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de opinión."

      "No lo es," Sage respondió. "Por favor, Scarlet. Aléjate. Aún hay tiempo."

      Scarlet respondió presionando un beso feroz contra sus labios.

      "No tengo miedo de morir," ella respondió con firmeza. Luego, pasó el brazo alrededor de su cintura y se volvió hacia la multitud asesina. "Siempre y cuando estemos juntos.”

      CAPÍTULO DOS

      Una guerra de vampiros.

      El mar que estaba debajo de Caitlin era tan negro como la noche. Podía escuchar el zumbido del motor mientras el pequeño avión militar avanzaba a través de las nubes, las mismas palabras volvían una y otra vez a su mente. No podía llegar a comprender cómo las cosas había llegado a todo esto, cómo su hija había volado hacia la oscuridad de la noche, obligándola a ella y a Caleb a ir desesperadamente tras ella. Su preocupación por Scarlet la consumía, y las mariposas de pánico empezaban a revolotearle en el estómago.

      Caitlin sintió una fuerte sensación primal agitarse en su interior. Scarlet estaba en un lugar cercano. Caitlin estaba segura. Se enderezó de golpe y apretó el brazo de Caleb.

      “¿Puedes sentirla?”, él le dijo, analizando la expresión de Caitlin.

      Caitlin solo asintió, apretando los dientes mientras una creciente necesidad de estar con su hija crecía en su interior.

      "Ella está en peligro, Caleb," dijo Caitlin, conteniendo las lágrimas que amenazaban con ahogarla.

      Caleb miró por el parabrisas y apretó la mandíbula. "Vamos a estar junto a ella pronto. Te lo prometo. Todo estará bien."

      Caitlin quería creer desesperadamente en él, pero una parte de ella estaba escéptica. Scarlet había volado voluntariamente a ese lugar, a ese castillo lleno de inmortalistas maliciosos. Como su madre, Caitlin sabía que no tenía más remedio que seguirla. Al ser un vampiro, Scarlet estaba, sin lugar a dudas, en mayor peligro que un adolescente promedio.

      Otra punzada de nostalgia golpeó a Caitlin. Pero esta vez fue peor que antes. No era sólo el dolor por estar lejos de su hija Caitlin, era algo aún peor.

      Scarlet estaba en peligro de muerte.

      "Caleb", Caitlin dijo a toda prisa. "Ella está ahí abajo y está en problemas. Tenemos que aterrizar. Ahora.“ La urgencia en su voz hizo que sus palabras se escucharan como un susurro apresurado.

      Caleb asintió y miró a un lado. Por debajo de ellos, se batían las olas negras.

      "No hay donde aterrizar", dijo. "No quiero intentar aterrizar en el agua. Es demasiado peligroso.”

      Sin perder el ritmo, dijo Caitlin: "Entonces tendremos que expulsarnos."

      Los ojos de Caleb se abrieron como dos platos. "Caitlin, ¿estás loca?"

      Pero mientras él hablaba, ella sacó el paracaídas y se lo empezó a poner.

      “No estoy loca," dijo. "Sólo soy una madre a quien su hija necesita."

      Tan pronto como las palabras salieron de sus labios, la dolorosa necesidad de estar junto a su hija la inundó otra vez. Podía divisar una forma en la distancia y pensó que tal vez se trataba de un edificio.

      Las gotas de lluvia comenzaron a caer, trazando líneas en el vidrio y reflejando la luz de la luna, y Caleb apretó sus manos sobre el timón.

      "Quieres que abandonemos el avión", dijo, con calma, era más una afirmación que una pregunta.

      Caitlin se puso su mochila paracaídas. "Sí."

      Ella le tendió el otro paracaídas a Caleb. Él lo miro con una expresión de incredulidad.

      "No hay donde aterrizar," Caitlin añadió con firmeza. "Tú mismo lo dijiste."

      “¿Y si nos ahogamos?" dijo Caleb. “¿Si las olas son demasiado fuertes? ¿El agua demasiado fría? ¿Cómo podremos ayudar a Scarlet si morimos?"

      "Tienes que confiar en mí", dijo Caitlin.

      Caleb respiró profundamente. "¿Qué tan segura estás de que Scarlet esté cerca?"

      Caitlin miró a Caleb en los ojos mientras otra punzada de anhelo se precipitaba hacia ella. "Estoy segura."

      Caleb aspiró aire entre los dientes y sacudió la cabeza.

      "No puedo creer que esté haciendo esto", dijo.

      Luego, rápidamente se quitó las correas de los hombros y se ajustó el paracaídas. Una vez que estuvo listo, miró a Caitlin.

      "Esto no va a ser divertido", él dijo. "Y puede no terminar bien."

      Ella extendió la mano y apretó la de él. "Lo sé."

      Caleb asintió, pero Caitlin podía ver el miedo en su rostro y la preocupación en sus ojos.

      Luego, él golpeó con su palma el botón de expulsión.

      De pronto, una ráfaga de aire se arremolinó a su alrededor. Caitlin sintió que el viento frío helado enmarañaba su pelo y se sintió propulsada hacia arriba a un ritmo tan rápido que parecía que había dejado su estómago atrás.

      Y un momento después estaban cayendo.

      CAPÍTULO TRES

      Vivian se despertó sobresaltada y se dio cuenta que estaba acostada en una hamaca en el patio trasero de su casa. El sol se había puesto hacía tiempo, y la luna brillaba sobre la superficie de la piscina. Desde las ventanas de la mansión de su familia, un cálido resplandor naranja se derramaba por el césped perfectamente cuidado.

      Vivian se incorporó y la sacudió una ola de dolor. Parecía irradiar de sus poros, como si cada una de sus terminaciones nerviosas estuviera en llamas. Su garganta estaba seca, su cabeza le dolía, y tenía una sensación pulsante como dagas detrás de los ojos.

      Vivian se agarró a los lados de la tumbona para mantener el equilibrio pues tenía náuseas.

      ¿Que me está pasando?

      Los recuerdos comenzaron a flotar a la superficie de su mente, de dientes dirigiéndose hacia ella, de un dolor insoportable en el cuello, el sonido de la respiración de una persona grotesca en su oído, el olor de la sangre llenaba sus fosas nasales.

      Vivian se agarró a los lados con más fuerza mientras recuerdos terribles pasaban por su mente. Su corazón latía con fuerza y su estómago se desplomó al recordar todo a la vez: el momento en que ese Joe la había convertido en un vampiro. La estaba agarrando con tanta fuerza que la tumbona cedió.

      Alarmada por su fuerza, Vivian se levantó de un salto. Al hacerlo, el dolor que había estado  sintiendo inmediatamente se disipó. Se sentía diferente, casi como si estuviera habitando un cuerpo nuevo. Un poder nuevo fluía por sus venas. Había sido una porrista fuerte y atlética -aún así, lo que sentía ahora era algo más que una excelente aptitud física. Era algo más que fuerte. Se sentía invencible.

      No era sólo el poder. Algo más se estaba acumulando en su interior. Enojo. Rabia. El deseo de causar dolor. El deseo de venganza.

      Quería hacer sufrir a Joe por lo que le había hecho. Quería lastimarlo tanto como él la había herido.

      Estaba caminando hacia la mansión, decidida a encontrarlo, cuando las puertas del patio se abrieron. Se detuvo en seco cuando su madre, vestida con sus zapatillas esponjosas de color rosa pom-pom, bata de seda, y gafas de sol de Prada, asomó la cabeza. Era típico de su madre usar gafas de sol, incluso cuando estaba en un lugar oscuro. En su cabello llevaba rodillos, señal de que se estaba preparando para salir, probablemente, a una de sus estúpidas funciones de  la sociedad.

      Al ver a su madre, la rabia recién descubierta de Vivian comenzó a burbujear hasta el tope. Apretó los puños.

      "¿Qué estás haciendo ahí afuera?", exclamó su madre, utilizando la voz aguda que le ponía a Vivian los nervios de punta. “¡Se supone que deberías estar preparándote para la fiesta de los Sandersons!" Hizo una pausa mientras Vivian daba un paso hacia la luz. “¡Dios mío,

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