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en sus ojos, aunque sin importar qué tanto se esforzara, no podía encontrarlo.

      “¡Dije que me suelten!” gritaba Aidan con una voz que llegaba hasta ahí.

      Al escuchar la voz de preocupación de su hermano menor, un niño al que Kyra amaba más que a cualquier otro en el mundo, se levantó en un solo movimiento como un León cuidando a su cría. Leo igualmente se tensó con su pelo levantándose en su costado. Ya que su madre se había ido hace tiempo, Kyra se sentía obligada de cuidar a Aidan, de suplir a la madre que nunca tuvo.

      Brandon y Braxton lo arrastraban por el camino alejándolo de la fortaleza por el descuidado camino que iba hacia el bosque, y vio como ellos trataban de que sostuviera una lanza, una muy grande para él. Aidan se había convertido en un objetivo fácil de sus burlas; Brandon y Braxton eran abusivos. Eran fuertes y hasta algo valientes, pero tenían más bravuconería que habilidades reales y siempre parecían meterse en problemas de los que no podían escapar. Era enloquecedor.

      Kyra se dio cuenta de lo que pasaba: Brandon y Braxton arrastraban a Aidan con ellos a una de sus cacerías. Pudo ver los sacos de vino en sus manos y supo que habían estado bebiendo; eso la enfureció. No era suficiente el que fueran a matar a un animal indefenso, sino que también arrastraban a su hermano menor junto con ellos a pesar de sus protestas.

      El instinto de Kyra se encendió y saltó a la acción corriendo cuesta abajo para enfrentarlos, con Leo corriendo a su lado.

      “Ya eres lo suficientemente grande,” le dijo Brandon a Aidan.

      “Es hora de que te vuelvas hombre,” dijo Braxton.

      Bajando por las familiares colinas, no le tomó mucho a Kyra el alcanzarlos. Salió hacia el camino y los detuvo bloqueando su paso, respirando con dificultad, con Leo a su lado y dejando a sus hermanos boquiabiertos.

      Inmediatamente pudo ver el alivio en el rostro de Aidan.

      “¿Estás perdida?” se burló Braxton.

      “Estás en nuestro camino,” dijo Brandon. “Vuelve a tus flechas y palos.”

      Los dos se rieron burlonamente, pero ella frunció el ceño, sin inmutarse, mientras Leo gruñía a su lado.

      “Aleja a esa bestia de nosotros,” dijo Braxton tratando de sonar valiente pero con el miedo asomándose en su voz mientras apretaba más su lanza.

      “¿Y a dónde creen que llevan a Aidan?” preguntó con seriedad, observándolos sin parpadear.

      Hicieron una pausa y fruncieron sus rostros.

      “Lo llevamos a donde nosotros queramos,” dijo Brandon.

      “Va a una cacería para aprender a ser un hombre,” dijo Braxton, enfatizando la última palabra como dirigiéndola a ella.

      Pero ella no cedería.

      “Es muy joven,” replicó firmemente.

      Brandon frunció el ceño.

      “¿Quién lo dice?” preguntó.

      “Lo digo yo.”

      “¿Y tú eres su madre?” preguntó Braxton.

      Kyra se enrojeció llena de rabia, deseando que su madre estuviera aquí más que nunca.

      “Tanto como tú eres su padre,” respondió.

      Todos se mantuvieron ahí en silencio, y Kyra miró a Aidan, que le regresaba la mirada con ojos asustados.

      “Aidan,” dijo ella, “¿es esto algo que quieres hacer?”

      Aidan miró al piso, avergonzado. Él se mantuvo ahí, en silencio, evitando su mirada, y Kyra supo que tenía miedo de hablar, de provocar la desaprobación de sus hermanos mayores.

      “Pues ahí lo tienes,” dijo Brandon. “No tiene objeción.”

      Kyra no se movió, llena de frustración, deseando que Aidan hablara pero sin poder obligarlo.

      “No es muy sabio de su parte llevarlo a cazar,” dijo ella. “Viene una tormenta. Pronto oscurecerá. El bosque está lleno de peligros. Si quieren enseñarlo a cazar, llévenlo cuando sea mayor, otro día.”

      Esto los molestó.

      “¿Y tú qué sabes de cazar?” preguntó Braxton. “¿Qué has cazado además de tus árboles esos?”

      “¿Alguno de ellos te ha mordido recientemente?” añadió Brandon.

      Ambos rieron y Kyra enmudeció pensando en qué hacer. Sin que Aidan hablara, no había mucho que pudiera hacer.

      “Te preocupas mucho, hermana,” dijo Brandon al fin. “Nada le pasará a Aidan bajo nuestro cuidado. Queremos endurecerlo un poco, no matarlo. ¿De verdad crees que tú eres la única que se preocupa por él?”

      “Además, nuestro Padre está observando,” dijo Braxton. “¿Quieres decepcionarlo?”

      Kyra inmediatamente miró por encima de sus hombros y arriba en la torre pudo divisar a su padre de pie en la ventana arqueada, observando. Sintió una gran decepción al ver que él observaba sin hacer nada.

      Trataron de moverla, pero Kyra se mantuvo ahí, bloqueando el camino decididamente. Pareció como que estaban por empujarla, pero Leo se puso entre ellos gruñendo y lo pensaron dos veces.

      “Aidan, no es muy tarde,” le dijo. “No tienes que hacerlo. ¿Quieres regresar a la fortaleza conmigo?”

      Lo miró y pudo ver lágrimas en sus ojos, pero también pudo ver su tormento. Pasó un gran silencio, sin nada que lo rompiera además del aullido del viento y la cayente nieve.

      Finalmente, se retorció.

      “Quiero cazar,” murmuró a medias.

      Sus hermanos la pasaron de imprevisto, golpeando con sus hombros, arrastrando a Aidan, y mientras se apuraban por el camino, Kyra se volteó y miró mientras sintió un malestar en el estómago.

      Se dio vuelta hacia la fortaleza y miró hacia la torre, pero su padre ya se había ido.

      Kyra observó mientras sus tres hermanos se perdían de vista entre la creciente tormenta hacia el Bosque de las Espinas, y sintió un hueco en el estómago. Pensó en tomar a Aidan y traerlo de vuelta, pero no quería avergonzarlo.

      Sabía que tenía que dejarlo ir, pero no podía. Algo dentro de ella no se lo permitía. Sintió peligro, especialmente a inicios de la Luna de Invierno. No confiaba en sus hermanos mayores; sabía que no dañarían a Aidan, pero eran descuidados y muy rudos. Y lo peor de todo, confiaban demasiado en sus habilidades. Era una mala combinación.

      Kyra no pudo soportarlo más. Si su padre no iba a actuar, entonces ella lo haría. Ahora era lo suficientemente mayor, no tenía que responderle a nadie más que a ella misma.

      Kyra empezó a correr bajando por el camino solitario con Leo a su lado, dirigiéndose justo hacia el Bosque de las Espinas.

      CAPÍTULO DOS

      Kyra entró al tenebroso Bosque de las Espinas al oeste de la fortaleza, un bosque tan espeso que apenas se podía ver a través de este. Caminando lentamente junto a Leo, con la nieve y hielo crujiendo bajo sus pies, miró hacia arriba. Se sintió pequeñísima al ver los árboles de espinas que parecían no tener final. Eran antiguos árboles negros con ramas retorcidas que parecían espinas y gruesas hojas negras. Sintió que el lugar estaba maldito; nada bueno había salido nunca de este. Los hombres de su padre siempre regresaban heridos de las cacerías y más de una vez un troll, atravesando por Las Llamas, se había refugiado aquí utilizándolo como plataforma para atacar aldeanos.

      Kyra sintió un escalofrío al entrar. Aquí estaba más oscuro, más frío, el aire era más húmedo, el olor de los árboles de espinas se sentía pesado como el de una tierra decadente, y los enormes árboles borraban lo que quedaba de la luz del día. Kyra, en guardia, se sentía furiosa hacia sus hermanos. Era peligroso aventurarse aquí sin la compañía de varios guerreros—especialmente al atardecer. Cada ruido la sobresaltaba. Se escuchó el lamento lejano de un animal

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