Аннотация

En la novela 'Quemar el cielo' una mujer va en busca de otra, más joven. Como entre otras cosas las separa el tiempo, el trabajo de esa búsqueda la obliga a sumergirse en la historia argentina reciente, cuando la militancia coincidió con la violencia política. Y a ese trabajo se entrega. «En la esquina unos cincuenta manifestantes a los que Lila se une. Con el tercer gas se desbandan, a pie, en tierra, torpemente, por las dos avenidas. Todo el aire se carga y se espesa. Una mujer abraza a un hijo. Hay que correr y hay que detenerse, al mismo tiempo. Vuela una molotov. En el jardín de las prohibiciones vuela perdidamente, con ala de insecto, en busca de su destino. Va y poliniza. Es un auto el que la recibe, y se prende fuego con ella. Lo mismo un panfleto con la consigna anti-Rockefeller, que supo arder en el aire negro del invierno. Hace sin embargo un inmenso calor. Se frenan algunos: se han puesto a armar una barricada que hasta parece natural, hecha de los escombros acumulados de un edificio en construcción y un vehículo que, habiendo pertenecido a los muchos del tránsito, se había frenado por un desperfecto. Van y vienen fotógrafos más o menos camuflados por el miedo. La policía les da caza, motorizada, a todos los que corran. El ciudadano respetable va con su halo de consternación como un sombrero, que apenas lo protege. La policía los alcanza en la esquina de Jean Jaurès y Tucumán.» (Fragmento de la novela)

Аннотация

Al comienzo de Tesis sobre el concepto de historia, el último escrito de Walter Benjamin, un muñeco llamado materialismo histórico juega al ajedrez y gana siempre, porque lo comanda una teología en forma de enano, es decir, una teología mínima donde se ha obrado, pacientemente, una reducción. La filosofía, además de conceptos y saberes, señala Mariana Dimópulos, también nos lega imágenes, y esta tal vez sea la mayor del legado de Benjamin. Desde entonces, la convivencia entre estas dos figuras –materialismo y teología– plantea una serie de incógnitas que Benjamin pensó a lo largo de toda su obra, desde sus ensayos de juventud, pasando por el libro dedicado al Barroco, hasta el Libro de los pasajes. Dimópulos se propone volver esa convivencia concebible. Para ello evita la cronología y construye en cambio su argumentación progresivamente a partir de un principio triangular. «Porque el saber del arte era al mismo tiempo un saber de la historia, y el saber de la historia un saber del presente», sostiene. Analiza así este triángulo y las varias formas que adoptó en la obra de Benjamin frente a diversas estaciones, como en un carrusel. Ni una filosofía de la historia, ni una teoría crítica del arte, ni una rehabilitación de la mística más o menos teológica, sino sucesivas reconversiones, conceptos que avanzan en capas, por superposición.