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de Duoc que aportaron comentarios muy constructivos sobre un primer borrador utilizado para un seminario de docentes de ética profesional de Duoc UC y, en particular, a Valentina Recabarren y Alejandro Sepúlveda, también docentes de la misma institución, que revisaron el penúltimo manuscrito e hicieron significativas sugerencias terminológicas para mejorar la comprensión. Muchas gracias también a Ediciones UC por su buena acogida para la publicación de este libro y a la revisión lingüística de María Celaya.

      DOMÈNEC MELÉ

      Mayo de 2021

      1 D. Melé, Business Ethics in Action. Managing Human Excellence in Organizations. 2nd Edition, Revised and Extended. London: Red Globe Press, 2019; Ética en dirección de empresas. Calidad humana para una buena dirección. Madrid: Pearson, 2015; Valor humano y cristiano del trabajo. Enseñanzas de S. Juan Pablo II. Pamplona: Eunsa, 2020; y D. Melé, y C. González Cantón, Fundamentos antropológicos de la dirección de empresas. Pamplona: Eunsa, 2015.

      I.

      FUNDAMENTOS DE ÉTICA PARA LA PROFESIÓN

      CAPÍTULO 1

      DIMENSIÓN ÉTICA DE LA ACTIVIDAD PROFESIONAL

      En este primer capítulo se introduce la ética profesional y su presencia en la actividad profesional. Se analiza el concepto de ética, en la que ocupan un lugar central las disposiciones estables del carácter conocidas como virtudes, las cuales denotan excelencia personal y favorecen un buen comportamiento. La ética incluye también principios y normas de conducta que orientan las acciones para el bien de las personas y de la sociedad.

      Paulina, a sus treinta y cinco años, era supervisora de enfermeras de traumatología de un hospital privado regentado por una congregación de religiosas. Ocupaba este cargo desde hacía medio año. Paulina amaba su profesión, en la que había progresado mucho. Había realizado varios seminarios de especialización y había pasado por diversos servicios hospitalarios, en los que había aprendido mucho, pero se daba cuenta de que, para ser una supervisora, necesitaba algo más que conocimientos técnicos. Esto se hacía evidente con un problema que tenía que solucionar referente a Faustina, una enfermera de 45 años que apenas llevaba un mes en el servicio de traumatología.

      La incorporación de Faustina

      Faustina tenía diez años de antigüedad en el hospital y había sido trasferida desde otro servicio, al parecer por dificultades en el trato con sus compañeras, con quienes tenía frecuentes riñas. Paulina no tenía nada que decir del trabajo de Faustina. Cumplía todos los protocolos establecidos con puntualidad y eficacia. Sin embargo, le preocupaban sus antecedentes de mal carácter. Pronto llegaron noticias a Paulina de la brusquedad de sus modales tanto con enfermos como con compañeras. Al parecer no consentía que nadie se equivocara, ni que le llevaran la contraria. Respondía con gritos y, alguna vez, incluso con insultos.

      Paulina lo justificaba diciendo que era una buena profesional y que, en un hospital grande como el suyo, siempre habría enfermeras con mejor o peor carácter. Sin embargo, el día anterior ocurrió algo que le invitaba a recapacitar sobre este planteamiento.

      La petición de Joaquina

      Joaquina, una enfermera joven a la que Paulina tenía en gran aprecio, acudió a su despacho, casi llorando, pidiendo que le pusiera en turnos en los que no coincidiera con Faustina, pues se le hacía muy duro trabajar con ella. Reconocía la experiencia profesional de Faustina, pero le disgustaba que la reprendiera frecuentemente con malas maneras.

      - “No es que yo no falle nunca, aunque no me faltan deseos de mejorar en mi trabajo, pero hay muchas formas de decirlo”, le comentó Joaquina. Y añadió:

      - “No ha sido una vez, sino muchas, en un solo mes que está con nosotras. Y lo peor de todo es que ayer me humilló delante de todos recriminando lo mal que estaba haciendo mi trabajo. No ha llegado a insultarme, pero poco le ha faltado. He aguantado hasta ahora, pero ya no puedo más”.

      Paulina quedó en pensar el asunto que le había planteado. Al llegar a casa daba vueltas sobre las posibles opciones que podía tomar, tratando de valorarlas2.

      Cuestiones:

      • ¿Con que problemas se enfrenta Paulina?

      • ¿Qué opciones podrías sugerirle?

      • ¿Qué recomendarías a Paulina?

      Las profesiones modernas tienen sus antecedentes en los oficios o trabajos especializados artesanales de la Edad Media en Europa, con sus gremios o agrupaciones de oficios, que después se transfirieron a América. El oficio era tan importante que solía dar entidad a quien lo realizaba e incluso proporcionaba nombre a la propia casa donde solía estar ubicado el taller. Hay colecciones de azulejos que representan un gran número de oficios. La mayoría de ellos ya no existen o son muy raros, como canteros, alfareros, mimbreros (cestería) y boteros (fabricantes de botas de vino). Otros oficios, como el de panadero, zapatero y herrero, han sido sustituidos, en gran medida, por modernos procesos industriales, aunque muchos de ellos perduran con características propias empleando nuevas tecnologías y, a veces, en combinación con procesos industriales de fabricación.

      Los procesos industriales modernos no han eliminado, sin embargo, el trabajo personal especializado. Además, han surgido nuevas especializaciones, con frecuencia unidas a tecnologías innovadoras, que resultan indispensables en nuestros días. Pensemos, por ejemplo, en técnicos especializados en automoción, electrónica, informática y telecomunicaciones. Han surgido también nuevas necesidades en la sociedad derivadas del desarrollo del sector servicios, del cuidado de enfermos y ancianos, o del mantenimiento y desarrollo de nuevas tecnologías, todas las cuales demandan trabajo especializado.

      Diversos autores han señalado distintos aspectos que configuran lo que llamamos profesión. Según Todolí, el sentido actual de la profesión lleva implícitas las ideas de permanencia durante largo tiempo, de retribución para ganarse la vida y de que se trate de un trabajo duradero, pero lo que parece más genuino es el carácter personal y social de la profesión. El carácter personal está implícito en la profesión por cuanto supone ejercitar la personalidad y, en último término, la libertad. El carácter social radica en que la profesión se desarrolla en una sociedad organizada, con múltiples especializaciones, y en beneficio de la sociedad. Subraya también la importancia de ejercer la profesión uniéndola con conceptos como vocación, idoneidad, trabajo en favor del bien común y espíritu de servicio3.

      Peinador, de modo más filosófico, define la profesión como “la aplicación ordenada y racional de la parte de la actividad del hombre al conseguimiento de cualquiera de los fines inmediatos y fundamentales de la vida humana”4.

      Otros autores tienen una visión más estrecha de la profesión, que solo incluye algunas de estas características, al reducir las profesiones a ocupaciones con ciertos rasgos como poseer un código de conducta, servir a un ideal, requerir una educación especializada, pericia en su especialidad y cierto control sobre quienes forman parte de la profesión5.

      Recogiendo y ampliando estas aportaciones, cabría señalar tres características generales de toda profesión:

      Ejercicio permanente de una actividad laboral duradera, reconocida públicamente y con cierta utilidad social. El término ‘profesional’ procede de ‘profesar’, que significa justamente “dado a conocer a la sociedad”. El trabajo profesional se distingue de la actividad ejercida por afición y también del trabajo amateur, de quien cultiva un arte y oficio –también un deporte– sin ser un profesional, es decir, sin tener un reconocimiento público o no estar obligado por las regulaciones que suelen ir asociadas a las profesiones.

      • Expectativa social sobre idoneidad para el trabajo a realizar y que será ejecutado con responsabilidad y sentido de compromiso. La sociedad tiene gran necesidad de profesionales competentes y con

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