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1993 39 87 1994 48 1995 37 408 1996 190 1997 181 1998 156 454 1999 110 2000 188 2001 57 141 2002 61 2003 23 2004 16 74 2005 42 2006 12 2007 4 2008 0 55 2009 18 2010 4 2011 33 2012 7 7 2013 04 2014 05

       Observaciones sobre estos datos

      1- Las autoridades especializadas del gobierno reconocen mil ciento dos víctimas mortales, tal como lo afirma La Red Nacional de Información. Quienes conocieron de cerca la terrible tragedia de este pueblo, afirman que la cifra de muertos atribuibles al paramilitarismo es superior a mil ochocientos. La diferencia entre ambas cantidades resulta porque muchos de los muertos no fueron reportados por los familiares; que prefirieron enterrarlos en sus propias veredas; o que ciento sesenta y cinco personas están aún desaparecidas, como lo afirma oficialmente el mismo portal del Estado Red Nacional de Información o a que muchos de los muertos aparecieron en los municipios de Uramita o Cañasgordas, adonde los paramilitares los llevaban para “no calentar mucho al pueblo”, pueblo reconocido por entonces como su cuartel general para toda la región del Occidente lejano.

      2- Los muertos de Frontino fueron más que los del municipio de Trujillo (Valle), “donde entre 1986 y 1994 fueron asesinadas o desaparecidas trescientos cuarenta y dos personas”, según lo refiere el periódico El Mundo en su edición del martes doce de octubre de 20106. El municipio vallecaucano tiene 30.947 habitantes, según el último censo de población, mientras que Frontino apenas figura con 24.544. “Por la matanza de Trujillo, el Estado colombiano fue condenado en 1995 por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), lo que obligó al entonces presidente, Ernesto Samper Pizano, a pedir disculpas públicas”7.

      3- También es necesario comparar el número de muertes violentas sucedidas en Frontino con las cifras de la tragedia de esta guerra en todo el territorio nacional: “Entre 1985 y marzo de 2013, según lo determinó el Centro de Memoria Histórica en su informe ¡Basta ya! sobre la violencia colombiana, doscientas veinte mil personas perdieron su vida en el conflicto armado y de estos, ciento sesenta y seis mil eran civiles”8. Estas estadísticas comprenden diez años más que las de Frontino.

      4- Quizás nunca conoceremos el número preciso de muertes violentas por el paramilitarismo en Frontino, pero se puede afirmar que pasaron de mil ochocientas. Entre 1995 y 1996, año en que hicieron presencia los paramilitares en Frontino, las muertes violentas se incrementaron en un 513%, atendiendo solamente a los datos oficiales.

      5- Están incluidas dentro de las estadísticas de personas asesinadas en estos tiempos de violencia paramilitar las muertes que produjo la subversión, especialmente el Frente 34 de las FARC y la delincuencia común, que fueron comparativamente pocas frente a las atribuibles al paramilitarismo. Dentro de ellas, muy lamentadas por los frontineños, está el asesinato a mansalva y con mucha sevicia de cinco integrantes del Ejército Nacional y siete más heridos en el Alto de Cuevas entre los corregimientos de Nutibara y Murrí, el día veinte de junio de 20049.

      Ya para el año 2001 los homicidios decrecieron dramáticamente, aunque los irregulares continuaron teniendo presencia en el Municipio y esporádicamente asesinaron humildes campesinos.

      6- Durante los años 2010, 2013, 2014 y 2015, las muertes imputables al paramilitarismo se redujeron ostensiblemente.

      Estos homicidios no fueron las únicas expresiones de violencia paramilitar contra la población de Frontino. Los desplazamientos forzados que acepta y reconoce la Red Nacional de Información –Unidad para la Atención y Reparación Integral de Víctimas– son 12.479 personas: ¡el 50% de la población! No se incluyen los secuestros, torturas, minas antipersonas, robos, extorsiones, chantajes y toda la gama de crímenes propia de estas actuaciones criminales.

       Violencia entre los mismos violentos

      La violencia paramilitar también se ejerció contra los mismos bandidos. Francisco Javier Herrera Osorio, conocido con el alias de El Chisco fue uno de los jóvenes oriundos de la región que se enlistaron en las autodefensas como único medio de subsistencia: un salario de 450 dólares para empezar. Otros se vincularon por afición al poder de las armas y a las acciones intrépidas y por la admiración que despertaban en algunas niñas.

      El Chisco demostró sus dotes de pistolero en muchas acciones contra civiles que las autodefensas sentenciaron a muerte. Con el dinero ahorrado o despojado a las víctimas se compró un camión de estacas y se dedicó a trabajarlo independientemente; pero como “vaca ladrona no olvida portillo”, El Chisco prefirió transportar en su jaula el ganado que las autodefensas robaban a los campesinos y que en ocasiones fue a parar a las cavas de algunos carniceros que también servían de señaladores a los delincuentes. Así llegó a ser uno de los principales abigeos de la zona. Quién sabe cómo fastidió a la organización criminal el joven Francisco Javier Herrera, para que el catorce de mayo de 2005 le tendieran una celada: Juan Gabriel Sánchez Sánchez (alias El Zorro) otro dirigente paramilitar del que más adelante hablaremos, lo invitó a Musinga Grande, camino de Caráuta, a traer una vaca. Ya por esa solitaria carretera, El Zorro invitó a Chisco a bajar del vehículo y buscar por un potrero abandonado al inexistente animal. De regreso al carro Chisco fue abaleado. El Zorro fingió una huida y entregó a la familia del muerto la peregrina explicación de que los atacó la guerrilla en ese lugar y que solo él había logrado escapar. Nadie le creyó.

      Carlos Alberto Oliveros Zapata, alias Sebastián, a la sazón comandante ideológico y político de las autodefensas en Frontino, había caído en desgracia con sus jefes porque estaba cobrando más de la cuenta a los comerciantes, especialmente a los campesinos que salían dominicalmente a vender sus productos a la plaza de mercado, a quienes llegó a “vacunar” has-ta con la mitad de verdura que sacaban. Para asesinarlo fueron comisionados Jorge Orley Higuita Higuita (a. El Alacrán) y José Alberto Bedoya alias Mariguano, un menor de quince años de edad que estaba enrolado hacía días en las fuerzas irregulares, quienes lo encontraron departiendo con su novia en un bailadero en el parque principal, denominado La Tertulia, a unos veinte metros del Comando de la Policía. El encargado de la acción fue alias Mariguano y en la puerta del local lo esperó Jorge Orley con una motocicleta lista para

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