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Sprigge”, comenzó Bill.

      “Kelsey, por favor”, interrumpió la mujer. “Y sé por qué están aquí. Están preocupados de que Shane Hatcher venga por mí y de que sea su primer blanco. Creen que quiere asesinarme”.

      Riley y Bill se miraron, no sabían qué decir.

      “Y, por supuesto, por eso es que los policías están afuera”, dijo Kelsey, aún sonriendo dulcemente. “Les pedí que pasaran un rato a calentarse, pero no quisieron hacerlo. ¡Ni siquiera me dejaron salir para mi trote vespertino! Es una pena, me encantaría salir a correr en este clima. Bueno, no me preocupa ser asesinada, y no creo que ustedes deban preocuparse tampoco. Realmente no creo que Shane Hatcher tenga la intención de hacer tal cosa”.

      Riley casi dijo: “¿Por qué no?”.

      Por el contrario, dijo con cautela: “Kelsey, tú lo capturaste. Lo hiciste comparecer ante la justicia. Estaba en prisión por ti. Es posible que eres la única razón por la cual se fugó”.

      Kelsey se quedó callada por un momento. Estaba mirando la pistola en la funda de Riley.

      “¿Qué arma llevas, querida?”, preguntó.

      “Una Glock calibre 40”, dijo Riley.

      “¡Genial!”, dijo Kelsey. “¿Puedo echarle un vistazo?”.

      Riley le entregó su arma a Kelsey. Ella sacó el barrilete y examinó la pistola. La manejó como una experta.

      “Las Glocks llegaron un poco tarde para mí”, dijo. “Sin embargo, me gustan bastante. La estructura de polímero se siente bien, es muy ligera y muy equilibrada”.

      Volvió a colocar el barrilete en su lugar y le devolvió el arma a Riley. Luego caminó hacia un escritorio. Sacó su propia pistola semiautomática.

      “Derribé a Shane Hatcher con esta bebé”, dijo ella, sonriendo. Le entregó el arma a Riley, y luego volvió a tomar asiento. “Smith y Wesson, modelo 459. Lo herí y lo desarmé. Mi compañero quería matarlo como venganza por el policía que había asesinado. Yo no se lo permití. Le dije que si él mataba a Hatcher, habría más de un cadáver que enterrar”.

      Kelsey se ruborizó un poco.

      “Ay, Dios”, dijo. “No quiero que nadie sepa eso. Por favor no se lo digan a nadie”.

      Riley le devolvió el arma.

      “De todos modos, sabía que contaba con la aprobación de Hatcher”, dijo Kelsey. “Sabes, él tenía un código estricto, incluso como pandillero. Sabía que solo estaba haciendo mi trabajo. Creo que respetaba eso. Y también estaba agradecido. De todos modos, nunca demostró ningún interés en mí. Incluso le escribí unas cartas, pero él nunca las respondió. Probablemente ni siquiera recuerda mi nombre. Estoy casi cien por ciento segura de que no quiere matarme”.

      Kelsey miró a Riley con interés.

      “Pero Riley… ¿Puedo llamarte Riley? Me dijiste por teléfono que lo habías visitado, que habías llegado a conocerlo. Debe ser fascinante”.

      Riley creyó detectar un poco de envidia en la voz de la mujer.

      Kelsey se levantó de su silla.

      “Disculpen que hable tanto. ¡Sé que tienen que ir a atrapar a un criminal! Y quién sabe lo que pueda estar haciendo, incluso en este mismo momento. Tengo información que podría ayudarlos. Vengan, les mostraré todo lo que tengo”.

      Guio a Riley y a Bill por un pasillo, hasta la puerta de un sótano. Los nervios de Riley se pusieron de punta.

      “¿Por qué tiene que ser en un sótano?”, pensó.

      Riley había albergado una fobia leve pero irracional a los sótanos desde hace algún tiempo, vestigios del TEPT de haber estado cautiva en el sótano de poca altura húmedo de Peterson, y por haber acabado con un asesino diferente en un sótano oscuro hace poco.

      Riley no vio nada siniestro cuando siguieron a Kelsey por las escaleras. El sótano había sido convertido en una sala de juegos. En una esquina había un área de oficina bien iluminada con un escritorio lleno de carpetas manila, un tablón de anuncios con fotografías viejas y recortes de periódicos y un par de cajoneras.

      “Aquí tienen todo lo que quieren saber de ‘Shane de las Cadenas’ y su carrera y su derrota”, dijo Kelsey. “Adelante. No duden en preguntarme cualquier cosa que se les venga a la mente”.

      Riley y Bill empezaron a ojear carpetas. Riley se sentía sorprendida y emocionada. Era un corpus informativo enorme y fascinante y gran parte de toda esta información jamás había sido escaneada para la base de datos del FBI. La carpeta que estaba ojeando estaba abarrotada de artículos aparentemente insignificantes, como servilletas de restaurantes con notas manuscritas y bocetos relacionados con el caso.

      Abrió otra carpeta que tenía informes fotocopiados y otros documentos. Darse cuenta que Kelsey seguramente no debía haber copiado o guardado estas cosas hizo a Riley sonreír. Los originales seguramente habían sido destrozados después de haber sido escaneados.

      “Supongo que se están preguntando por qué simplemente no puedo dejar ir este caso”, comentó Kelsey mientras Bill y Riley escudriñaban todos los materiales. “A veces hasta yo misma me lo pregunto”.

      Kelsey se detuvo para pensar por un momento.

      “El caso de Shane Hatcher fue el único en el que realmente me topé con el mal”, dijo. “Durante mis primeros catorce años con el FBI, prácticamente estuve metida en la oficina de Siracusa. Pero trabajé en este caso desde el principio, hablando con pandilleros en la calle, tomando las riendas del equipo. Nadie me creyó capaz de derribar a Hatcher. De hecho, todos creían que nadie sería capaz de derribarlo. Pero lo hice”.

      Ahora Riley estaba ojeando una carpeta de fotos de mala calidad que el FBI probablemente ni siquiera se había tomado la molestia de escanear. Kelsey había sido lo suficientemente inteligente como para no botarlas.

      Una mostraba a un policía sentado en una cafetería hablando con un pandillero. Riley reconoció inmediatamente al joven como Shane Hatcher. Le tomó un momento reconocer al policía.

      “Ese es el oficial que Hatcher mató, ¿cierto?”, preguntó Riley.

      Kelsey asintió por la cabeza.

      “El oficial Lucien Wayles”, dijo. “Yo tomé esa foto”.

      “¿Qué está haciendo hablando con Hatcher?”.

      “Eso es muy interesante”, dijo. “Supongo que se enteraron de que Wayles era un policía íntegro y condecorado. Eso es lo que los policías locales todavía quieren que todo el mundo piense. En realidad era muy corrupto. En esta foto, estaba reunido con Hatcher con la esperanza de hacer un trato con él, obtener una parte de las ganancias de las drogas por no interferir con el territorio de Hatcher. Hatcher le dijo que no. Allí fue que Wayles decidió acabar con él”.

      Kelsey sacó una fotografía del cuerpo mutilado de Wayles.

      “Obviamente saben cómo terminó yéndole a Wayles”, dijo.

      Riley sintió haber entendido todo. Este era exactamente el material que había anhelado. Le acercaba mucho más a la mente de un joven Shane Hatcher.

      Riley sondeó la mente del joven mientras observó la foto. Se imaginó los pensamientos y sentimientos de Hatcher en el momento en el que la foto fue tomada. También recordó algo que Kelsey había dicho.

      “Sabes, él tenía un código estricto, incluso como pandillero.”

      Riley sabía que eso seguía siendo verdad hoy en día por las conversaciones que había tenido con él. Y ahora, mirando la foto, Riley podía sentir la repugnancia visceral de Hatcher ante la propuesta de Wayles.

      “La propuesto lo ofendió”, pensó Riley. “Fue un insulto para él”.

      No era sorprenderte que Hatcher hubiera hecho de Wayles un terrible ejemplo. Según el código retorcido de Hatcher, era lo más moral del mundo.

      Riley

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