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Los Facta et dictia memorabilia de Valerio Máximo son una compilación de episodios y sentencias de personajes célebres del mundo antiguo destinada a alumnos de retórica. En la Edad Media y el Renacimiento se convirtieron en un importante texto educativo. Los Facta et dicta memorabilia, colección de ejemplos históricos y aforismos citables, pretendían, según declara el autor en el prefacio, librar al lector de la tarea de buscar directamente este material en los muchos autores distinguidos que cita. El compendio conserva interés tanto por los sucesos y dichos históricos que contiene –los cuales hicieron de él un conocido texto educativo en la Edad Media– como por la información que proporciona acerca de la retórica del siglo I.

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Publicado originalmente en la BCG con el número 117| este volumen presenta la traducción República| realizada por Conrado Eggers Lan (Universidad de Buenos Aires).

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Los discursos forenses de Lisias son nuestra mejor fuente para la vida privada de los atenienses en el periodo clásico y para el derecho ático en todos sus aspectos (clases y naturaleza de los procesos, procedimiento, etc.). De Lisias, que vivió en Atenas como meteco entre 445 y 380 a.C., conservamos treinta y cuatro discursos (sin contar el discurso sobre el amor que Platón le asigna en el Fedro). En la Antigüedad se le atribuyeron más de cuatrocientos, y fue considerado uno de los diez grandes oradores áticos, entre los que se distinguía por su estilo sobrio y claro; los aticistas le oponían, como modelo del decir y argumentar, a las pompas del asianismo y sus metáforas teatrales. En Roma fue el modelo de los partidarios de una oratoria clara y sencilla, frente a una retórica recargada como la ciceroniana. Lisias trató en sus discursos los más variados asuntos, en causas públicas y privadas, y prácticamente en todos los géneros de unas y otras (de ilegalidad, traición, extranjería, impiedad, vejaciones, adulterio, negligencia o mala administración de los bienes de un huérfano, daños por violencia o violación, malos tratos, homicidio, injurias verbales), así como referidas a propiedad y obligaciones contractuales y al derecho de familia (sucesiones, tutela). Lisias fue ante todo un buen abogado de causas privadas, un logógrafo, que asesoraba en cuestiones jurídicas y escribía discursos para que los pronunciaran otros (en Grecia las partes de un proceso debían hablar en nombre propio y personalmente, sin que las representara un abogado). Sus obras forenses nos ofrecen una imagen muy nítida de la sociedad de su tiempo, de esa Atenas democrática donde los pleitos eran frecuentes y los tribunales, un espacio para demostrar la inteligencia y el dominio de la expresión. Para los antiguos, Lisias fue un gran modelo literario en cuanto a la oratoria y a la construcción de discursos: para exponer su teoría de la retórica en el Fedro, Platón lo cita a él. Sus virtudes literarias son las del clasicismo: ocultación de los mecanismos compositivos, con apariencia de sencillez y falta de artificio, pureza del lenguaje ático, precisión, exactitud, sobriedad, claridad expositiva y maestría en la etopeya o mostración del carácter de los personajes. Estos rasgos lo alejan del estilo elevado o patético de Demóstenes (claro que no hubo de enfrentarse a la amenaza del macedonio Filipo ni de exhortar a la defensa de la patria, pues sus clientes eran gentes corrientes con casos cotidianos). En cuanto a la organización del discurso, Lisias brilla en las dos partes centrales (narración y demostración) por su modo de presentar y organizar los hechos y de ir introduciendo las pruebas al hilo del relato.

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En Sobre la localización de las enfermedades Galeno transmite los resultados de su experiencia: combina problemas médicos con historias clínicas y casos personales, así como la obtención del diagnóstico y el pronóstico, para aconsejar sobre el tratamiento de cada lesión. Galeno –junto con Hipócrates el principal médico de la Antigüedad– nació en Pérgamo en 129-130 d.C., de familia acaudalada. Estudió en Esmirna y Alejandría (anatomía y fisiología). Tras ejercer tres o cuatro años la medicina en la escuela de gladiadores de Esmirna, a partir de 162 se instaló en Roma, donde sería el médico de Marco Aurelio y su hijo Cómodo, entre otras personalidades de la corte imperial. Fue uno de los escritores griegos más prolíficos de su época. Murió en Roma en el año 200. Su influencia en el mundo bizantino, en Oriente y en la Edad Media occidental es enorme, y es sin duda uno de los grandes médicos de la historia. En Sobre la localización de las enfermedades Galeno transmite al lector los resultados de su experiencia médica, mediante el procedimiento de combinar problemas médicos con historias clínicas y casos personales, así como la obtención del diagnóstico y el pronóstico, seguidos de consejos para el tratamiento de cada lesión. La importancia intrínseca de esta obra –huelga referirse a la extrínseca, pues su influencia fue profunda y extensa en espacio y tiempo– radica en su insistencia de identificar dolencias y partes o miembros, anatomía y fisiología, e identificar ambas vertientes: de este modo, atacando a la raíz por separado, es posible entender mucho mejor las causas y el funcionamiento de los procesos. Para alcanzar sus conclusiones, Galeno se basó mucho en las disecciones, que sólo pudo practicar en animales debido a las restricciones que imponía la legislación de su tiempo. Sin embargo, como relata en este tratado, aun a pesar de estas limitaciones, las observaciones le proporcionaron un material empírico insustituible, que combinó con el método científico y la reflexión filosófica.

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Vegecio, que no era veterinario, fue uno de los primeros en afirmar la necesidad y utilidad de los profesionales de la medicina animal. El escritor especializado en materias militares Flavio Vegecio Renato vivió en la segunda mital del siglo IV. Su Epitoma rei militaris (Compendio de arte militar) describe cuestiones como la selección y entrenamiento de reclutas en la legión romana, la organización militar, las tácticas y estrategias y las máquinas de guerra. En esta obra dedica mucha atención a las enfermedades de los caballos y mulos del ejército (lo que se explica por la creciente importancia de la caballería). Por eso se le atribuye con casi toda seguridad un manual de veterinaria, Mulomedicina. Culto, latifundista y aficionado a los caballos, él mismo nos explica en el prólogo del libro I que ha escrito la Mulomedicina debido a la insatisfacción que le producían los defectos y carencias de los anteriores tratados en la materia. La obra consta de cuatro libros, los tres primeros dedicados a los équidos y el cuarto a los bóvidos, escrito este último más tarde y a petición de los amigos del autor, que sufrían las enfermedades y muertes del ganado vacuno y las pérdidas económicas que ocasionaban. Vegecio expone el contenido de una manera clara y ordenada, con un lenguaje culto y una exhaustividad en cuanto a causas y síntomas que no había recibido hasta entonces el cuidado de los animales. A cada libro le precede un prólogo, y en todos ellos se defiende la dignidad de la profesión veterinaria, que por entonces no estaba bien considerada.

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La obra de Curcio es característica de gran parte de la historiografía del siglo I d.C., en cuanto que lo espectacular prima sobre lo fidedigno. Pero contribuye a iluminar varios aspectos de la biografía de Alejandro. Del escritor e historiador romano Quinto Curcio Rufo, que vivió en el siglo I d.C., sólo nos ha llegado la Historia de Alejandro Magno, biografía del general macedonio en diez libros, de los que se han perdido los dos primeros. El texto conservado empieza en el año 333 a.C., cuando Alejandro está ya en plena campaña en Asia Menor, en Frigia, y corta el célebre nudo gordiano. Se narran en estos libros los combates contra el rey persa Darío III y el avance hasta las últimas fronteras de la India, la muerte de Alejandro en Babilonia y la posterior pugna entre sus generales por obtener partes de los territorios conquistados. La obra responde al modelo característico de cierta historiografía del periodo helenístico, puesto que predominan el drama y la aventura, lo patético, lo romántico y lo extraordinario, en perjuicio de la exactitud y el rigor históricos, geográficos. Por eso muchos estudiosos lo identifican con la actual novela histórica, no con el género histórico de investigación. Entre los aspectos interesantes de la Historia está su evidente manejo de algunas fuentes fidedignas (entre otras que no lo son) que de otro modo no nos habrían sido accesibles, de ahí que conserve materiales informativos preciosos, y que explique varias cuestiones (sobre todo las acciones y los motivos persas) que no se aclaran en ningún otro lugar.

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El orador y filósofo griego Dión de Prusa (o Crisóstomo) predicó una doctrina de moderación y contentamiento en sus viajes por toda Grecia y Asia Menor. Filóstrato incluye a Dión de Prusa (también llamado Dión Crisóstomo, «boca de oro») en el movimiento de la sofística, aunque aclara que por su personalidad y por su obra rebasa las categorías angostas. En efecto, este orador, filósofo e historiador griego del siglo I d.C., nacido en la pequeña ciudad de Prusa, en la provincia romana de Bitinia (noroeste de la actual Turquía), pronunció discursos en varias situaciones de las que atraían a los sofistas, y algunas de sus ochenta piezas oratorias conservadas son inequívocamente de lucimiento y exhibición retórica, sobre asuntos triviales ajenos a las grandes cuestiones del pensamiento. Incluso uno de sus discursos, Contra los filósofos, justifica la expulsión de los filósofos de Roma e insta al destierro de los seguidores de Sócrates y Zenón. Sin embargo, otra vertiente de sus discursos responde a los planteamientos de las filosofías cínica y estoica concernientes a la ética y, en general, al modo de vivir: una sencillez integrada en la naturaleza. También abordó temas de política. En esta faceta seria de su producción trató temas como la esclavitud y la libertad, el vicio y la virtud, la libertad, la esclavitud, la riqueza, la avaricia, la guerra, las hostilidad y la paz, el buen gobierno y otras cuestiones morales. El emperador Domiciano le expulsó de Roma (donde residió una temporada) y de Italia a raíz de una relación con conspiradores, lo que propició que Dión viajara por el Imperio, con una modestia y una pobreza extremas. El nuevo emperador, Nerva, revocó el castigo, y Dión trabó amistad con el sucesor de éste, Trajano, al que dirigió más de un discurso encomiástico, y quien se dice que le llevó en su carro en su triunfo dacio. Dión pasó los últimos años de su vida en su Prusa natal, donde participó activamente en la política.

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Este volumen incluye dos poemas didácticos y prácticos, sobre la caza y la pesca, que satisfarán a los interesados en las artes predatorias en la Antigüedad, y otro de índole médico-mistérica, el Lapidario órfico, sobre el poder sanador de ciertas piedras. Tanto la Cinegética (De la caza, poema de 2.144 versos) como la Haliéutica (De la pesca, de unos 3.500) son poemas doctos, compuestos entre la segunda mitad del siglo II y la primera del III. Se duda de que ambos textos (dedicados a los emperadores Caracalla y Marco Aurelio, respectivamente) sean del mismo autor, aunque desde antiguo ambos poemas van unidos y por convención suelen atribuirse a Opiano, poeta griego natural de Cilicia, en el Asia Menor, de alta posición social y amplios conocimientos. Ambas obras ilustran en versos homéricos a sus contemporáneos y futuros lectores acerca de las artes predatorias, mezclando noticias de la vida de los peces y de animales diversos con otras sobre instrumentos y artimañas para la pesca y la caza. Ya existía desde la época clásica una larga tradición en esta materia, si bien en prosa, como el tratado de Jenofonte Sobre la caza o Cinegética, aunque también existían algunas obras en verso: en esta misma colección hay un volumen de Poesía latina pastoril, de caza y pesca. En cuanto a la zoología, Opiano pudo inspirarse sobre todo en Aristóteles y discípulos suyos; en cuanto a la caza, además de la referida obra de Jenofonte, en las Cinegéticas de Gratio, Arriano y Nemesiano, así como en el Tratado de agricultura de Paladio (en esta misma colección). El saber propio práctico y el conocimiento de toda esta tradición permitieron a los autores componer unas obras didácticas de sumo interés todavía hoy, aparte de por su gracia literaria, por lo riguroso de sus aspectos científicos y utilitarios. La estructura y contenidos de ambos libros son ricos y varios: a) Cinegética o De la caza (en cuatro libros): 1) Cualidades físicas, equipo y armas del cazador; la caza en las distintas estaciones; caballos; perros; 2) Toros, bisontes, ciervos, antílope, gacela, ovejas y cabras salvajes, órix, elefantes, rinoceronte, panteras, gatos y lirones, ardillas, erizos, monos, ratas ciegas; 3) león, panteras, linces, osos, onagro, caballos salvajes, lobo y hiena, tigre, jabalí, puercoespín, zorra, jirafa, avestruz, liebre; 4) caza de león, chacal y leopardo, panteras, oso, liebre, gacela, zorra; Haliéutica o De la pesca (en cinco libros): razas y costumbres de varios peces, apareamiento de peces, anguilas, tortugas y pulpos, murenas, delfines, los moluscos, el atún…; rape, sepia, camarón, pez buey, cangrejo y ostra, etc. Completa el volumen el poema didáctico anónimo Lapidario órfico, un texto sobre las virtudes mágico-terapéuticas de las piedras, vinculado al culto mistérico del orfismo (la creencia sobre los poderes mágicos de ciertas piedras es de una gran antigüedad y se basa en la idea de que absorben parte del poder mágico y creador que emana de la madre tierra).

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Dado el alto puesto que ocupaba Dión en la administración imperial, el autor dispuso de fácil acceso a los archivos nacionales Dión fue un producto característico de la aristocracia oriental, un hombre de letras absorbido por el gobierno romano. Sus modelos literarios son Tucídides y Demóstenes –autores harto distintos–, y su concepción del rigor historiográfico no le impide usar recursos retóricos y figuras musicales, sobre todo en los frecuentes y extensos discursos, ni los efectos dramáticos. Las fuentes que más utiliza son los anales, Tito Livio y tal vez Tácito. Dado el alto puesto que ocupaba Dión en la administración imperial, el autor dispuso de fácil acceso a los archivos nacionales, de los que pudo extraer gran cantidad de datos para su obra. El estudio pormenorizado de todas estas fuentes le permitió componer una obra de gran valor documental. Sólo se han conservado completos los libros que van del XXXVI al LIV; del resto quedan fragmentos de extensión variable que se suelen editar acompañados de los resúmenes efectuados por diversos epitomadores, pues en muchas ocasiones estos epítomes es lo único que ha llegado hasta nosotros. En este volumen se incluyen los libros XXXVI-XLV, que abarcan desde la intervención de Pompeyo Magno en Creta (68 a.C.), hasta el inicio de la guerra civil (44 a.C.).

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La lírica horaciana ha dejado su huella en autores tan decisivos en nuestra literatura como Garcilaso de la Vega o Fray Luis de León y, más allá de nuestras fronteras, en poetas de la talla de John Keats. Quinto Horacio Flaco (65 a.C.-8 a.C.) es uno de los más grandes poetas de la Antigüedad. Hijo de liberto, estudió en Roma y en Atenas, donde entró en contacto con el epicureísmo. Su reflexiva poesía alcanza una perfección formal y una plenitud que constituyen la esencia de lo clásico. Las Sátiras están formadas por dos libros, publicados en los años 35/34 a. C. y 30 a.C. respectivamente, que forman un retrato crítico, a la par que humano, de la sociedad del tiempo de Horacio así como una reflexión sobre el origen, el papel y los límites del género satírico. Quince sátiras de costumbres que apuntan al vicio y la insensatez (sobre el infortunio, la envidia, la avaricia, las pasiones, la superstición o el olvido del justo medio) y tres sátiras literarias que han pervivido a lo largo de la historia y que hacen de su autor uno de los grandes modelos de las modernas literaturas europeas. A diferencia de otras piezas de este género, por ejemplo las de Juvenal (también en Biblioteca Clásica Gredos), las sátiras de Horacio carecen de un tono amargo y agresivo: se caracterizan por su tolerancia y moderación, invitan a contemplar la locura humana sin adoptar una posición de superioridad, y sólo a partir de esta contemplación divertida surgen las ideas morales. Diez años después de su segundo libro de sátiras, Horacio publicó el primero de las Epístolas, que él autor tenía por una prolongación del mismo género, aunque también invitan a considerarlas como una novedad en el panorama de los géneros poéticos. En ellas Horacio se dirige a personas concretas para expresar ideas personales, y se muestra más serio, preocupado básicamente por los temas morales y los principios de la composición poética. De ellos se ocupa especialmente la última y más extensa de las epístolas, la llamada Arte poética, testamento literario del autor, que durante muchos siglos permaneció como norma en la poesía de todos los países de Europa.