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especial que hacer por nosotros individualmente. Al ver la maldad del mundo puesta de manifiesto en los tribunales de justicia y publicada en los diarios, acerquémonos a Dios y, por medio de una fe viva, echemos mano de sus promesas, para que la gracia de Cristo se manifieste en nosotros. Podemos ejercer una influencia, una influencia poderosa en el mundo. Si nos acompaña el poder convincente de Dios, seremos capaces de conducir a las personas del pecado a la conversión.

      Nuestra sencillez realizará buena parte de esta obra. No debemos tratar de ascender hasta ocupar puestos elevados, ni conquistar la alabanza de los hombres. No debiéramos tener por meta el ser superiores a los demás. Debemos tener por único blanco la gloria de Dios. Debemos trabajar con toda la inteligencia que Dios nos ha dado, colocándonos donde fluye la luz, para que la gracia de Dios pueda derramarse sobre nosotros para amoldarnos y conformarnos a la semejanza divina. El cielo está esperando otorgar sus más ricas bendiciones a los que quieran consagrarse para hacer la obra de Dios en estos últimos días de la historia del mundo. Seremos probados; tal vez debamos pasar noches en vela; pero pasemos esos momentos en oración ferviente a Dios, con el fin de que él nos dé entendimiento y avive nuestra mente para discernir los privilegios que nos pertenecen (Review and Herald, 1º de abril de 1909).

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      Normas para alcanzar el éxito

      El Cielo entero conoce todo pensamiento, toda acción. Las acciones de ustedes podrán ser invisibles para sus conocidos, pero están abiertas a la inspección de los ángeles. Los ángeles tienen la comisión de servir a los que se esfuerzan por vencer todo hábito malo y mantenerse libres de las artimañas de Satanás.

       Fiel integridad

      No se da la importancia que se debiera al poder que los pequeños actos malos, las pequeñas inconsecuencias, tienen en la formación del carácter. En la Palabra de Dios se nos revelan los principios más grandiosos y elevados. Nos son dados para fortalecer todo esfuerzo en favor del bien, para gobernar y equilibrar la mente, para inducirnos a aspirar al logro de una norma elevada.

      En la historia de José, Daniel y sus compañeros, vemos cómo la áurea cadena de la verdad puede ligar a la juventud al trono de Dios. No podían ser tentados a apartarse de su integridad. Valoraron el favor de Dios por encima del favor y la alabanza de los príncipes, y Dios los amó y los cobijó bajo su escudo.

      El Señor los honró señaladamente delante de los hombres por su fiel integridad, por su determinación a honrar a Dios por encima de todo poder humano. Fueron honrados por el Señor Jehová de los ejércitos, cuyo poder se extiende sobre todas las obras de sus manos, arriba en el cielo y abajo en la Tierra. Estos jóvenes no se avergonzaban de desplegar su verdadero estandarte. Hasta en la corte del rey, en sus palabras, en sus hábitos, en sus prácticas, confesaron su fe en el Señor Dios del cielo. Rehusaron inclinarse ante cualquier mandato terrenal que detrajera el honor de Dios. Tenían fuerza del cielo para confesar su lealtad a Dios.

      Ustedes deberían estar preparados para seguir el ejemplo de estos nobles jóvenes. No se avergüencen jamás de su bandera; tómenla y despliéguenla a la mirada de los hombres y los ángeles. No se dejen dominar por una falsa modestia, una falsa prudencia que les sugiera un curso de acción contrario a este consejo. Por la elección de sus palabras y una conducta consecuente, por su corrección, su ferviente piedad, hagan una profesión eficaz de su fe, decididos a que Cristo ocupe el trono en el templo del ser, y pongan sus talentos sin reservas a los pies del Señor, para que sean utilizados en su servicio.

       Completa consagración

      Conviene a tu bienestar presente y eterno ponerte enteramente de parte de lo recto, para que el mundo sepa cuál es tu posición. Muchos no se entregan completamente a la causa de Dios, y su posición vacilante es una fuente de debilidad en sí misma y una piedra de tropiezo para otros. Sin principios fijos, sin consagración, son apartados por las olas de la tentación de lo que saben que es recto, y no se esfuerzan santamente por vencer los errores y por perfeccionar un carácter recto mediante la justicia imputada de Cristo.

      El mundo tiene derecho a saber exactamente lo que se puede esperar de cada ser humano inteligente. El que es una personificación viva de los principios firmes, inequívocos y rectos, ejerce un poder viviente sobre sus compañeros, y con su cristianismo influirá sobre otros. Muchos no perciben ni aprecian cuán grande es la influencia de cada persona para el bien o para el mal. Todo estudiante debiera comprender que los principios que adopta llegan a ejercer una influencia viva y modeladora sobre el carácter. El que acepta a Cristo como Salvador personal, amará a Jesús y a todos aquellos por quienes él murió; pues Cristo será en él un manantial de agua que brota para vida eterna. Se entregará sin reservas al dominio de Cristo.

       Afirmar la propia libertad

      Muestren, mediante Jesucristo, que son dignos del sagrado cometido con que el Señor los ha honrado al otorgarles vida y gracia. Deben rehusarse a estar sujetos al poder del mal. Como soldados de Cristo debemos aceptar, deliberada e inteligentemente, sus condiciones de salvación en cualquier circunstancia, tener en alta estima los principios rectos y actuar de acuerdo con ellos. La sabiduría divina debe ser lámpara a sus pies. Sean leales consigo mismos y sean leales a su Dios. Será sacudido todo lo que vacile, pero si están arraigados y cimentados en la verdad, permanecerán firmes con las cosas que no pueden ser sacudidas. La ley de Jehová es inmutable, inalterable, pues es expresión del carácter de Jehová. Resuelvan que ni con palabras ni influencias arrojarán la menor deshonra sobre su autoridad.

       Entrega completa

      Tener la religión de Cristo significa que ustedes han entregado a Dios, de un modo absoluto, todo lo que son y tienen, y que han consentido en ser guiados por el Espíritu Santo. Mediante el don del Espíritu Santo se les dará poder moral, y no sólo tendrán los talentos que anteriormente se les habían confiado para el servicio de Dios, sino que la eficiencia de los mismos será grandemente multiplicada. La entrega de todas las facultades a Dios simplifica mucho el problema de la vida. Debilita y abrevia mil luchas con las pasiones del corazón natural. La religión es como un cordón de oro que liga a Cristo los espíritus tanto de los jóvenes como de los ancianos. Mediante ella, los voluntarios y obedientes son llevados en salvo a la ciudad de Dios, a través de senderos oscuros e intrincados.

      Hay jóvenes que sólo tienen aptitudes comunes, y sin embargo, mediante la educación y la disciplina, con maestros que actúen de acuerdo con principios puros y elevados, pueden salir del proceso de preparación aptos para ocupar algún puesto de confianza al cual Dios los ha llamado. Pero hay jóvenes que fracasarán porque no han resuelto vencer las inclinaciones naturales y no están dispuestos a prestar oídos a la voz de Dios registrada en su Palabra. No han levantado alrededor de su ser barricadas contra las tentaciones ni han resuelto, contra todo riesgo, cumplir con su deber. Se asemejan a aquel que al emprender un viaje peligroso rehúsa toda guía e instrucción por las cuales pudiera evitar accidentes y ruina, y avanza por un camino de destrucción segura.

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