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se acercó a él, sosteniendo un lienzo y un  pincel, y le hizo un gesto para que Kyle le permitiera pintar su retrato. Si había algo que Kyle odiaba, era que alguien lo dibujara. Sin embargo, estaba en buen humor y decidió dejar vivir al hombre.

      Pero cuando el hombre lo presionó, caminando detrás de Kyle y metiendo el lienzo frente a él, eso ya fue demasiado. Kyle se acercó, cogió su pincel, y se lo clavó justo entre los ojos. Un segundo después, el hombre caía muerto.

      Kyle tomó el lienzo y lo rompió encima de su cadáver.

      Kyle continuó caminando, bastante contento consigo mismo. Ya estaba resultando ser una gran noche.

      Cuando dobló en un callejón de adoquines, en dirección al distrito que recordaba, comenzó a sentirse como en casa. Varias prostitutas estaban en las calles y lo llamaban. En ese mismo momento, dos hombres grandes se tambalearon hacia fuera de un bar, estaban claramente borrachos, y chocaron con fuerza contra Kyle.

      "¡Ey, idiota!" Uno de ellos le gritó.

      El otro se volvió hacia Kyle. "¡Ey, el un ojo!", le gritó. "¡Mira por donde vas!"

      El gran hombre se acercó para darle un fuerte empujón a Kyle en el pecho.

      Pero sus ojos se abrieron por la sorpresa cuando su empujón no había funcionado. Kyle no se había movido en absoluto; había sido como si hubiera empujado una pared de piedra.

      Lentamente, Kyle negó con la cabeza, asombrado por la estupidez de esos hombres. Antes de que pudieran reaccionar, se estiró hacia atrás por encima del hombro, sacó su espada y en un solo movimiento, la hizo girar, cortando las cabezas de ambos en una fracción de segundo.

      Observó con satisfacción como sus cabezas rodaron y ambos cuerpos se desplomaban sobre el suelo. Guardó su espada y extendió la mano para agarrar un cadáver sin cabeza. Le  hundió sus largos colmillos directamente en el cuello abierto y bebió la sangre que salía a chorros.

      Kyle escuchó los gritos de las prostitutas a su alrededor. Le siguieron portazos y el sonido de persianas cerrándose.

      Se dio cuenta que todo el pueblo ya le tenía miedo.

      Bueno, pensó. Ese era el tipo de bienvenida que más le gustaba.

      CAPÍTULO SIETE

      En la madrugada, Caitlin y Caleb volaron lejos de París hacia la campiña francesa, ella se sostenía firmemente a su espalda mientras él se deslizaba por el aire. Se sentía más fuerte ahora y si hubiera querido volar, habría podido. Pero ella no quería dejarlo ir. Le encantaba sentir su cuerpo cerca. Sólo quería abrazarlo, sentir lo que era estar juntos de nuevo. Sabía que no tenía sentido, pero después de estar separados durante tanto tiempo, tenía temor de que si lo soltaba, podría volar lejos para siempre.

      Debajo de ellos, el paisaje cambiaba constantemente. Rápidamente dejaron la ciudad atrás y el paisaje se llenó de densos bosques y de colinas. Cerca de las ciudades, había algunas casas y granjas. Pero cuanto más se alejaban, había más y más tierra. Pasaron un campo tras otro, prados, de vez en cuando una granja de pastoreo para ovejas. El humo se elevaba de las chimeneas e imaginó que la gente estaba cocinando. Había líneas de ropa en el verde y sábanas colgaban de ellas. Era una escena idílica, y la temperatura de julio había bajado lo suficiente para que el aire se sintiera más frío, especialmente a esta altura, era refrescante.

      Después de horas de vuelo, doblaron y la nueva vista le quitó el aliento: ahí, en el horizonte, había un mar resplandeciente, vibrante y azul, las olas rompían sin cesar sobre la interminable costa virgen. Al acercarse, la elevación ascendió y las colinas llegaban hasta la costa.

      En las colinas, en medio de la hierba, había un solo edificio en el horizonte. Era un castillo medieval glorioso, construido de una piedra caliza antigua, cubierto de esculturas y gárgolas adornadas. Se encontraba en lo alto de una colina con vista al mar, y estaba rodeado de campos de flores silvestres en todo lo que el ojo alcanzaba a ver. Era una belleza impresionante y Caitlin sintió como si estuviera en una tarjeta postal.

      El corazón de Caitlin latía con entusiasmo, mientras se preguntaba, mientras esperaba que fuera el castillo de Caleb. De alguna manera, sentía que lo era.

      "Sí", le gritó, por encima del viento, leyendo su mente, como siempre. "Es éste."

      El corazón de Caitlin latió con deleite. Estaba tan emocionada y se sintió tan fuerte, que estaba lista para volar por sí misma.

      De repente, saltó de la espalda de Caleb y salió volando por el aire. Por un momento, se sintió  aterrorizada, preguntándose si sus alas brotarían. Un momento después, lo hicieron, y la sostuvieron en el aire.

      Le encantó sentir cómo el aire corría a través de las alas. Se sentía muy bien de tenerlas de nuevo y  ser independiente. Se elevó y se zambulló, precipitándose hacia arriba, cerca de Caleb, quien le devolvió la sonrisa. Se lanzaron juntos hacia abajo, luego hacia arriba, virando dentro y fuera de los caminos de vuelo de cada uno, las puntas de sus alas a veces se tocaban.

      Como si fueran uno, se lanzaron hacia abajo, cerca del castillo. Parecía antiguo; se veía desgastado, pero no en el mal sentido. Caitlin ya se sentía como en casa.

      Ella miró el paisaje, las colinas, el mar lejano, por primera vez en todo el tiempo que podía recordar, sintió una sensación de paz. Sentía, finalmente, como si estuviera en casa. Vislumbró su vida junto a Caleb allí, viviendo juntos, incluso formando una familia de nuevo, si eso era posible. Ella estaría feliz de vivir allí con él -y, finalmente, por fin, no veía nada que se interpusiera en su camino.

*

      Cuando Caitlin y Caleb aterrizaron juntos frente a su castillo, él le tomó la mano y la llevó a la puerta principal. La puerta de roble estaba cubierta de una gruesa capa de polvo y de sal del mar, y claramente no la habían abierto en muchos años. Él probó el picaporte. La puerta estaba cerrada con llave.

      "Han pasado cientos de años", dijo. "Estoy tan feliz de ver que todavía está aquí, que no ha sido  vandalisada -que incluso está cerrada con llave. Solía haber una llave … "

      Alzó la mano, muy por encima del marco de la puerta y palpó la grieta detrás del arco de piedra. Pasó los dedos por arriba y por abajo y finalmente se detuvo y sacó una larga llave maestra de  plata.

      La deslizó en la cerradura, y la llave encajó perfectamente. Le dio vuelta con un clic.

      Él se dio vuelta y le sonrió, haciéndose a un lado. "Si me haces el honor", dijo.

      Caitlin empujó la pesada puerta medieval que se abrió lentamente, crujiendo, la sal incrustada caía en grumos.

      Entraron juntos. La sala de entrada estaba en penumbras y estaba cubierta de telarañas. El aire estaba quieto y húmedo, y se sentía como si nadie hubiera entrado en siglos. Ella levantó la vista hacia las paredes de piedra con arcos altos, vio los pisos de piedra. Había capas de polvo en todo, incluyendo las ventanas de vidrio, que bloqueaban una gran cantidad de la luz, haciendo que se viera más oscuro de lo que era.

      "Por aquí," dijo Caleb.

      La tomó la mano y la condujo por un pasillo estrecho que se abrió a una gran sala, con ventanas altas y arqueadas a ambos lados. Había más luz allí, incluso con el polvo. Había algunos muebles: una larga mesa medieval de roble, rodeada de sillas ornamentadas de madera. En el centro, había una enorme, chimenea de mármol, una de las chimeneas más grandes que Caitlin jamás había visto en su vida. Era increíble. Caitlin se sentía como si estuviera caminado de nuevo en los claustros.

      "Lo construyeron en el siglo 12", él dijo, mirando a su alrededor. "En aquel entonces, éste era el estilo."

      "¿Tú viviste aquí?", preguntó Caitlin.

      Él asintió con la cabeza.

      "¿Por cuánto tiempo?"

      Pensó. "No más de un siglo", dijo. "Tal vez dos."

      Caitlin se maravilló, una vez más, de las medidas tan grandes de tiempo en el mundo de los vampiros.

      Sin embargo, se preocupó al pensar en otra cosa:

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