Аннотация

En un tiempo en que las imágenes nos acosan, volver a encontrarnos con el poder de la palabra y el arte del narrador puede ser toda una experiencia. A ese orden pertenecen las historias de M. G. Burello.
Ocurren en sitios tan dispares como una portería, una trinchera, un pueblo inundado, un crucero y una aldea tibetana. Quienes las cuentan son sus propios protagonistas, por momentos diríamos más inclinados al soliloquio que a la crónica. El lector tendrá que poner algo de su parte si quiere descifrar cuáles son los hechos de los que le hablan. Si atiende a los monólogos, puede que se reconozca en una escena de paranoia cotidiana; quizás se sorprenda cuando sepa que el impostor era un benefactor.