el cual dejó de ser «su país». Por ejemplo, el historiador Klaiber anota los sentimientos encontrados de los soldados peruanos durante la Guerra del Pacífico, pues las tropas estaban compuestas básicamente por campesinos captados a la fuerza (Klaiber, 1978). En los tiempos actuales, la población afrodescendiente encuentra prejuicios raciales en el ámbito educativo y laboral (PNUD, 2013). Incluso, en un extremo, se ha identificado que existe una jerarquía (como construcción social) que indica que es deseable ser «blanco» y que las demás etnias se encuentran socioeconómicamente por debajo de esta (Drzewieniecki, 2004). De alguna u otra manera, estas prácticas discriminatorias datan de clasificaciones de origen colonial (Callirgos, 1993) que subsisten en esferas que desean marcar su diferencia a como dé lugar mediante conductas que privilegian al blanco (Balcázar et al., 2011). Aún más, Kogan (2012) propone el término «heterofobia» (miedo al diferente) para describir estas situaciones. En conclusión, pese a que el país es étnicamente diverso por naturaleza, existen prejuicios y estereotipos que devienen en discriminación y, con ello, en la actitud de excluir entre peruanos.
Los Perúes de las lenguas maternas
¿Cómo estas diferencias tienen su correlato en cuanto a la lengua materna? De acuerdo con el INEI (2018a), 23,1 millones hablan castellano, 3,7 millones emplean el quechua, 450.000 usan el aimara como lengua materna y 400.000 se comunican con sus lenguas nativas en la selva amazónica. Para ser más exactos, en el Perú existen 47 diferentes lenguas originarias vigentes, y otras 37 lenguas originarias fueron extintas (Minedu, 2017). ¿Cuán bueno o malo es manifestar que la lengua originaria no es el castellano? Un estudio muestra que tener al quechua (la lengua originaria más común) como lengua madre incrementa la posibilidad de deserción escolar porque existen barreras lingüísticas (Rodríguez, 2012). Incluso, desde décadas atrás, el Estado brindaba al sector educativo indígena los profesores con menos preparación y obligaba a los niños a seguir un calendario académico basado en las necesidades de Lima y no las de la Sierra o la Selva (Pozzi-Escot, 1989). En el presente milenio, había más de un millón de niños y niñas indígenas en edad escolar pero el 28,87% no era atendido por el sistema educativo público y el 73% tenía un atraso escolar grave, es decir, el alumno tenía más edad de la que debería según el grado al que asistía (Vásquez et al., 2009). Como resultado de estos limitantes en el campo educativo, existe una brecha salarial de casi un 40% entre personas con el mismo nivel educativo pero distinta lengua materna (Sanborn, 2012). En conclusión, hay una parte importante de peruanos que se ven afectados de manera negativa por tener o incluso manifestar una lengua materna como el quechua o el aimara, distinta del castellano, estando en su propio país.
Los Perúes de los géneros
Quizás una diferenciación entre peruanos que se ha ido acortando es la relacionada con el género (INEI, 2017a). De la población peruana, el 50,82% son mujeres y 49,18% son hombres, según el censo de 2017 (INEI, 2018a). La mayor oferta educativa y los incentivos para cambiar actitudes de los padres ha alentado a que cada vez más niñas y adolescentes puedan no solo culminar su educación básica sino proseguir estudios superiores (26,48%) y conseguir un empleo (20,69%). Sin embargo, las brechas