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marcando mi error y posibles formas de solucionarlo. Sentí mucha vergüenza, miedo, angustia. En un principio, calor en mi rostro, mi corazón latía muy fuerte, pero luego, mucho miedo por lo que pudieran pensar los demás acerca de este error. Conversaba con mi novio en ese momento y me salía decirle: -“Yo no sirvo para este trabajo. Estas mujeres son muy inteligentes. Yo no soy como ellas”. Pasaron los años, y renuncié allí, porque me ofrecieron una mejor propuesta laboral en otra empresa multinacional, en la cual trabajé catorce años. En mi último año allí, ingresó un nuevo Director de HR, cuya personalidad (según mi observador) era muy fuerte, agresiva y me desafiaba constantemente con su forma poco sutil de decirme las cosas. Yo buscaba que me aceptara, que me quisiera, dado que él, rapidamente formó su grupo de colaboradores selectos, en los cuales él confiaba. Se me viene la sensación de anhlear su protección y cuidado, o ser su preferida y su elegida, mientras que, por otro lado, temía que él no me aprobara. Tenía celos y envidia de todos aquellos a los que él elogiaba. De hecho, buscaba encontrar la manera de despretigiarlos. -“No entiendo por qué Roberto lo quiere tanto. Trabaja muy mal.” El ser dejada de lado de su equipo de gente de confianza, me aterraba, me quitaba el sueño. Me desvelaba pensando posibles conversaciones con él. Me convertí en creadora de buscar momentos para entablar confianza. Por ejemplo: había dejado de fumar hacia 5 cinco años. Roberto se tomaba unos recreos e iba a la terraza del edificio a fumar. Yo sabía que había charlas interesantes y confidenciales en sus ratos de “cigarrillo”. Así que, retomé a ese mal hábito para poder “ganármelo”. Sin lograr mi cometido, yo veía que nada de lo que hacía lograba que él me validara. Aceptaba trabajos adicionales, trabajaba excesivamente, armando presentaciones para destacarme, y siempre recibía críticas y a veces, de malas formas, agresivas, despectivas. Creo haber llegado al punto de dejar de lado mi dignidado persiguiendo el fin de ser aceptada. Un día, después de haber trabajado noches seguidas, haber dejado de lado tiempo con mis hijos, tuve una reunión en donde le presentaría el plan para el Programa de Jóvenes Profesionales. Solo recibí críticas por parte de él, diciendo que no estaba a la altura del puesto, decía, mientras elevaba su tono de voz. Y fue allí, cuando mi temor a no ser aprobada, a no ser querida, se fue por la borda. Creo que ya no había resto de dignidad. Renuncié impulsivamente, ganada por la ira contenida de tanto tiempo de esconder mis emociones. Llorando y angustiada, le dije que no podía seguir en ese puesto ni en la empresa. Él intentó retenerme, dándome nuevas oportunidades. Recitó las mil alabanzas que yo tanto había esperado. Pero ya era tarde. Al terminar de pronunciar esas palabras, brotó un alivio descomunal. Hoy creo entender la dimensión de haber marcado ese límite.

       Transcurre mi historia y no puedo dejar de pensar en cómo viví mis vínculos de pareja con respecto al “pertenecer”. En un comienzo, la idea de pertenecer a otro como individuo no representó demasiado. De todas formas, creo que explorar experiencias en este dominio me trajo y me seguirá trayendo aprendizajes.

       Desde mis 17 diecisiete años que estoy en pareja de manera casi consecutiva. Tuve algunos meses de soltería, pero prácticamente todos fueron consecutivos. En el año 1999, comencé mi relación con Mateo. Yo no sabía lo que era formar pareja. Puedo describirla como una linda relación, en donde nos divertimos y crecimos. Estuvimos dos años juntos, de los cuales hubo momentos de desconcierto con respecto a mi lugar, es decir, yo dependía por completo de lo que él hacía o dejaba de hacer.

      La relación con Juan terminó luego de dos años y al poco tiempo apareció Lucas, a quien había conocido años atrás. Él, cuatro años mayor que yo, estudiaba Psicología. Formábamos parte del grupo de parroquia juntos, y éramos la pareja divertida y graciosa. También habitaban en mí los celos de otras mujeres, sobre todo con una de las chicas del grupo y con una compañera de él de la facultad. Tuvimos muchas discusiones por mis celos, que sólo demostraban mi inseguridad con respecto a lo que él sentía por mí. De esta relación, no me vienen recuerdos, solo la sensación que era una relación dispareja, donde él muchas veces tenía la autoridad, y su palabra no era contradicha por mí. La relación se fue desgastando. Yo me fui desenamorando, y de a poco perdí el interés… Yo empecé a hacer mi vida con otro grupo de amigos, y así llegué a conocer a Martín, quien es mi actual marido.

      El vínculo con Martín no fue fácil al comienzo. Él, hasta entonces, había sido un hombre libre de compromisos, mientras que yo había estado siempre en pareja. La relación con él vino aparejada también con formar parte de su familia numerosa, compuesta por cinco hermanos, dos cuñadas de mi misma edad, y dos padres súper presentes. Una familia ideal. Los “Ingalls”. Yo quería estar muchas horas en esa casa armónica y pacífica, donde existían risas, conversaciones y diversiones. Y esa familia se fue transformando a en mi familia de hoy. Mis cuñadas son como mis hermanas. Pero para llegar a eso, viví momentos en donde forcé mucho el pertenecer ahí. Recuerdo situaciones y charlas con mi suegra, quien es muy practicante y ferviente defensora de la Iglesia católica, donde yo me acoplaba a ella, buscando defender también (sin saber si estaba de acuerdo o no). Una vez más, me encontré adaptando mi discurso para seguir agradando al resto.

      OSAR

      El modelo OSAR debe su nombre a la sigla que describe sus componentes: Observador, Sistema, Acción y Resultados. Si bien con esto sería suficiente para justificar su denominación, se eligió esta sigla ya que también hace referencia a la osadía como una actitud a tener siempre presenta al momento de perseguir sueños, ideales y aspiraciones. (Rafael Echeverria, 2017)

      Utilizaré el modelo OSAR, planteado por Rafael Echeverría como forma explicativa para comprender el común denominador que surge de mirar pictóricamente cada fenómeno y experiencias vividas con respecto al valor que ha tenido para mí el pertenecer.

      1.ACCIONES

      “Tanto nuestras acciones como los resultados que obtenemos con ellas merecen ser evaluados, y es por ello que comenzamos evaluando el resultado en primer lugar. Somos lo que hacemos y también lo que obtenemos con nuestras acciones tanto para nosotros mismos como dentro de la comunidad en la que nos desenvolvemos”. (Rafael Echeverría, 2017).

      1.Las relaciones de noviazgo fueron terminadas porque apareció otro con el que yo pudiera hacer pareja.

      2.Digo lo que pienso que el grupo quiere oír, en vez de decir lo que pienso.

      3.Actuar en pos de un reconocimiento público.

      4.Decir que SÍ a lo que me piden con facilidad.

      5.Acusar el comportamiento de los demás miembros de un grupo, si no tienen los mismos códigos.

      6.Opino rápidamente de todos los temas.

      7.Me castigo duro por mis errores. Poca tolerancia a fracasar.

      8.Ante el temor de ser rechazada, mi mente comienza un proceso laberíntico en donde la imaginación se dispara e imagina escenarios de rechazo. Pienso escenarios posiibles y me aflijo por cuestiones que podrían suceder en un futuro. Sufro anticipadamente por un futuro incierto. Sale mi control para poder anticiparme al futuro.

      9.Respondo y acudo a las necesidades del resto como forma de garantizar la legitimidad al grupo. “La aprobación humana es uno de nuestros ídolos más preciados y la ofrenda que debemos depositar ante sus pies insaciables es no causar molestias ni incomodidades a los demás” - Jen Hatmaker, líder religiosa que apoya a los derechos LGTBQ y a la inclusión. (Brené Brown, 2018)

      10.Comprar ropa y accesorios de manera excesiva que me lleven a ser impecable en mi imagen pública.

      2.OBSERVADOR

      “Nuestra capacidad de acción depende del tipo de observador que somos, de la mirada que desplegamos sobre las cosas. Si el resultado que observamos se nos presenta como problemático o insatisfactorio, y nos enfrentamos a una dificultad para alterarlo, ello puede eventualmente resolverse si desplazamos, si modificamos nuestra mirada”. (Rafael Echeverría, 2017).

      Lenguaje

      •Juicios:

      “La gente lucha por ser el número 1, o por ser alguien especial”

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