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ilustra una anécdota muy particular ocurrida en medio del Foro Económico Mundial del año 2006, en donde se organizó una sesión especial acerca de los problemas energéticos del planeta. En este panel, un distinguido conocedor de la industria petrolera dio a conocer una idea de negocio bastante asombrosa. Se trataba de “aprovechar” un problema ambiental como lo es el derretimiento de la capa de hielo polar explotando los hidrocarburos de estas zonas, ya que sería mucho más fácil la explotación en estas nuevas condiciones. Cuenta Stiglitz (2007) que según el experto, esto representa cantidades mayores a las encontradas en Irak, y mantuvo una posición férrea al afirmar que este “aprovechamiento” es un negocio donde todos saldrían ganando.

      En general, la globalización ha sido una forma economicista de abordar los problemas de las sociedades, es decir, desde una perspectiva de respeto de las leyes del mercado (oferta y demanda). Los problemas se dimensionan dependiendo del ámbito disciplinar desde el cual se aborden. Por ejemplo, para un pedagogo los problemas parten de la forma como somos capaces o no de generar conocimiento y lograr aprendizajes; por el contrario, para la psicología social, define los problemas desde las posibilidades de interrelacionarnos4. Desde luego para las disciplinas de las ciencias exactas los problemas de la sociedad se ubican en la frontera del conocimiento. Sin embargo, cuando se define una situación como problema en el campo de la economía, siempre se hará referencia a los aspectos que impiden el desarrollo del principio fundamental de la libertad individual o cómo ciertos aspectos generan costos transaccionales que son trasladados al consumidor y que terminan restringiendo sus posibilidades de elección porque reduce su ingreso efectivo.

      Por esto, la economía celebra el desarrollo de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC), pues permiten la toma de decisiones con información completa o, por lo menos, mejor informadas y en tiempo real. Además, que el acceso a esta información tiene un costo muy bajo, por lo cual se democratiza la información y se reduce significativamente la posibilidad de que las personas tomen decisiones no racionales.

      Desde esta perspectiva, el modelo de globalización apunta a eliminar cualquier tipo de distorsiones que alteren los precios de los bienes y servicios en el mercado internacional; por esto, la necesidad de generar acuerdos comerciales para eliminar aranceles y flexibilizar el mercado financiero y de capitales.

      Sin embargo, el enfoque economicista de la globalización no ha logrado solucionar el principal problema que históricamente ha generado el declive de las sociedades o sus principales transformaciones: la migración poblacional.

      Según la Ocde, en los años 2016 y 2017 la migración a países que la conforman ascendió a más de cinco millones de personas al año:

      La migración de índole humanitaria fue el principal factor del alza de 2015-2016; representó 1,5 millones de personas entre enero de 2015 y diciembre de 2016. En 2015 la migración por reunificación de familias y libre movimiento dentro de la Unión Europea representó alrededor de un tercio del total de la emigración permanente a la zona de la Ocde. Los cinco primeros países de origen en 2015 fueron China, Siria, Rumania, Polonia e India. De los nuevos inmigrantes a países de la Ocde, 29 % provenían de otro país de la Ocde.5

      Este fenómeno ha contribuido para que en diferentes países se revivan sentimientos nacionalistas que apuntan a generar mayores controles sobre la movilidad de personas. De ahí que coexistan discursos de alta aceptación como en Estados Unidos6, Francia7, Alemania8 e Inglaterra9, donde las familias nativas buscan que el Estado genere medidas para el control de la inmigración de poblaciones a sus territorios. En suma, el mundo globalizado propone libertades e ingreso y salida de capitales y recursos, pero cierra las posibilidades para una migración poblacional abierta, lo cual se acompaña del miedo que se impone ante la oleada terrorista que hace que en cada nación se establezca el control de inmigrantes.

      El modelo global

      El modelo global enmarca un conjunto de etapas que en orden cronológico se clasifican así: la primera precedida por la expedición de Marco Polo a China en el siglo XIII y claramente por los descubrimientos de territorios por parte del continente europeo entre los siglos XV y XV; la segunda etapa comprende el periodo de 1871 a 1945, se considera a partir del despliegue industrial que siguió a la revolución francesa y la independencia de Estados Unidos (Mosquera, 2013).

      La tercera etapa inicia con el boom expansivo como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial. Las fases expansivas la configuraron el plan de recuperación y reconstrucción de Europa (el Plan Marshall) y llega hasta la Guerra Fría. Justo con el comienzo de esta guerra entre el bloque soviético y los Estados Unidos, se articula la cuarta etapa de globalización, de allí emana el surgimiento de los Tigres Asiáticos, las crisis financieras y la incursión de China, el gigante asiático que despertó como actor principal en el mercado mundial. Este último tema será el foco del análisis de Asean como bloque económico (Mosquera, 2013).

      Finalmente, la quinta etapa corresponde a la llamada crisis del capitalismo mundial que se presenta como la peor crisis económica y financiera, hecho que no ocurría desde La Gran Depresión de 1929 y que, según el Nobel de Economía Paul Krugman (2009), fue una crisis económica “peligrosa, brutal y larga”.

      Ahora bien, los llamados mercados emergentes, como China e India, comenzaron a ser los principales motores del crecimiento mundial. En el 2010, según el informe económico mundial del FMI (2011), las economías avanzadas del mundo crecieron en total un 2,7 % solamente, mientras que los mercados emergentes lo hicieron en un 7,1 %. El producto interno bruto (PIB) de las economías emergentes pasó de representar el 39,7 % del PIB mundial en 1990 a constituir el 47,1 % en 2010. No obstante, la desaceleración económica que en el 2016 ocasionó la crisis del petróleo ha cuestionado lo que en algún momento todos los economistas de renombre internacional acordaron sobre el futuro que representarían los mercados emergentes.

      Cómo aprovechar la globalización

      “La globalización es una fuerza benevolente que genera oportunidades de crecimiento y disminución de la pobreza en las economías que están preparadas para ella” (DAS, 2004). Esta frase refleja un pensamiento frecuente entre los economistas que consideran que el libre flujo de mercancías y factores, el cual es uno de los elementos de la globalización, mejorará el bienestar de las mayorías. Pareciera que las diferencias básicas entre las visiones tradicionales y las que podrían llamarse heterodoxas no están solo en cuestionar los beneficios de eliminar barreras, sino en que los segundos advierten que las economías deben estar preparadas para participar de la globalización si quieren obtener beneficios.

      Estar preparados para la globalización no consiste exclusivamente en eliminar cualquier tipo de distorsión al libre comercio, se trata de un esfuerzo estatal “Hacia el establecimiento de políticas económicas que promuevan y faciliten la industrialización y el desarrollo, lo cual implica una apertura comercial estratégica, gradual y parcial” (Cruz, 2007). Es decir, que ingresar en la órbita del mercado global exige que el Estado redefina las condiciones internas con que cuenta para generar espacios y áreas competitivas que conlleven mejores condiciones de vida.

      Esta fase de preparación previa, de industrialización y ganancias en competitividad, explica las diferencias del exitoso modelo de países asiáticos de insertarse en la economía mundial, con los frustrantes intentos de los países latinoamericanos, que han seguido un modelo de liberalización más ortodoxo y no han visto traducidos sus esfuerzos en significativos progresos en desarrollo económico y mejoras en la calidad de vida de sus gentes.

      Bajo esta premisa sería sano dudar más de la globalización propuesta por organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI), que reducen el papel del Estado, a identificar los sectores donde gozan de ventajas comparativas frente al resto del mundo y especializar sus sistema de producción en esas áreas para la exportación o la sustitución de importaciones, a la vez de promover la inversión insuficiente e incentivar la transferencia tecnológica y la innovación, para que el resultado final sea un mecanismo más eficiente de distribución de los ingresos.

      Sin embargo, no existe coherencia frente a la preparación que exige ingresar a este mercado mundial.

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