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nervioso…

       Es mi forma de ser…

       Estoy estresado…

      El estrés es otra falacia que todo lo justifica. Una persona estresada no es más que una consecuencia de un crónico desorden biológico. Detrás del estrés hay excesos y carencias de nutrientes, acidosis orgánica, malfunción intestinal, sobrecarga de toxinas, síntesis hormonal deficiente y, fundamentalmente, un hígado colapsado.

      El hígado cumple unas 600 funciones orgánicas. Entre otras cosas, es responsable de la vitalidad, el estado emocional y la claridad mental de una persona. Una persona con un hígado saludable evidencia: juicio claro, decisiones firmes, idealismo, capacidad de prever, personalidad ganadora… En cambio, el propietario de un hígado colapsado mostrará: depresión, cólera, irritabilidad, mal humor, violencia, agresión, estrés…

      Entonces, el estrés ¿es causa o consecuencia? Más que de estresados o nerviosos… ¿no es mejor hablar de intoxicados? Como vemos, también el estrés depende de un contexto favorable para poderse expresar. Y como siempre, dicho contexto lo generamos nosotros.

      En todos los casos, vemos que estas muletillas no hacen más que intercambiar causas con consecuencias. En el fondo, es siempre el contexto orgánico quién posibilita la expresión de los distintos factores. Y dicho contexto es nuestra responsabilidad.

      Ahora bien, si no es culpa de genes, virus, ni estrés… ¿cuál será la causa de nuestros problemas? ¿Cómo llegamos a generar el contexto favorable para genes, virus y estrés?

      ¿Usaría usted un electrodoméstico complejo sin haber leído previamente el manual de instrucciones? ¿Conocemos nuestro cuerpo y las reglas biológicas que lo rigen? ¿Sabemos limpiarlo y mantenerlo? ¿Sabemos nutrirlo fisiológicamente? ¿Sabemos leer e interpretar las señales que el cuerpo emite a cada momento? ¿Quién nos esconde el manual de instrucciones? ¿En que se basa nuestro paradigma de salud?

      Por cierto, nos toca transitar una época difícil, llena de desafíos y nuevos problemas. Vemos que en todas las áreas de la actividad humana (economía, política, medio ambiente, educación, etc) están haciendo agua los paradigmas establecidos. Y la salud no es una excepción.

      Pese a una tecnología cautivante, estamos viviendo una época “oscura”. Aunque nos deslumbre que se haya descifrado el genoma humano, es evidente que hay mucha ignorancia y reduccionismo [4] . Cada vez sabemos más de poco y poco del todo o como bien se dice: cada vez se sabe más de menos, hasta que lleguemos a saber mucho de nada.

      Son muchas las cosas elementales que ignoramos: ¿Cómo funciona el sistema hormonal? ¿Para qué sirve el apéndice? ¿Y las amígdalas? ¿Somos más microbios que células? ¿Se renuevan las neuronas? ¿Es el colesterol causa o consecuencia? ¿No es la anemia un mecanismo defensivo? ¿Y la hipertensión?

      Como será la ignorancia sobre nuestra composición celular que el Instituto Nacional de Salud de EEUU, aprobó en 2007 un plan de cinco años para investigar el microbioma humano, que es el contenido total microbiano del cuerpo humano. Nuestro conocimiento es limitado, en parte porque sólo era posible identificar microbios que podían ser cultivados en laboratorio, un mero 1-2 por ciento del total. De todos modos estamos comprendiendo que el ser humano promedio es más microbio que mamífero, un verdadero súper organismo que comprende 10 veces más células microbianas que humanas. Se piensa que el número total de genes microbianos en nuestro cuerpo excede el de genes humanos en una proporción de 1000 a 1 [5] , ¡¡¡algo que recién se publicó en 2013!!!

      La sociedad científica premia con el Nobel de medicina 2005 al descubrimiento de una bacteria (Helicobacter pilori) como causa de la úlcera estomacal. Por supuesto que ya hay un antibiótico a medida de dicha bacteria, mecanismo más “práctico” que entender porqué creamos las condiciones para que la bacteria se desarrolle. Sin embargo la misma ciencia descubre después [6] que dicha bacteria convive con nosotros desde hace 60.000 años!!!

      A la luz de este sistema de comprensión errónea, coartamos los esfuerzos que hace el organismo para mantener estable la vida (homeostasis). Reprimimos fiebre, sudor, diarreas, gripes, hemorragias, colesterol, tensión arterial, hemorroides, leucorreas, eccemas…

      Seguimos “ mutilando” el cuerpo, extirpando órganos y atrofiando funciones (amígdalas, vesículas, apéndices, glándulas sudoríparas…) sin entender ni resolver nunca las causas que generan los problemas (congestiones tóxicas). La miope especialización sigue viendo al cuerpo como un mecano que falla y cuya solución es cambiar pedazos: hacemos by pass, trasplantamos órganos, instalamos marcapasos y stents, dializamos órganos con filtros mecánicos…

      Nos sentimos seguros en manos de súper-especialistas que manipulan variables orgánicas de dudosa objetividad (hormonas tiroideas, colesterol, presión, densidad ósea, enzimas hepáticas, antígenos prostáticos…). Tenemos “ pedazólogos” para todos los órganos!!!

      Y en tanto seguimos sin cuestionar porqué, a pesar de tanta tecnología y diversidad de fármacos, las enfermedades crónicas lo siguen siendo y los procesos degenerativos son cada vez más virulentos. Administramos… pero nunca “resolvemos” los problemas.

      A nuestro entender, los problemas no están para ser “controlados” sino para ser resueltos. Pero claro, si los problemas se resuelven, ¿adónde va el negocio? La medicina esta sujeta a las leyes del mercado. Según esas leyes, paciente curado deja de ser negocio. Paciente crónico consume de por vida. Paciente ignorante es temeroso y demanda fármacos y servicios. Paciente consciente, previene y no consume.

      Alguien del sistema, el Dr. Richard Roberts (Nobel 1993), lo dice claro [7] : “es habitual que las farmacéuticas estén interesadas en líneas de investigación, no para curar, sino sólo para cronificar dolencias con medicamentos cronificadores, mucho más rentables que los que curan del todo y de una vez. La medicina que cura del todo no es rentable. La salud no puede ser un mercado más, ni puede entenderse tan sólo como un medio para ganar dinero” .

      Por eso, en medio de tanta parafernalia tecnológica y mediática, nadie es instruido para limpiar y mantener su propio cuerpo . Sabemos mucho más sobre las necesidades del automóvil, que atendemos con esmero porque nos costó. ¿Y las necesidades corporales? Bien, gracias, total al cuerpo lo recibimos gratis…

      Solo un irresponsable operaría un electrodoméstico sofisticado sin leer previamente el manual de instrucciones. En cambio operamos el cuerpo, estructura miles de veces más compleja que cualquier artefacto conocido, sin haber leído nunca el “manual”. Es obvio que alguien nos lo está escondiendo!!!

      Nadie enseña a leer las miles de señales indicativas que entrega nuestro organismo, gratis y en tiempo real.

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