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orígenes del mundo. No nos encontramos precisamente ante un texto evasivo. Tanto la luz como la oscuridad tienen incluso un significado político. La historia ha ido invadiendo poco a poco el primer paradigma poético aleixandrino, que bascula desde el panteísmo y una concepción monista del ser hacia la otredad y unos postulados existenciales antes que esenciales, hacia una poética inevitablemente rehumanizada, realista y mayoritaria, como dictaba el signo de los tiempos.

      Por entonces, Historia del corazón (1954) responde a una nueva estructura de historicidad: el poeta baja definitivamente a la plaza y canta por todos. No registra ya las oscuras revelaciones que ciegamente arriban sino que ahora busca reconocerse solidariamente en los demás. La fusión natural es desalojada por la fusión social. Dando un paso más allá, En un vasto dominio (1961) presenta a un Aleixandre que escribe para todos, incluso para los que no lo leen. De la historia del corazón, tanto individual como colectivo, se pasa a la narración del proceso por el que la materia originaria se va espiritualizando, humanizándose y convirtiéndose en historia. En historia humana anónima, casi diríamos intrahistórica, en primera instancia, y en historia humana con nombre después. Así Retratos con nombre (1965) sólo adquiere sentido a partir de la historización de la naturaleza que ha emprendido En un vasto dominio. Libro que, en cierto modo, habría que ver como el reverso de la poética que culmina en La destrucción o el amor, donde la historia se naturaliza.

      Historia natural e historia social constituyen, en consecuencia, los dos grandes movimientos dialécticos que resumen el recorrido de la escritura aleixandrina desde los años treinta a los sesenta. Tras la poética de la comunicación y de la historia social a la que aludimos, aún le quedaba a Aleixandre por cumplir un tercer movimiento dialéctico. No sólo en relación con su propia obra, sino también en relación con la historia de la poesía española contemporánea. Tanto Poemas de la consumación (1968) como Diálogos del conocimiento (1974) vuelven a un lenguaje irracionalista, que ya no obedece al vitalismo cósmico de los primeros libros, sino a una inquietud gnoseológica que arrecia en el momento en que se pisa el umbral de la «ya no vida», como él mismo la llama. El conocimiento que trae la consumación se vive en primera persona, con la decrepitud física, y a la vez da pie, objetivándose, a un diálogo de sordos que representan perspectivas distintas o antitéticas de la realidad. Trágicos libros los de este Aleixandre «último», sobre todo porque el conocimiento y la consumación son instancias que se alcanzan a costa de la pasión vital que siempre lo tiranizó.

      Hasta aquí un muy esquemático delineamiento del itinerario poético de Aleixandre. Itinerario que quizás convenga tener en cuenta a la hora de adentrarse en la lectura de este volumen, cuya finalidad es reconstruirlo libro a libro. Serie literaria y serie social e histórica siempre se interrelacionan en la poesía del autor, como en toda gran poesía, y muy probablemente el lector extraiga la conclusión de que Vicente Aleixandre constituye un nombre básico para pulsar los caminos de la poesía española contemporánea, un modo inmejorable de acercarse a sus distintas historicidades. El suyo fue un estilo en movimiento, pero también una forma de estar a la altura de las circunstancias por las que atravesaban, a cada paso, la poesía y la vida españolas.

      Vanguardia formalista y pura, surrealismo, romanticismo, compromiso civil, poesía realista e histórica, irracionalismo lingüístico que supone una indagación en los límites del decir y en los límites de la existencia: Aleixandre acompaña a cada una de las coyunturas claves de la historia poética del siglo XX. Este conjunto de trabajos, que busca sumarse a la mejor tradición crítica sobre el poeta, lo pone una vez más de relieve. Transcurridos veinticinco años, los editores y colaboradores del presente estudio tienen muy en cuenta que el tiempo juega a favor de un poeta ya inconmovible, al que conviene volver frecuentemente, cuando la ocasión lo exige e incluso cuando no es así. Ha venido hablándose mucho durante este último tiempo de la escasa vigencia de Aleixandre, del relativo interés que suscita su figura, y hasta de su olvido. Nada más oportuno, entonces, que releerlo con los textos en la mano y combatir una de sus sentencias más escalofriantes: «Olvidar es morir».

      No cabe duda de que uno de los principales aspectos del presente volumen, mitad homenaje y mitad llamamiento a la memoria de un poeta poco celebrado en la actualidad, es la nómina de colaboradores que lo integran. Sus trabajos (casi todos ellos originales e inéditos) abren nuevos cauces para el futuro estudio de su obra poética.

      Se sabe que todo homenaje, en sí, implica una selección de trabajos y de voces; y que dicha decisión siempre podrá ser discutida, valorada, aprobada y justificada bajo los diferentes planteamientos que los compiladores y los lectores se propusieron como objetivos a cumplir. Como ya hemos mencionado, es silencioso el paso de Aleixandre por el variable sendero de lo actual: ni lectores de poesía ni críticos y académicos parecen mostrar mayor interés por una poesía plagada, aún hoy, de interesantes interrogantes sin responder. Certera afirmación sólo en parte, pues basta acercarse a un volumen como éste para comprobar que la figura de Aleixandre goza de una salud de hierro, aunque resulte paradójico en muchos sentidos.

      Esta renovadora revisión de su poesía queda formulada por reconocidos estudiosos del mundo aleixandrino: ese carácter de homenaje que el libro conserva (y al que se consagra) conlleva una renovación desde dentro, al mismo tiempo que un reconocimiento de aquellos que, en buena medida, fueron, en su momento, abriendo nuevos acercamientos a su obra. Pero, como advertimos anteriormente, siempre en la selección brotan las discrepancias de quienes, con justo merecimiento, reivindican su presencia. Dar cuenta del mérito de cada uno de los aleixandrinistas que han ido sumando lecturas y propuestas exegéticas resulta inabarcable para tan reducido espacio, y escapa de los intereses reales de un volumen como este. No obstante, estamos seguros de que los trabajos aquí publicados, así como sus autores, representan a la crítica aleixandrinista de una manera abierta y abarcadora, completando un libro homenaje a la altura de un poeta como Vicente Aleixandre: como poeta y como objeto (y sujeto) de estudio, de algún modo, tan necesario es reivindicar la figura del autor andaluz como a buena parte de la crítica que, durante años, se fue consagrando a su persona.

      El primero de los estudios, firmado por Juan Carlos Rodríguez, tuvo una primera publicación en el año 2000, en la revista Voz y Letra: Revista de Filología Moderna; y ahora lo reproducimos con alguna variante, por el interés que tiene su peculiar análisis y visión de la poesía de Aleixandre. Previo a la publicación de las Obras completas, editadas por Alejandro Duque Amusco, en dos volúmenes, en la editorial Visor (2001 [I] y 2002 [II]), este trabajo daba unas interesantes pautas de lectura partiendo de la singularidad de los títulos de los poemarios aleixandrinos. Siempre dejando constancia de ese reverso trágico de sus poemas, de la luz, del ser y de la palabra: el nombre propio que aúna los tres sin hacerlo realmente. Un planteamiento sobrecogedor que sitúa la poesía de Aleixandre «contra» el tiempo, en una actitud disidente a pesar de la afirmación del propio ser, que lucha por la identidad o por el instante cuando, al mismo tiempo, la identidad tiende a la nada, al igual que el propio instante. Un trabajo, pues, que vendría a servir de claro contrapunto a aquella «aspiración a la luz» que tanto defendió el poeta como base de toda su obra, por lo que el estudio de Juan Carlos Rodríguez, siguiendo esa misma estela de toda su obra, profundiza en las claves de dicha aspiración mostrando que, en verdad, si existe el anhelo de luz es por ser prisionero de una conciencia trágica y oscura que, como fino hilo conductor, recorre libro a libro.

      Alejandro Duque Amusco es el autor del segundo trabajo con un estudio sobre Ámbito: este análisis pormenorizado sobre el proceso de elaboración de Aleixandre resulta, cuando menos, novedoso, pues se nos van remarcando las pautas selectivas del poeta andaluz, así como la búsqueda de un claro eje articulador: contraluz y noche, justamente dentro de un libro cuyo brillo y resplandor siempre fueron seña de identidad. Lo curioso –nos advierte Duque Amusco– es que Aleixandre busque el equilibrio y la perfección partiendo del caos que la sombra implica: conciencia creadora clarividente que acerca a Aleixandre tanto a los supuestos del purismo juanramoniano como al desorbitante régimen del surrealismo. Un trabajo, pues, que amplía y completa la excelente edición que realizó de Ámbito en la editorial Castalia (1990), entre otros, y certifica muchas de sus teorías en torno a este momento determinante en la vida y obra de Aleixandre publicadas en numerosos artículos.

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