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se desprende ha resistido a cuarenta siglos de aplicación y ha resultado ser el elemento más duradero, el más inaccesible a las revoluciones de la civilización egipcia.

      El surgimiento transitorio de la clase sacerdotal en la realeza tal vez alterara las relaciones recíprocas del rey y los dioses, subordinando a la majestad divina al humilde mortal, sacerdote de Amón, ascendido a la categoría de rey debido a una feliz casualidad.

      Sin embargo, si bien la persona de los reyes coyunturales sufrió durante algunos siglos una disminución de autoridad, el principio de la realeza, divina y sacerdotal, sobrevivió hasta el periodo romano y sólo desapareció cuando lo hizo la religión egipcia, por los efectos del cristianismo.

      Como declaró sin ambages Mircea Eliade:[89] «El Faraón es la encarnación de la Maat, término que se traduce por “verdad”, pero cuyo significado general es “buen orden” y, por consiguiente, “derecho”, “justicia”. La Maat pertenece a la Creación original: por tanto, refleja la perfección de la Edad de Oro».

      Si nos referimos a los Textos de las Pirámides – que no han sufrido la «democratización» planteada a propósito del Libro de los Muertos, en su aplicación– parece que el faraón pueda extender su visión hasta más allá incluso de Osiris, al no ser sometido a su juicio:

      Tú miras por encima de Osiris…

(Textos de las Pirámides, 251)

      Rê-Atum no te entrega a Osiris, que no juzga tu corazón y no tiene poder sobre tu corazón…

(Textos de las Pirámides, 145)

      Tú abres tu lugar en el Cielo entre las estrellas del Cielo, porque eres una estrella…

(Textos de las Pirámides, 251)

      No obstante, en consideración de las responsabilidades temporales del faraón, inherentes a su función de soberano, la casta sacerdotal desempeñaba un papel fundamental. A los sacerdotes se les pedía que desempeñaran una función cada vez más importante, sobre todo en la XVIII dinastía, en la que el sumo sacerdote de Amón acabó gozando de una importante autoridad. Convertido en el segundo personaje de Egipto, se encargaba de la administración de los bienes del dios. Ante este estado de las cosas, el faraón Amenofis IV decidió acabar con la autoridad del sumo sacerdote. Empezó por arrebatarle sus privilegios, y luego le hizo dudar del culto a Amón. Amenofis IV sustituyó a este dios por el dios Atón, de quien aseguraba ser la única manifestación:

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      Notas

      1

      Mircea Eliade, Histoire des croyances et des idées religieuses, t. 1, ed. Payot, París (edición en castellano: Historia de las creencias religiosas, Ediciones Cristiandad, Madrid, 2004).

      2

      Calificativo utilizado al menos para hacer referencia a esta región que se extiende a lo largo del Eufrates y hasta la Siria del norte.

      3

      Consultar en este sentido el resto de obras o estudios de S. N. Kramer, From the tablets of Sumer y The Sumerians, así como la excelente obra de Geoffroy Bibby, Dilmoun, la découverte de la plus ancienne civilisation, ed. Calmann-Lévy, 1972, que describe las últimas excavaciones arqueológicas en Mesopotamia. Asimismo, consultar las obras escritas en colaboración con Jean Bottéro, Lorsque les dieux faisaient l’homme e Il était une fois la Mésopotamie, de Éditions Gallimard.

      4

      Pensemos en el famoso Código de Hammurabi (Museo del Louvre). Cabe señalar, además, que en 1803 –es decir, veinte años antes del Précis du système hiéroglyphe de Champollion– Grotefend, un joven alemán de veintiocho años, asentó las bases de las «inscripciones persepolitanas llamadas cuneiformes–, lo que tendría una importancia capital en el plano arqueológico con el descubrimiento de unas 500.000 tablillas de arcilla marcadas con los clavos y punzones que caracterizan esta escritura «cuneiforme».

      5

      Debe apuntarse también el término Caldea, que se aplica geográficamente a la gran llanura baja (situada muy poco por encima del nivel del mar), donde se unen el Tigris y el Eufrates.

      6

      Herodoto afirmó en su época, con relación a la Caldea que él visitó: «No diré hasta qué altura llegan el sésamo y el mijo, porque sé perfectamente que quienes no han estado en el país de Babilon

Notas

1

Mircea Eliade, Histoire des croyances et des idées religieuses, t. 1, ed. Payot, París (edición en castellano: Historia de las creencias religiosas, Ediciones Cristiandad, Madrid, 2004).

2

Calificativo utilizado al menos para hacer referencia a esta región que se extiende a lo largo del Eufrates y hasta la Siria del norte.

3

Consultar en este sentido el resto de obras o estudios de S. N. Kramer, From the tablets of Sumer y The Sumerians, así como la excelente obra de Geoffroy Bibby, Dilmoun, la découverte de la plus ancienne civilisation, ed. Calmann-Lévy, 1972, que describe las últimas excavaciones arqueológicas en Mesopotamia. Asimismo, consultar las obras escritas en colaboración con Jean Bottéro, Lorsque les dieux faisaient l’homme e Il était une fois la Mésopotamie, de Éditions Gallimard.

4

Pensemos en el famoso Código de Hammurabi (Museo del Louvre). Cabe señalar, además, que en 1803 –es decir, veinte años antes del Précis du système hiéroglyphe de Champollion– Grotefend, un joven alemán de veintiocho años, asentó las bases de las «inscripciones persepolitanas llamadas cuneiformes–, lo que tendría una importancia capital en el plano arqueológico con el descubrimiento de unas 500.000 tablillas de arcilla marcadas con los clavos y punzones que caracterizan esta escritura «cuneiforme».

5

Debe apuntarse también el término Caldea, que se aplica geográficamente a la gran llanura baja (situada muy poco por encima del nivel del mar), donde se unen el Tigris y el Eufrates.

6

Herodoto afirmó en su época, con relación a la Caldea que él visitó: «No diré hasta qué altura llegan el sésamo y el mijo, porque sé perfectamente que quienes no han estado en el país de Babilonia no me creerían».

7

André Parrot, L’Art de Sumer, UNESCO, Albin Michel.

8

Mircea Eliade, op. cit.

9

Su nombre significa, precisamente, «mar

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<p>89</p>

Mircea Eliade, op. cit.