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En los sesentas, las muchachas desechaban el brassière y se soltaban el alma en la palabra. Arabella Salaverry pertenece a esa generación nacida, por así decirlo, el día después del final de la Segunda Guerra Mundial. Esas «chicas malas» de los sesentas, a las cuales la autora otorga especial protagonismo, eran tales en tanto asumían la juventud desde su autonomía, desde el poder de su propia voluntad verbalizada y actuante, lo cual hace seis décadas era inexcusablemente subversivo.Esa actitud fue la que, como reseña la autora en el poema insignia que da nombre al libro, «asustaba a los vecinos y escandalizaba a las señoras de misal y rosario».Aquellas muchachas aún adolescentes, enamoradas del existencialismo, que se vestían de negro y se declaraban dueñas de sí mismas, repudiaban una moral patriarcal que las sometía y comenzaban a construir la ética de la equidad en la diferencia, que parece obvia a tantas jóvenes de hoy. Su rebeldía pionera, su ruptura de mitos y tabúes, floreció para las que vendrían.Salaverry hace desfilar los vocablos tras los cuales se estereotipa al género: «putas, madres, amantes, hembras activadas por la luna, lloronas de lágrimas de cocodrila» y lucha por encontrar frente al decir de los otros su propia voz y su unívoca identidad de mujer poeta. La encuentra para defender a la mujer, detrás de esas etiquetas peyorativas y violentadoras en un gesto que llega hasta el martirio, declara «muero para gastar sus muertes / muero para que nunca mueran».Toma el fuego que quiere prestarle a otras mujeres, un arma que no es otra que su voz, su propia voz, y sus poemas. Chicas Malas nos habla del dolor de asumir ese reto y se convierte en inexorable y prematuro testamento, de una poeta en la plenitud de su oficio, para sus congéneres de hoy y de mañana.

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Rastro de sal, la nueva novela de la escritora Arabella Salaverry, quien ha recibido en dos oportunidades el premio Nacional de Literatura, nos conduce por procesos paralelos: la construcción minuciosa de cuatro identidades femeninas desde sus pequeñas alegrías, sus dolores, sus intensidades atormentadas; y la construcción de un poblado, el Puerto del Limón y el ferrocarril al Atlántico. Fiel a su vibrante estilo, la escritora nos ofrece esta propuesta con un lenguaje cuidado para ir tejiendo los perfiles de los personajes y sus luchas por la conquista de su espacio, inmersas en la exuberancia de un Caribe que las rodea y a veces las ahoga. Un Caribe que palpita con toda su vehemencia, personajes vigorosos, un mantón de Manila y un mandato se mezclan en la ferviente propuesta de Rastro de sal.

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Infidelicias, relatos que nos conducen al universo paralelo de los sueños, ese que Freud llamara «la otra escena», para encontrar erotismo, soledad, inseguridad, desamparo, amistad, miedo, amor, esperanza; y un sinnúmero de sentimientos y deseos para trazar en claroscuros el panorama oculto de nuestra existencia. Infidelicias porque no hay nada más infiel a la aparente realidad que el mundo de los sueños. Desde el surrealismo del paisaje onírico, Infidelicias nos enfrenta con facetas muchas veces «prohibidas» de la condición humana. Y porque bucear en lo recóndito puede ser una delicia ortográfica fuera de serie, ahora convertida en emblemática para el mundo.

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"¿Cuánto más le tomará despertar? ¿Cuánto más le tomará ser dueña de sí misma? ¿Necesitará por siempre ayuda? ¿O vencerá por sí misma el sitio? En esta primera novela de Arabella Salaverry asistimos a una auténtica batalla interior no exenta de heridas, riesgos, sacrificios y muertes. Con el trasfondo de la vida política latinoamericana de los años 60, la autora da cuenta de una de las luchas de autoafirmación que libran las mujeres al interior del patriarcado. Ariadna mira su vida como un sitio: un cerco donde se apresa o rinde su voluntad. Su cerco es el de una pasión que vive a la par como libertad y como atadura. La tarea de la protagonista es resolver la paradoja, darse un sitio fuera de sitio." – Silvia Castro Méndez

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En nuestra lengua la letra "a" es marca por antonomasia de lo femenino.Arabella, poeta y narradora de abecedario completo, atraca su barca en este signo para entregarnos un abanico de historias de mujeres en "a": sus apelativos y sus amores; sus angustias, aromas y amaneceres.En "a", pero también en «la»: la impudicia de la rebeldía, la angustia de la espera, la terquedad de la muerte.

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