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en dar una solución a esta escasez será un alza en los precios de los alimentos, y las importaciones de los mismos aumentarán para aquellos países con escasez de agua, que en su mayoría son pobres. Unos 1000 millones de personas ya están hambrientos porque no pueden comprar sus alimentos.

      La Comisión Mundial sobre el Agua fue formada para atraer la atención pública a la crisis del agua y encontrar soluciones. Incluye a Premios Nobel, eminentes científicos y decisores políticos. Según sus informes, la escasez del agua, y no la insuficiencia de tierra, será el principal problema para el incremento de la producción agrícola en los países en desarrollo en los próximos años. Claro que se trata de recursos naturales y, por tanto, interdependientes, por lo que se deberá profundizar esta visión.

      Recordemos que ya en el año 1948, la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamaba el derecho de todos a una alimentación adecuada. Sin embargo, el acceso a un alimento adecuado en las zonas rurales de muchos países en vías de desarrollo depende de forma sustancial del acceso a los recursos naturales, incluido el agua, necesarios para su producción.

      El 28 de julio de 2010, la Asamblea General de Naciones Unidas declaró el acceso seguro al agua potable y al saneamiento como un derecho humano. Pero el derecho al agua dentro del contexto del derecho al alimento es una cuestión compleja: mientras el agua de boca y el agua para cocinar sí se verían protegidas, no se verían cubiertos los niveles mínimos de agua necesarios para la producción de alimentos en las zonas áridas.

      Según publicación del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas (ONU-DAES), UN WATER, el programa “Decenio Internacional para la Acción “El agua fuente de vida” 2005-2015, contrariamente a lo anunciado, existe suficiente agua disponible para las necesidades futuras globales, pero este escenario esconde enormes áreas de absoluta escasez de agua que afectan a miles de millones de personas, muchas de las cuales son pobres y desfavorecidas. Son necesarios cambios fundamentales en la gestión y las políticas a lo largo de toda la cadena de producción agrícola para garantizar el mejor uso posible de los recursos hídricos y responder así a la creciente demanda de alimentos y de otros productos agrícolas (Portal sobre Hambre de la FAO; Datos sobre agua y seguridad alimentaria. FAO. 2008; 4º Informe de las Naciones Unidas sobre el desarrollo de los recursos hídricos en el mundo. Unesco, ONU-Agua, WWAP. Marzo 2012; El derecho a la alimentación y el acceso a los recursos naturales. FAO. 2008.

      El fenómeno de las grandes ciudades y conglomerados urbanos y la competencia por el uso del agua

      Se espera que las poblaciones urbanas del mundo en desarrollo se tripliquen en los próximos veinte años. En 1950 había menos de 100 ciudades con una población de más de 1 millón; para el 2025, el número estimado se elevará a más de 650 millones. Actualmente, unas 25 ciudades —20 de ellas en el mundo en desarrollo— tienen una población que excede los 10 millones de habitantes. Pronto, más de la mitad de la población mundial vivirá en áreas urbanas.

      Algunas de las más grandes ciudades del mundo, incluyendo Beijing, Buenos Aires, Dhaka, Lima y la ciudad de México, dependen en gran escala de las napas subterráneas para su suministro de agua, pero esa dependencia de los acuíferos, los cuales necesitan muchos años para renovarse, no es sustentable. El agua subterránea de los acuíferos debajo o cerca de la ciudad de México, por ejemplo, suministra más de 3.2 billones de litros por día, pero ya se ha registrado escasez en varias partes de la capital. Bankgok, que está agotando su acuífero para agua potable y saneamiento, literalmente se está hundiendo. La mayoría de las megaciudades del mundo están en la costa, donde el agotamiento de los acuíferos lleva a la intromisión de agua salada y a la contaminación de valiosa agua potable. “Es por ello por lo que estas megaciudades competirán por el agua para la agricultura”, afirman en la aludida Comisión Mundial sobre el Agua.

      Debido a la competencia por el agua, podrían surgir conflictos severos por las “cada vez más irreconciliables disputas sobre el agua”, continúa advirtiendo Serageldin, cuyo llamado en 1995 sobre conflictos armados por el agua y los peligros de guerras generó un nuevo impulso en la colaboración internacional en el manejo del agua. La Sociedad Mundial del Agua y el Consejo Mundial sobre el Agua fueron creados y llevaron a la fundación de la Comisión Mundial.

       Mirando el futuro

      La comunidad internacional y las diversas instituciones vinculadas al agua vienen delineando diversos programas y recomendaciones para asegurar un más eficaz manejo de los escasos recursos del agua. Las estrategias incluyen mejores arreglos institucionales y medidas específicas para el logro de los objetivos, que incorporen soluciones radicales e innovadoras para incrementar los suministros de agua y reducir las pérdidas. Debe generarse, en todo caso, concientización pública, y a partir de ese cambio de conducta y de la voluntad política, crear un futuro mejor para el agua.

      El agua, el clima, la Agenda 2030 y la proyección hacia nuevas regulaciones

      La sociedad mundial y sus organizaciones han intentado de múltiples formas, aunque sin mayor éxito sensible, acciones de colaboración para reducir y evitar riesgos de desastres ambientales, que incluyen grandes inundaciones y sequías, derrumbres de estructuras de importantes represas, pérdida de biodiversidad, desaparición de costas y riberas, catástrofes con pérdidas de bienes y vidas humanas a causa de lluvias y deshielos, terremotos y sunamis,desplazados ambientales, y otros desastres asociados al calentamiento global y al cambio climático, sus infuencias y consecuencias.

      En tal sentido, se acordaron en los albores de la última decáda del milenio pasado, en el Protocolo de Kioto de la Convención Marco de Cambio Climático, intrumentos complejos y ambiciosos sobre ambiente y desarrollo sostenible para la época de su dictado. Estos deberían orientar un proceso mundial para que los gobiernos avanzaran rápidamente en concebir y aplicar sus políticas nacionales para el cambio climático. Se trataba, en adelante, de buscar formas concertadas para que las poblaciones del mundo pudieran hacer frente a los problemas, colaborando a través del sistema de las Naciones Unidas.

      Suceden hoy importantes acontecimientos en la vasta agenda internacional que vinculan la preocupación del hombre por el ambiente, el acceso al agua y la energía con la cuestión climática. Numerosas cumbres ambientalistas han tenido lugar en los últimos 40 años en el plano internacional, en particular desde la Conferencia de las Naciones Unidas en Estocolmo de 1972. Gran cantidad de foros y reuniones se han convocado desde entonces, en ellos la tendencia ha sido y es la participación numerosa de distintos factores de poder y de sectores de intereses que conforman una nación y sus organizaciones. Se han firmado incontables declaraciones, convenciones e instrumentos de fuerte compromiso obligacional, pero de relativos y magros resultados al presente.

       Los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) en la Agenda Mundial

      Es así como la Agenda 2030 y los Objetivos del Desarrollo Sostenible programados en el seno de las Naciones Unidas aparecen como referencias esenciales a la hora de analizar los acuerdos mundiales y los principios ambientales surgidos de la Conferencia de Río de 1992.

      En los días 25 al 27 de septiembre de 2015, más de 150 jefes de Estado y de Gobierno se reunieron en la histórica Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible en la sede de la ONU en Nueva York. En tal ocasión, aprobaron la nueva Agenda Global del Desarrollo Sostenible: la Agenda 2030. Esta contiene 17 objetivos (ODS) de aplicación universal, que, desde el 1.° de enero de 2016, rigen los esfuerzos de los países para lograr un mundo sostenible en el año 2030. Tales objetivos son herederos de los “Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM)” y pretenden ampliar los “relativamente exitosos logros” alcanzados con ellos, así como llegar a otras metas todavía distantes.

      Los nuevos objetivos delineados proponen instar a todos los países, cualquiera fuere su condición o situación (ricos, pobres o medianos), a adoptar medidas para promover la prosperidad, al tiempo que protegen el planeta. Deberá favorecerse el crecimiento económico a través de estrategias eficaces, abordando paralelamente la problemática social, que implica serias desigualdades y carencias en el orden de la educación, la salud, el empleo, la seguridad social, como así también la lucha contra el cambio climático y la protección del ambiente.

      Pese a que los ODS no

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