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a la política se refirió con expresiones de molestia, desprecio o indiferencia hacia una élite social contemporánea que ejerce poder para hacerle daño a los bienes púbicos en beneficio propio. Así, se enunció un modo de resistencia de los jóvenes hacia las prácticas de corrupción, que identificaron como la causa de los problemas de la nación: “[…] pienso que la política ya se volvió solo un negocio, ¿qué hacemos en un país donde los políticos buscan cómo destruirlo más para ellos ganar bastante dinero e irse?”; “[…] no he puesto mucho interés en algunos temas políticos, ya que da fastidio saber que siempre sucede lo mismo. Esa desconfianza y desinterés que tanto yo como otras personas mostramos frente a este tema se debe a la corrupción”; “en lo político, no creo en ningún presidente, en ningún líder; la mayoría de ellos quieren ser presidentes para tener poder y llenarse de dinero”; “el Gobierno está constituido por gente imperfecta”.

      En los relatos sobresalió el uso de verbos que asocian la política con daño y malestar: corromper, robar, dividir, empobrecer. Así, la política se abordó como un sector social que despliega el mayor ejercicio de poder sobre la población, cuyos resultados no son benéficos para la sociedad. Esas expresiones se entendieron como modos de resistencia a las formas de poder y control sobre lo político; no obstante, esos modos no expresaron alternativas o acciones de transformación: “menos mal que a mí la política no me afecta en nada; lo que me preocupa son los animales”; “yo prometí no tener nada que ver con la política y, así, la política no tendrá nada que ver conmigo”; “para qué votar, siempre quedarán los mismos apellidos”; “uno de los motivos por los que escogí esta carrera [Zootecnia] es que jamás tendré nada que ver con la política”.

      Los enunciados develaron una distancia con la élite política, articulada con una sentida desconfianza ante sus acciones y prácticas. En Colombia hay una política imperfecta, según los juicios de los jóvenes; por esto, la configuración de su subjetividad política se dio desde la distancia, indiferencia e inconformidad.

      La política en el morral de los colegiales

      Las reformas jurídicas y administrativas generadas a partir de la Constitución de 1991 en los ámbitos de la educación básica y media desplegaron los derechos de la organización y la participación juvenil en los colegios. Esto se nombró con recurrencia en los relatos como una experiencia significativa para la configuración política: “[…] estuve involucrada en talleres de derechos humanos en el colegio y creo que de ahí viene mi ideal de tratar a todos con respeto sin importar sus gustos o ideales”; “mi formación y mi participación en la política comenzaron en el colegio: participé en el gobierno estudiantil, como en quinto grado, cuando logré ser ‘personerita’”; “creo que mi formación política o acción ciudadana está por comenzar, teniendo en cuenta las bases de proyectos tomados en mi vida, como uno de cambio sociocultural y político en la sociedad que quise formar en el colegio donde estudiaba”.

      Las citas narran un pasado. Una experiencia que dejó huella y se retomó para identificar algunos rasgos de las subjetividades políticas, como el trato a todos con respeto y la búsqueda de cambios sociales; no obstante, es llamativo el uso de un pasado que no está conectado a experiencias actuales para la continuación de proyectos educativos.

      Cuando la fe es el argumento político

      En los relatos fueron recurrentes expresiones ligadas a prácticas de fe religiosa como un argumento para tomar decisiones en el campo de la política y en el ejercicio ciudadano: “[…] soy cristiana […], esto se trata de un alguien, un alguien llamado Dios, quien envió a su hijo Jesús para hacernos libres y quien dejó a un consolador, el Espíritu Santo”; “[...] le pedí la dirección a Dios por cuanto soy cristiana y creo firmemente en que él es el único que tiene el poder y la autoridad para abrir y cerrar puertas […]”; “nunca he pertenecido a algún grupo o iglesia […]; la verdad no es de mi atención pertenecer […], pero me parecen importantes para aquellas personas que quieren debatir y profundizar más en todos los temas que afectan a nuestra patria”.

      Los aspectos de la vida política —la libertad, el ejercicio del poder, la patria— mencionados dieron cuenta de una subjetividad política organizada desde la fe religiosa. Una fe que le permite al joven dejar las decisiones de su ejercicio político y ciudadano —y las relacionadas con el país— en manos de un ser supremo.

       Sobre los sentidos de la ciudadanía en las subjetividades juveniles universitarias lasallistas

      Los valores entran por casa

      Una expresión recurrente e importante en los relatos fue “valores”. Se planteó que estos se incorporaron en los procesos de educación familiar; además, se interpretó que la mención se relacionó con la pregunta sobre el ejercicio ciudadano. Algunas citas permitieron visualizar el concepto de valores: “mis padres siempre me decían que ellos me iban a apoyar en todo lo que yo decidiera con respecto a mi futuro para forjar un camino de honestidad y respeto en la labor que ejerza”; “mi proyecto de vida es ser un profesional honesto, con carácter social y beneficioso para las personas que me rodean”; “soy la persona que soy hoy en día gracias a mi familia, ya que me ha apoyado y enseñado lo que es bueno y malo en la vida”; “valoro mucho lo no material, como el amor de mis padres y la compañía de mis hermanos y amigos”; “[…] en mi experiencia, puedo decir que ayudar es lo mejor que el ser humano puede dar”; “mis padres han sido parte fundamental de mi proceso, a lo largo de mi trayectoria tanto personal como profesional”; “pienso que, si todos los jóvenes de Colombia tuviéramos el apoyo de nuestros padres y la paternidad fuera importante en los hogares, podríamos llegar a esa paz que tanto anhelamos”; “me he constituido como persona gracias a la educación de mis papás; gracias a ellos cada día soy mejor en lo que hago. Pienso que las personas se forman con base en el modo en que las enseñaron”.

      Las citas presentaron como valores algunas prácticas sociales: la honestidad, el respeto al trabajo, el carácter social, la ayuda, la valoración de lo inmaterial, la paz, el ser mejor. Igualmente, mostraron a los padres y las familias como responsables de su difusión, de su ejercicio práctico. La mención de los valores se cargó con un fuerte positivismo, que también asumieron la palabra “valores” y las prácticas, actitudes del ser humano que representan un deber ser incuestionable.

      Por otro lado, sobresalió el hecho de que no se nombraron actitudes relacionadas con la ciudadanía: la participación, la organización, el cuidado de lo público, el respeto asociado a la diversidad cultural, religiosa, de orientación sexual, etcétera, el trabajo colectivo, entre otras prácticas que se pueden inferir del denso articulado de la Constitución de 1991.

      Grupos de fe como activadores de la ciudadanía

      La formación en valores asociados al ejercicio ciudadano se mencionó, con menor recurrencia, cuando se habló del aprendizaje de prácticas sociales de iglesias y movimientos de fe: “he participado en grupos religiosos”; “estuve en Infancia Misionera, un grupo religioso […]; en ella nos interesábamos por ayudar al prójimo […]. Siendo sincero, esto no era algo que me apasionaba, nunca me sentí parte de ese grupo”; “como católica que soy, pertenezco a una Célula, grupo de jóvenes que organiza la Iglesia católica para acercarlos a Dios. Elegí ser católica y este grupo porque fortalecen mis valores, mis creencias, y aportan a mi forma de vida”; “pertenecí al Movimiento Juvenil Salesiano como catequista”; “me hubiera gustado ser parte del Movimiento Talitha Kum o del Movimiento Juan XXIII de San Juan de Pasto”.

      A la experiencia de pertenecer a algunas organizaciones o participar en prácticas religiosas se le atribuyó el aprendizaje de valores como ayudar al prójimo, acercarse a Dios, ser parte de grupos con pares (niños o jóvenes). Todos se reconocieron como asuntos inherentes a “vivir la vida”, a “aportar a la forma de vida”. Asimismo, la ciudadanía se asoció con ejercicios de organización para ayudar a otros, bajo las directrices de las iglesias a las que se pertenece, y para impulsar acciones individuales, por ejemplo, la

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