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target="_blank" rel="nofollow" href="#ulink_4fb9bce5-fea6-5425-a5ef-7084f33c01f0">61. MARTÍ, José, op. cit., pp. 119-120.

      62. PUJOL, Jordi, op. cit., p. 140.

      63. MOLINERO, Carme, op. cit., pp. 56-64.

      1.5. Los años sesenta. Crecimiento, cambio social y el renacer de la conflictividad social

      Con los años sesenta llegó también a España el crecimiento económico generalizado en toda la Europa occidental a través de la mayoría de los sectores productivos, lo que condicionó para su sostenimiento la puesta en marcha de nuevas inversiones estatales apoyadas en fuertes reformas estructurales y en la reconversión de ciertos sectores productivos, así como un cambio de actitud en el marco institucional de las relaciones laborales condicionadas por una apreciable descentralización a partir del llamado Plan de Estabilización.

      Los resultados económicos comenzaron a ser favorables a los nuevos planteamientos económicos del gobierno, como se demuestra en el periodo entre 1964 y 1971, donde la renta per cápita creció un 119%, o sea, pasó de 44.291 pesetas a 97.086 pesetas. Por otro lado, el régimen ocupacional en los sectores de la construcción y servicios fueron in crescendo ininterrumpidamente entre 1965 y 1971 llegando hasta el 23,6% y el 39% de la población ocupada, en detrimento del sector agrario que contaba con solo el 8,4% en 1970, dato indicativo del flujo de mano de obra desde el sector primario hacia el terciario.

      En 1965, un 70% de la población obrera de la capital catalana trabajaba de media más de nueve horas diarias, mientras que un 27% lo hacía con más de doce, de tal forma que, sumando la mayoría de los obreros manuales y empleados administrativos, se superaban las 55 horas semanales. Un ejemplo de lo antes mencionado lo encontramos en el «gueto obrero» del barrio de San Ildefonso (Cornellá de Llobregat), situado en el cinturón industrial de Barcelona, donde en 1971, tres de cada cuatro obreros superaban las doce horas diarias de trabajo, mientras que uno de cada tres incluso llegaba a las catorce, constatando que el pluriempleo se utilizaba con relativa normalidad, y todo esto sin contar las horas en desplazamientos. No obstante, si bien el paro en el sector industrial fue casi inexistente, menos del 1% de la población activa, las condiciones laborales y sociales para los trabajadores eran muy duras, todo sumando que el barraquismo en las grandes ciudades y la falta de servicios asistenciales agravaban dicha situación.

      La estrategia principal de Franco era conseguir el ingreso en el Mercado Común Europeo, siendo necesario para ello una pseudoliberalización política inicial refrendada por las leyes de Prensa e Imprenta de marzo de 1966 y el referéndum convocado el 14 de diciembre siguiente a favor de la Ley Orgánica del Estado (LOE), cuya participación alcanzó el 88,79% del electorado y con el 95,06% los votos favorables.

      Por otro lado, también fue notoria la sustitución en el otoño de 1967 del general Agustín Muñoz Grandes, que había sido en anteriores gobiernos, ministro del Ejército (1951-57) y vicepresidente del gobierno (1962-67), en la Vicepresidencia del Gobierno por el almirante Luis Carrero Blanco que, años después, concretamente en junio de 1973, sería nombrado por Franco presidente del gobierno hasta el 20 de diciembre del mismo año, fecha en que fue asesinado por ETA en un atentado.

      La imagen social y política en Cataluña se desenvolvía bajo la llamada Cataluña oficial encabezada por las máximas autoridades militares que representaban al Estado, los capitanes generales Alfonso Pérez Viñeta (1967-71), Joaquín Nogueras (1971-72) y Salvador Bañuls (1972-76), aunque en realidad eran los gobernadores civiles los que ostentaban y representaban el poder político. Antonio Ibáñez Freire (1963-66) fue sustituido en julio de 1966 por Tomás Garicano Goñi que gobernó durante tres años, sucediéndole en el cargo, por su acceso ministerial, Tomás Pelayo Ros desde 1969 hasta junio de 1974, año en que fue cesado.

      En 1965, el Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC) celebró su II Congreso con Gregorio López Raimundo al frente, justamente cuando hacía un año que se habían celebrado los XXV años de Paz con diversos actos propagandísticos presentados por el régimen. En los debates congresuales se planificaron las nuevas estrategias en la lucha antifranquista y fue allí también donde se fraguó la idea inicial que dio fruto a la Asamblea de Cataluña. Su carácter catalanista era innegable, incluso resulta sorprendente la alusión a un representante de la Iglesia catalana en una resolución política del PSUC según se expresa:

      En las resoluciones del Congreso también se constataron las jornadas de huelga realizadas el 30 de abril y el 1º de Mayo del mismo año y el cambio de estrategia de la Iglesia española ante el pueblo oprimido:

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