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de crecer. De repente, los contenidos y la propia ansiedad por que los niños lean, escriban o completen el currículo hace que cambien las prioridades y el desarrollo de la inteligencia emocional quede en segundo plano.

      • Otras veces, se trabaja la inteligencia emocional en espacios separados de otras asignaturas, como algo que solo tiene sentido en las asambleas de Infantil o en las tutorías.

      Esto ya es un gran avance, por supuesto. El riesgo es mantener la inteligencia emocional en un apartado que no tenga nada que ver con el aprendizaje académico, como sucede en los siguientes casos:

      • Normalmente, se trabaja lo emocional como algo separado del proceso de aprender…y lo que un profesor puede hacer por sus alumnos es trabajar todo lo emocional que genera el aprendizaje: ganas, dificultad, la duda de si podré o no podré, aburrimiento, entusiasmo, rivalidad, diversidad…

      • A menudo nos encontramos con adultos que hablan de la inteligencia emocional de sus alumnos o de sus familias, pero a la hora de mostrar inteligencia emocional ellos mismos, ante situaciones de ansiedad, no tienen los recursos necesarios. Así, los adultos hablamos de inteligencia emocional, pero a menudo no somos un ejemplo de madurez emocional.

      • En ocasiones, los profesores nos dicen que no se atreven a trabajar las emociones de los alumnos por si se descontrola la situación. Mejor dejar las emociones debajo de la alfombra, porque temen que abordarlas pueda ser una bomba. Lo cierto es que dejarlas debajo de la alfombra hará que estén influyendo en el aprendizaje. No se trata de esconderlas, sino de tener los recursos necesarios para trabajar las emociones de forma estructurada: ni explotan ni se esconden. Nos cuentan muy a menudo sus miedos a que el grupo quede atrapado por la pena, la rabia, la euforia, y que se les vaya de las manos. Nos hablan del miedo a abrir la caja de los truenos.

      • Con frecuencia, también, los padres no nos damos cuenta de que las dificultades académicas no siempre tienen que ver con el colegio o con los profesores, sino con nosotros y nuestro modo de afrontar el aprendizaje de los hijos, con nuestra manera de relacionarnos con sus emociones y ansiedades, sus logros y fracasos, sus preferencias, su propia evolución…

      Lo que queremos proponerte en este manual es un recurso estructurado y de fácil utilización para desarrollar inteligencia emocional en todas sus facetas, de una forma experiencial, no teórica: las preguntas.

      El futuro que emerge nos lleva a la necesidad de familiarizarnos con la incertidumbre, con lo que Morton denomina “el forastero desconocido”. Por ello, la capacidad de hacernos preguntas y dejar que emerjan las respuestas como pequeñas burbujas de aire, será nuestro rasgo de evolución más significativo.

      ¿Qué ganaréis los chicos a los que acompañas, ya sean alumnos o hijos, y tú?

Beneficios
Para alumnos o hijos Desarrollar: • Inteligencia emocional. • Poder interno y responsabilidad. • Sentimiento de pertenencia, cohesión. • Autoestima. • Autonomía. • Motivación. • Rendimiento académico. • Autoconocimiento, empatía. • Consciencia, despertar.
Para profesores, padres y adultos en general • Aplicar una forma estructurada y fácil de desarrollar inteligencia emocional en los chicos. • Fortalecer el vínculo con ellos, conectando a un nivel profundo. •Mejorar el rendimiento académico •Mejorar la motivación de los alumnos. •Desarrollar la propia inteligencia emocional, despertando también autoconciencia. •Perder el miedo a trabajar lo emocional.

      Hagamos referencia por un momento a los cinco aspectos que Goleman describe como inteligencia emocional, ya que son conceptos más o menos conocidos y aceptados:

      Si hablamos de autoconciencia hablamos de crear espacios donde la emoción no es tratada como adecuada o no, no es juzgada, sino que, simplemente, tiene un sitio para ser nombrada y pensada. Se trata de propiciar espacios donde los chicos conecten consigo mismos y con su experiencia real en su proceso de aprender y crecer, donde sus intervenciones sean verdaderas porque es lo que han decidido expresar. Será una forma de crear el hábito de convertirse en un observador de uno mismo, y de las emociones propias y ajenas, con la distancia y libertad necesarias para poder mirar y nombrar las emociones sin miedo.

      Uno de los síntomas que podemos ver a veces en los chicos es un estado de desconexión emocional: se quedan desconectados de su pasión por aprender, de sus propias ilusiones, necesidades, dificultades; desconectados de los demás, del mundo.

      Se trata de crear oportunidades para que conecten con su propia experiencia, lo que les dará la habilidad de mirar hacia dentro y encontrar ahí sus recursos, de construir una intuición y un poder interno fuertes.

      Centrémonos en las emociones que genera en los alumnos el proceso de aprender, en el ámbito académico. Los adultos podemos hablarles de emociones o (y esta es nuestra propuesta) podemos generar espacios azules donde cada uno aprenda a expresar y escuchar las emociones asociadas al propio aprendizaje en todas sus facetas, y no de forma puntual, sino como hábito y forma de que las emociones tengan su sitio a lo largo de todo el camino. Hablamos de las emociones asociadas a estos tres aspectos:

      • La tarea de aprender en sí misma.

      • La relación con los adultos y figuras de autoridad y el liderazgo en su proceso de aprender.

      • Las relaciones con los iguales en ese proceso de aprender.

      Si abordamos la autorregulación, podemos hablarles de cómo deben comportarse o llenar hojas y hojas con normas y sanciones (que, por supuesto, son necesarias para la convivencia). Pero, de forma más efectiva, podemos delegar en ellos la capacidad de poner pensamiento en las situaciones que les superan, en los conflictos, en aquello que les preocupa, generando esperanza y capacidad.

      Los adultos estamos tan acostumbrados a resolver sus situaciones conflictivas que sin darnos cuenta matamos la capacidad de crecer en este terreno. A menudo, solo se nos ocurren actuaciones que tienen que ver con normas o con pensar por ellos qué deben hacer. Perdemos la oportunidad de utilizar las situaciones de conflicto, dificultad y bloqueo como momento crucial de aprendizaje social y emocional.

      Si hablamos de motivación, a menudo recurrimos a nuestras propias energías, a nuestra capacidad de transmitir entusiasmo, a vídeos y charlas, a motivar a los niños “desde fuera”. Esto puede ayudar, pero quizá perdemos la oportunidad de desarrollar en ellos la capacidad de automotivarse. Lo que más puede motivar a un niño es sentir que tiene un sitio propio, que es escuchado sin ser juzgado, que es comprendido y que forma parte de algo más allá de sí mismo, que la fuente más poderosa de motivación es la que surgirá de su interior, de su propia experiencia y curiosidad, de “sentirse digno de descubrir el mundo”.

      El recurso que proponemos tiene que ver con esta motivación que surge de dentro del propio niño, de una conexión con su propia experiencia, su propio criterio, su capacidad de explorar dentro de sí mismo, y de conectar estos descubrimientos con los de sus profesores, compañeros y familia.

      Si hablamos de empatía, no se trata de dar una charla acerca de la empatía, sino de generar espacios y estilos de relación que garanticen la experiencia de sentirse comprendidos y poder ser sensibles y darse cuenta de lo que los otros sienten. Se trata de generar la experiencia profunda de poder nombrar lo que otros sienten y hacerles sentirse comprendidos.

      Si hablamos de habilidades sociales, nos referimos a vivir experiencias donde la escucha, el respeto, el poder interno, la cohesión, la rivalidad, el conflicto no son conceptos teóricos, sino que son vividos, de forma individual y grupal, generando aprendizaje social y emocional. Parece que la rivalidad, la pelea, el conflicto, son temas que se deberían frenar cuanto antes

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